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Un deseo insaciable. Asociado a la necesidad de poseer bienes que otros tienen y que perciben que les hace falta y por consiguiente desean el mal al prójimo. Cabe decir que se sienten bien con el mal ajeno.

"La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come."
Francisco de Quevedo.

En alguna dimensión irreal, creepyhouse.

Hacía un día perfecto para ella. Un picnic con sus muñecas tomando el té mientras los cálidos rayos del sol bronceaban su blanquecina piel. Llevaba planeando este acontecimiento desde que vio a Puppeteer teniendo una perfecta cita de esta manera. Ella no podía ser menos. Pero le faltaba algo. Alguien a quien embaucar. Después de todo, ¿qué es un picnic sin alguien más de carne y hueso para ayudarte a llevar una conversación con las muñecas? Había muchos candidatos a ese puesto. Pero ella ya había puesto sus ojos sobre uno en particular. Ya le había embaucado un par de veces días atrás, y le había funcionado bastante bien.

Con el tiempo había aprendido como tratar con distintas personas dependiendo de su personalidad. A quien elegir y a quien no. Un claro ejemplo de ello, y hecho que no se borrará de su mente, fue cuando optó por Toby. Era una bella tarde y lo había preparado todo con esmero. Se suponía que sería una reunión calmada y glamurosa. Tomarían el té con satisfacción mientras se burlan de los demás. Como recompensa para el muchacho de los googles, Sally había preparado unos waffles con la ayuda de Jane. Le embaucó pero estaba agradecida. Sería una tarde estupenda. Pero no fue eso lo que pasó por la cabeza del castaño. Al ver los waffles, la bestia que reside en su interior vio la luz. En menos de medio minuto, todo el esfuerzo de la chiquilla fue a parar al estómago de él.

En otra ocasión probó con Jeff. Cree que fue el mayor error que cometió. Como todos sabemos, el pelinegro no accede a nada si no saca algo a cambio, ¿pero qué es lo que nuestra pequeña puede ofrecer? Nada que ella tenga. Fue entonces cuando se le ocurrió un plan perfecto. Robó el cuchillo favorito de Jeff, y no se lo devolvería hasta que jugase con ella. Naturalmente Jeff entró en cólera. Pero la pequeña no estaba asustada, ya estaba muerta. Su plan funcionó. No logró calmar a la bestia, pero sí que jugase con ella. Su mala suerte fue, tal vez, el haber escondido su cuchillo dentro de su osito de peluche, el cual asistió a la fiesta del té. Jeff agarró el peluche a las malas para colocarlo sobre la silla porque nuestra pequeña no lo conseguía, y en ese momento todo se fue al traste. Tuvieron que atar a Jeff durante dos noches. El caso de Puppeteer fue parecido, pero no nos extenderemos más.

Hoy las cosas no volverían a ser tan desfavorables. Sally sabía elegir a la perfección y su plan de hoy era perfecto. No por nada había cambiado su muñeca de colección por un maldito juego de consola.

Se acerca con una sonrisa angelical al duendecillo que juega con ímpetu a los videojuegos. Cada día del año a uno distinto y no tiene suficientes días para jugarlos todos.

—Estoy ocupado, Sally— habló el rubio, sin apartar la mirada de la pantalla.

—Lo sé— respondió ella, sonriendo de la misma forma— Pero pensé que te interesaría este juego.

El muchacho apagó la consola y se volteó inmediatamente. Su debilidad eran esos pequeños cartuchos. Él los necesitaba todos y ella lo sabía a la perfección.

—Llevo buscando ese juego muchos años. Es una leyenda.

Los ojos del rubio brillaban de emoción. La cual la castaña rompería al revelarle sus secretas intenciones.

—Tiene un precio— comenzó.

Se sentía muy malvada y eso le gustaba.

—Juega conmigo.

Ben asintió sin pensárselo dos veces. Sally le consideraba una presa fácil, pero no tan absolutamente fácil. Era casi un insulto a su trabajo e inteligencia. Se había esforzado mucho para conseguir ese trozo de plástico que apodan como "legendario"

Los dos caminaban hacia el jardín. Todo estaba meticulosamente preparado para el picnic. Sin waffles ni cuchillos esta vez. Y las muñecas no van nada provocativas.

—¿Qué tengo que hacer?— cuestionó él.

—Tomar el té.

Era muy satisfactorio para la chica cuando algo salía bien. Aún más después de tanto esfuerzo y dedicación. Le dió un sorbo al té y sonrió. Que agradable es un picnic.

—Muy bueno. Sí— decía él.

Malvada y angelical. Nuestra Sally era una gran combinación.

—¡Ya has vuelto Jane!— decía el duendecillo con esperanzas de que esta ocupara su lugar.

La bella Jane asomaba por el jardín con un vestido nuevo. Era precioso.

—¿Un vestido nuevo?¡No es justo!

Y así es como nuestra pequeña corre hacia la casa a tramar otro maquiavélico plan para conseguir un vestido mejor que el de Jane. Habiendo conseguido casi, un picnic mejor que el de Puppeteer.

Seven | CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora