† IV †

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La avaricia es -como la lujuria y la gula-, un pecado de exceso. Sin embargo, la avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular.

"El que tiene mucho desea más, lo cual demuestra que no tiene bastante; pero el que tiene bastante ha llegado a un punto al que el rico no llega jamás."
Séneca.

En alguna dimensión irreal,
Creepyhouse.


Anoche Ben había pasado mucho tiempo jugando a los videojuegos, por lo que se encontraba increíblemente cansado. Ojeras hasta el suelo y bostezando cada tres segundos y medio, aproximadamente, podría contagiarle el sueño a cualquiera.

Bajaba las escaleras para dirigirse a la cocina de inmediato, necesitaba un buen café. Después, volvería a su habitación para conseguir el último título de todos los únicos y codiciados en es juego online. Después, probablemente pase a otro juego y abandone la cuenta. Pero primero codiciará y poseerá todos esos títulos.

Hace poco que empezó con los juegos online, previamente estaba totalmente obsesionado por conseguir todo tipo de juegos físicos para cualquier clase de consolas. Un fanático totalmente avaro, no importase cuántas vidas tuviese que pisotear para poseer todos esos artefactos.

Lamentablemente, hay un juego que jamás de los jamases ha podido encontrar. Si lo hubiese hecho, habríamos podido dar por sentado que lo hubiese obtenido no importase cómo.

Nunca fue suficiente para él en realidad. Tuvo que pasar por demasiado para abandonar. Un período de búsqueda incesante. Su avaricia, su necesidad de tener estos bienes materiales, de que fuesen solo suyos y de nadie más, lo llevo a pasar largos años recolectando cada ejemplar de estas ediciones. Diría que no cabe ni un solo alfiler en sus estanterías.

—Café, cargado.

Mira directamente a Slenderman, que le está preparando el desayuno a Sally. Normalmente le regaña porque toma café en exceso y se pasa todo el día pegado a la pantalla de su ordenador, en su cuarto. Solo mataba para obtener esos jueguecitos que nada más sirven para desperdiciar tiempo, o en su defecto para robar alguna que otra cuenta ahora que juega online exclusivamente.

—Hoy jugarás con Sally.

La muchachita de vestido rosa palo sonrió de oreja a oreja. Hacía mucho tiempo que Ben no le prestaba atención y echaba de menos pasar las tardes jugando con su pequeño duendecillo. Aunque fuera unos años mayor que ella.

—Tengo la tarde liada.

La sonrisa desapareció del rostro de la pobre Sally. Sus ojos emitían una tristeza que podría quebrantar hasta el más duro corazón, transmitir mucha decepción. A esta respuesta tan poco elaborada y descarada, y ante la reacción de la pequeña, Slenderman se cruzó de brazos imponente.

—Va bien— terminó cediendo— Pero solo un poco. Tengo ocupaciones.

—Jugar a ese cachivache inútil.

—No— negó el rubio, ofendido— Hacerme con todo. Tenerlo todo para mí.

La castaña giró su cabeza al no entender el punto de Ben. Se pasaba horas frente a la pantalla consiguiendo cosas irreales, que luego no podría disfrutar con nadie por su avaricia natural.

—Compartir es mejor— replicó la joven.

Los ojos de esta se iluminaron increíblemente al recibir un delicioso plato de tortitas por parte de Slenderman. No vivía bien ni nada, pensaba nuestro duende.

Claro que él no podía quejarse. Slenderman le preparaba su café todas las mañanas. Gracias a esto es que puede sobrevivir y luchar en batallas online. Aunque no siempre está de acuerdo en ofrecerle café, en exceso, llega a ser perjudicial.

¿Qué más daba? Él ya estaba muerto. Y todo lo que quiere hacer con esta segunda oportunidad es ser el rey de los videojuegos, tenerlo absolutamente todo.

—Compartir es una estupidez. Si lo tienes tú todo, es suficiente.

—No es lo que me enseñaron.

A Benjamin tampoco le enseñaron eso. Pero el curso de la vida cambia a las personas. Ben termina su café y se levanta de la mesa. Le dedica una mirada neutral a Sally y termina por abandonar la habitación. Ella, le dirige la mirada a Slenderman que se encoje de hombros, sin darle mucha importancia a lo ocurrido. Entonces, la muchachita decide seguir al rubio en silencio para poder pasar algo de tiempo con él.

Lo lleva a su habitación para que juegue a las muñecas con ella, ya que hace mucho que no hace de Ken malvado que secuestra a sus Barbies.

Todo seguía su buen curso, jugaban como siempre lo habían hecho, antes de que comenzara la obsesión de Ben. La verdadera obsesión, antes, simplemente era un aficionado a esta maquinaria.

—¿Qué es eso?— vociferó el rubio.

Laughing Jack había elegido un mal momento para dejar sobre la mesa de noche de Sally lo que ella le había pedido con tanto ruego y súplica. El regalo definitivo de Ben, para su cumpleaños. El duendecillo estaría tan feliz que tal vez le de un beso en la mejilla, como ella siempre sueña.

Pero todo se ha ido al garete.

—Es la reedición de Majora's mask. La exclusiva.

La pequeña se quedó sin habla al ver todos sus planes desbaratados por un descuido del payaso bromista. Con lo avaricioso e impaciente que es Ben, no esperaría hasta su cumpleaños para obtener el juego. El juego exclusivo que quiere solo para él. Daba igual lo que ella fuese a decir, que él saldría volando de la habitación para buscar su consola a toda prisa y jugarlo cuanto antes.

—¿Cómo es que tienes esto?

La pequeña no tenía ánimos ni para responderle. Ben volvería a su ciclo sin fin y ella se encontraría tan sola como lo ha estado hasta ahora.

—¿Era para mí?

Sus preguntas aunque acertadas, no eran contestadas. Sally solo se sentía decepcionada, porque su sorpresa se había arruinado y su momento de disfrutar al lado de Ben, también. Drowned, al comprender más o menos por donde iban los tiros, sintió que su corazón se ablandó un poco. Incluso su codicia se vio afectada por la dulzura de la chica.

—Juguemos.

El muchacho apartó el juego a un lado, y besó la mejilla de la entristecida Sally, alegrándola en segundos.

Los juegos podían esperar.

Seven | CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora