Daddy be nasty

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Habían pasado veinte días y Hoseok empezaba a tener tics nerviosos de tanto contenerse. Lo peor había sido cuando su vecino le tocó el timbre, había llegado con su pijama y sus labios hinchados que tanto le gustaban. 'Me dieron ganas de hacerlo' le había dicho y el castaño estuvo a punto de lanzársele como un puto necesitado. Por suerte su teléfono sonó y le hizo entrar en razón. Por las noches -justo cuando era su hora para masturbarse- pensaba que era un idiota, si no le hubiese demostrado lo mucho que le afectaba podría haberlo hecho sin que se diera cuenta. Pero, ¿podría vivir con la mentira? Después de todo era demasiado honesto, no iba a poder ocultarlo.

El viernes de esa semana llegó, la comida china que se habían pedido estaba a punto de llegar. Dejó que el mecánico fuese a buscarla, le relojeó el trasero y luego los brazos, le gustaba como se vestía, era tosco. También había descubierto que no se sabía sacar fotos y no usaba redes sociales. Era lisa y llanamente un ser de otro mundo, en parte lo agradecía, si no le gustaba como se vestía seguramente si viera su Instagram no lo hubiese ni tenido en cuenta.

Hoseok esperó a que el chico dejara la comida en la mesa ratona y cuando volvió a sentarse en el sillón se acostó sobre sus piernas y cerró los ojos, pasando los dedos por la rodilla ajena. Tenia puesto un suéter rosa que le cubría los dedos, había tratado de vestirse adorable, aunque era realmente difícil para su armario.

No tardó mucho en sentir unas caricias suaves en su cintura. Aunque no tenían casi contacto físico, el moreno siempre le acariciaba alguna parte, el rostro, los cabellos, la espalda, Hoseok no estaba seguro si eso era bueno o malo. En parte le volvía demasiado loco y no había liberación de por medio. Por otro lado se había encontrado necesitado de caricias.

Comenzaron a comer, esa noche el mayor había decidido intentar engatusar al moreno y hacerlo caer a sus pies. Al menos era idea principal.

El portero sonó en medio de una conversación y cuando el castaño se levantó a abrir un chico pequeño de expresión casi nula y ropas gigantes estaba en frente, Hoseok perdió el color en su rostro como si le hubiesen dado mil golpes en la cabeza.

— Hyung... ya no me ignores. Te he llamado mil veces y no me atiendes, podemos seguir como estábamos. N-no me quejaré más... — el chico de cabellos castaños oscuros hablaba con lagrimitas en sus mejillas. Era adorable, como un gato mojado por la lluvia.

Mal momento. No. No ahora.

Hoseok estaba en crisis, con sus ojos muy abiertos y la mirada que se le desviaba a todos lados. No pasó mucho tiempo hasta que tuvo al moreno al lado. Los chicos se miraron, hubo un silencio y luego un gemido por parte del más bajo de todos.

— Todavía no ha pasado un mes... dijiste que lo intentarías. ¿Ya estas con otro? Y-yo... Maldición, hyung. ¿Cuándo cambiarás?— su voz era gruesa y Hoseok hasta ese día estaba seguro que el chico le encantaba, pero no lo hacía vibrar de deseo. Se había aburrido luego de un tiempo, aunque habían tenido una relación abierta. Pero, ¿para qué explicarlo? Hyunwoo se veía enojado, la pequeña e inesperada visita se había esfumado sin esperar respuestas, habiendo llegado solo para detonar la bomba. El moreno tenía una expresión neutra y agarraba sus cosas, haciendo obvio que se iba a ir.

— No puedes. No puedes irte. — Hoseok no tardó en cerrar con llaves y meterse la mismas en el pantalón, estaba tan concentrado en hundir las llaves en sus super apretados jeans que se exaltó al sentir una mano empujándole y apretando su cuello contra la puerta. La respiración se le hizo imposible y golpeó la madera con las palmas, mirando hacia el muchacho, subió las manos para agarrarle la muñeca. Hyunwoo estaba sobre sus labios y le miraba de una manera que no habia visto antes, como si se lo fuese a devorar.

Red lips [Showho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora