Estoy tumbada en mi cama. Llegué hace poco más de una hora al apartamento que comparto con Adele, pero siento la soledad en él. Ella se ha ido de viaje y muero porque regrese.
Mi estómago gruñe, y caigo en cuenta de que no hay nada de alimentos en el refrigerador, así que con mucho cansancio me levanto de la cama, tomo mi bolso y salgo en busca de algo que comer. Mi trayecto es más corto de lo que esperé. Estaciono en el aparcamiento y bajo de mi auto.
Al entrar me doy cuenta de que no hay muchas personas, por lo que decido irme a la barra. Un chico detrás de ella se me acerca.
— Buenas noches, señorita. ¿Quiere que le traiga la carta, o prefiere el menú del día?
— Prefiero la carta, gracias.
— Con gusto —dice antes de retirarse.
Me permito observar el lugar, está un poco cambiado desde la última vez que vine, ahora las butacas son de color negro con espaldar circular y la repisa de los licores es muy original. Aún ensimismada en mis pensamientos percibo como alguien se sienta a mi lado, pero no le presto mucha atención. El chico vuelve y me decido por un filete y una soda dietética
— Yo que tú pediría un merlot, se marida excelente con tu filete —comenta quien que se encuentra a mi lado.
— El joven Hale tiene razón, de hecho, tenemos una cosecha del 2003 que es sublime —aconseja el hombre de la barra.
Me vuelvo para aclarar la situación y darles a conocer que no tengo edad para consumir alcohol, pero pierdo el habla al ver que el chico que está a mi lado me sonríe de manera coqueta y sus hermosos ojos color azul grisáceo no separan la mirada de mí.
— E..eh de hecho...
— Eso lo tomo como un sí — exclama y luego se dirige al hombre de la barra —tráenos dos copas, Bruno, por favor.
Quiero decir algo, pero siento las palabras atoradas en mi garganta. Lo único que conozco de él es su apellido Hale, ese apellido que me torturó por años. De inmediato alejo esas ideas de mi mente. Empezar a atormentarme nuevamente con esos pensamientos no harían más que obstaculizar por lo que he venido aquí, que es superarlo y seguir adelante.
— Mucho gusto, me llamo Christopher —tiende su mano amablemente.
Me lo quedo mirando sin decir palabra.
— Al parecer no eres muy habladora —me observa con una ceja alzada.
— Addison, me llamo Addison —suelto de golpe — y la verdad no creo poder aceptar tu oferta del vino —eso ultimo sale de mis labios sin siquiera meditarlo.
Él me mira confundido y justo en ese momento llega mi orden, decido guardar silencio y reanudo la conversación cuando el mesero se marcha.
— No tengo edad para consumir alcohol.
— Tranquila, no sucederá nada si te quedas conmigo —responde con un tono de voz bajo pero seductor.
Comienza a servir el vino en ambas copas para luego tenderme una. La acerco a mis labios y siento como el líquido frío y un poco amargo, pero a la vez delicioso me recorre la garganta, creo que incluso hasta solté un pequeño gemido de placer. El vino me recuerda a uno de los pocos momentos felices con mis padres.
Luego de un par de bocados me vuelvo y veo que Christopher me observa detenidamente. Le sonrío de manera tímida y veo como separa sus labios para decirme algo. Pero no lo hace, ya que lo interrumpe el sonido de su teléfono. Frunce el ceño al ver la pantalla, pero no contesta.
— Lo siento, linda, dejaremos esto para después —se levanta de la butaca y llama a Bruno —pon todo a mi cuenta —dice saliendo del lugar.
Vaya, eso ha sido extraño,aunque espero que lo que me ha dicho sea cierto.
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INCIERTO
Teen Fiction¿Acaso la edad condiciona el sufrimiento? Jamás se está preparado para lo que me tocó vivir. La vida a algunos les da pequeñas embestidas, pero a otros, como en mi caso, nos lo quita todo. Ésta es mi historia, ¿quieres conocerla?