"La noche sin luna"

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A este punto ya no importaba cuanto más vagará, no importaba si lograba encontrar una farola, mi pésimo sentido de orientación haría que cualquier punto de referencia se convirtiera en un desvío más. Mis pies y piernas me ardían por la extensa caminata. Decidí detenerme un rato - no tenía sentido seguir caminando cansada- me senté en el suelo bajo la fresca sombra de un roble. Con cada minuto que pasaba, la cálida luz del Sol se volvía más tenue, anunciando así la llegada del atardecer. Más pronto de lo que deseaba creer iba a empezar a anochecer, si eso sucediera me sería imposible asegurar que a la salida de Sol volviera a despertar.


"- Si tan sólo mamá siguiera aquí -dije para mí misma mientras me recargaba aún más en el rasposo tronco."

Mi respiración se acelerar, sudor empezaba a salir en mi frente, axilas y en mis corvas. Quité el sudor de mi cuerpo y comencé a rebuscar dentro de la versátil mochila - que ya hacía buen rato que venía cargando conmigo- , luego de unos agobiantes minutos encontré un envase con agua adentro. Abrí el envase y empecé a tomar del líquido, un trago, dos, tres, paré en el tercer trago. Volví a meter el envase en la mochila y pesadamente me levanté del polvoso suelo. Si quería volver la luz del amanecer debería buscar un lugar seguro donde resguardarme. Aunque tenía dinero como para quedarme en una posada, pero fui tonta, pasé de aquella que vi hace una media hora creyendo que encontraría otra.

Tomé de vuelta mi caminata, deseando encontrar un sitio tranquilo y amplio donde descansar la amenazadora noche. Mientras caminaba - agotada de ver el mismo paisaje frente mío- gire mi cabeza hacia mi izquierda, entre la basta espesura de los arboles se veía una atrayente e hipnótica luz de tonalidades rojizas. No me importaba perderme más, deseaba esa luz, deseaba tenerla y sentir su calidez. Giré todo mi cuerpo hacía la dirección del destello rojizo, lentamente comencé a adentrarme entre los vastos árboles, estos mismos (al estar tan cerca de ellos) con sus ramas rasguñaban mi expuesta piel, rasguños lo suficientemente finos como para no dejar marcas, pero lo suficientemente profundos para hacerme sangrar. Por más que me acercara a la luz la distancia no se acortaba entre ambos desesperada -comencé a correr, sin embargo, tan pronto como comencé a correr, paré. Sentía la presión de alguien más, su mirada fija en mí, miré hacia todas las direcciones posibles, lamentablemente la oscuridad y la falta de luna me hacían imposible ver si realmente había algo cerca de mí. Tomé una larga respiración, inhalé y exhalé. Corrí, corrí tan rápido como mi debilitado cuerpo me permitía. Con tal reacción de mi parte sentí que aquella presencia se hacía más pesada. Podría ser la presión del momento o mi imaginación, pero por un segundo vi unos ojos azulados. Casi me golpeo contra el tronco de un roble, afortunadamente logré moverme a tiempo y evitar un contratiempo.

Fijé mis ojos en la luz rojiza, ahora ya no sólo era un destello tenue, con cada paso aumentaba su brillo y tamaño. Mi cuerpo me exigía detenerme, ignoré todo sufrimiento y aumenté mi velocidad. Estaba frente a frente de la casi cegadora luz, cerré mis ojos, alcé un brazo y toqué la luz. Sentí como mi fatigado cuerpo se revitalizaba y curaba. Una brisa digna del otoño me golpeó, remolineando mi cabello y obligándome a abrir mis ojos.

Ya no estaba en el oscuro bosque de mi ciudad. El suelo era rocoso y de el crecían varias espuelas de caballero de color rosa pálido, también lograba ver un pequeño lago cristalino, el cual reflejaba la luz pálida de la Luna.

"-Espera, ¿qué?- pensé en voz alta. -Supone que hoy no debería haber luna- miré hacia el cielo, y ahí estaba, una media Luna brillaba junto a miles de estrellas."

En el reportaje habían dicho que no habría luna hoy, ¿entonces cómo se explicaba el hecho de que encima mío se encontraba brillando? Mi respiración se comenzó a acelerar, esta vez el sudor se acumulaba en las palmas de mis temblorosas manos. No estaba en mi ciudad, eso era seguro, pero tampoco parecía que me encontrará en una ciudad cercana. Parecía que me encontraba en otro país, pero eso era imposible, necesitaría un mes para ir a otro país, y solo camine medio día. El sudor ya no sólo estaba en mis manos, mi cuello se empezaba a llenar de sudor rápidamente también, sentía como mi garganta se estrechaba un ataque de ansiedad en ese momento. Me senté en el rocoso suelo y respiré profunda y lentamente. 10 minutos, ese fue el tiempo que tardé en relajarme por completo. Tenía miedo, por supuesto que sí, pero necesitaba pensar en una manera de salir de esta situación. Miré al mi alrededor una vez más, no parecía que nadie residía en aquel singular lugar, coloque mis manos en mis sienes y las masajee. Logré sumergirme en una concentración profunda, continué pensando, y así por un largo rato. Como desearía que ese momento de serenidad hubiera durado más, pero el destino no me quiso sonreír.

Ojos azulados, luz rojiza [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora