"Rosas de bronce"

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Faltaban únicamente dos días para que se cumpla la tercera semana de mi estadía en aquel lugar, o, mundo, como yo preferiría llamarlo. Eran días laboriosos y los sentía más largos que en <<nuestro mundo>>; algunos días debía alimentar a los animales de ganado, sin embargo, esos animales poseían una inteligencia superior a los <<nuestros>>, inclusive que algunas personas. Otros días bajaba a un deslumbrante lago a recoger agua, tan limpia y clara que se podía confundir con cristal.

Principalmente realizaba labores del hogar, como cuando solía ir a la granja con mamá; mientras que yo laboreaba, mi acompañante preparaba la comida o salía a comprar suministros y vivieres. Pese a nuestro encuentro fue algo incómodo y estúpido rápidamente nos volvimos "amigos cercanos".

"- Bueno, no suelo ser tímido, pero... pero es algo intimidante conocer alguien tan... diferente - fue lo que me dijo al conocerlos con una risa nerviosa que me encantó."

Su nombre, Daveed, era igual de resplandeciente que sus ojos anaranjados con motas grisáceas; era alto, igual o más que los jugadores de basquetbol de mi bachillerato, su piel tenía un perfecto tono bronceado y su voz no era inmensamente grave, sino lo justo. Su actitud conmigo era sumamente amable y algo torpe; solía sonreír y mover mucho las manos, sin embargo, era un terco de primera clase, todos los días me acompañaba a recoger agua pese que le decía que era innecesario.

"- Las mujeres aquí son tan pocas que todos están locos por conseguir una, no dudarían en tomar cualquiera que vean a la lejanía, y dudarían menos con una joven tan singular y bella - era lo que me decía cuando le daba una negativa a su petición."

Cada vez que me decía esa frase recordaba al joven de ojos azules, escalofríos recorrían mi espalda con aquel recuerdo. Daveed disfrutaba de contarme historias suyas para alejar mi mente de ese recuerdo. Aparentemente, le gustaba hacer alpinismo y montar a caballo.

El último día que faltaba para cumplir mi tercera semana ambos estábamos en un mercado concurrido por gente de todo tipo, tomaba a Daveed del antebrazo para no perderme entre la atareada multitud, llevaba puesta el abrigo de pieles "prestado" del acosador. Se suponía que veníamos a comprar ropa para mí y algún que otro capricho. Daveed había peinado mi cabello en forma de una trenza transversal, por alguna razón él amaba mi cabello, lo trenzaba y cepillaba a diferencia del suyo que detestaba; era rizado y completamente negro con puntas extrañamente rubias.

"- Aún no comprendo por qué no te gusta tu cabello, es raro, sí, ¿pero acaso lo inusual no es hermoso? - hablaba mientras observaba los puestos."

"- No siempre es así. Por ello se dice << Para gustos, colores>> -."

"- Como tus ojos - dije campante picando su mejilla y él hacía pucheros."

Pasamos a lado de una mercería, Daveed la señaló y me invitó a revisar algún vestido. Desde el día de ayer estaba muy terco de comprarme al menos dos, le disgustaba que solamente tuviera la ropa con la que llegué y un par de vestidos desgastados. Entre los montones de vestidos y camisones encontré, entre las profundidades del baúl, un precioso vestido de algodón teñido en un degradado rosa viejo me llegaba un poco más alto de tobillo, el corsét era sencillo, pero delicadamente bordado, un listón negro ajustaba la cintura; en resumen, era perfecto para mí.

"- ¿Te gusta, Daveed? - dije mientras le enseñaba el vestido, una sonrisa decoraba mi rostro."

Daveed pensó un rato, tomó el vestido y lo observó detenidamente, lo colocó en mi cuerpo y revisó, su mirada era neutra y pensante. Tocó la tela y asintió, mi sonrisa se ensanchó aún más y volví a mi búsqueda de otro vestido.

Ojos azulados, luz rojiza [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora