Cap. 1: Nacional

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Me encontraba sobre una calle cubierta por 4 metros de nieve cuando un conjunto de ventanas llamó mi atención. La llegada de un buen recuerdo de la buena vida no se hizo esperar y me golpeó tan fuerte que me sentí obligado a acercarme. Las ventanas estaban cerradas y se me dificultaba abrirlas, por lo que tome la pala que tenía cargada en mi espalda y la rompí tras varios golpes. El vidrió estalló en mil pedazos, dándome lugar para que me adentrara en la habitación en penumbras. Tras prender la linterna pude observar algunos detalles de la habitación y una idea se fue formando en mi mente sobre qué lugar podría ser aquel. Al divisar una puerta y atravesarla me choque con escaleras de metal con pequeños descansos que bajaban hacia un mundo de nieve. Cuidadosamente bajé las oxidadas escaleras, un corte, seguido de una infección, puede ser fatal en estas extremas condiciones. Al llegar al segundo piso divisé luz, eso significaba vida humana, baje mis expectativas y recordé las palabras de mi amigo antes de morir de hipotermia: "la luz de un humano puede ser tu salvación, como también el preludio de tu muerte". Lo que quería decirme era que no confiara en las personas, la locura era frecuente, casi a la par del canibalismo.

Entré en la habitación iluminada con la pala en posición de combate, pero los rostros de fatiga, frío y tristeza de los residentes de la misma me hizo eliminar cualquier sospecha de amenaza. Estos eran 3, una madre con sus hijos. La señora parecía tener alrededor de los 50 años y parecía sufrir de alguna enfermedad por cómo tenía la mirada perdida clavada en el fuego, mientras que el chico entre 20 y 25 años mientras que la chica 14 u 16.

Mi presencia en aquel lugar no era grata, la primer reacción del chico fue la de atacarme con una madera con clavos, afortunadamente la señora gritó, que hizo que a este se le cayeran la tabla, dándome la oportunidad de saltar sobre él y poner la pala a la altura de su cuello. "Quédense quietos y no les pasará nada" les grité. Ninguno hizo movimiento alguno por lo que salí de arriba del chico y lo ayudé a levantarse.

"Mi nombre es Facundo y perdón por haberlos asustado, pero necesitaba tener el control y evitar una tragedia"- Les dije intentando tranquilizar el ambiente.

"No importa quién seas, vete y deja a mi familia en paz"- contestó la chica.

"Necesito un lugar donde quedarme para pasar el invierno o de lo contrario moriré congelado"- Contesté firme pero dejando ver un poco de angustia y ansiedad.

La conversación se vio interrumpida por un nuevo gritó de la madre, esta señalaba la puerta por la que entré. No tuve la velocidad para voltearme cuando un cuerpo de 2 metros de altura saltó sobre mí, dejándome boca abajo en el suelo. El chico tomó la tabla con clavos y atacó al cuerpo en la cabeza, de no haberme movido probablemente hubiera muerto yo también. La criatura saltó hacia atrás del dolor -aún con la tabla en la cabeza-, antes de poder hacer nada para ayudar, la chica tomó la pala del suelo y se la clavó en el cuello del humanoide de dos metros. Junto con su hermano ambos empujaron la pala hasta separar la cabeza del resto del cuerpo.

"No pensé que pudiera haber mutantes en este lugar"- Comenté levantándome del suelo.

"La planta baja está llena, con la nieve quedaron atrapados, pero cada tanto logran salir y atacan cualquier cosa que se mueva"- Me contestó el chico. "Mi nombre es Carlos, ella es mi hermana..."- Carlos se vio interrumpido por su hermana.

"Soy Camila y ella es Mónica, nuestra madre"- Así dio por terminada la presentación.

"¿Cómo terminaron acá y cómo es que este lugar está repleto de mutantes?"-Pregunté sentándome en una de las sillas que había en el lugar.

"Te contestaré la segunda pregunta así podrás entender la primera"- Me miró Carlos fijamente por segundos, pero tras intentar recordar sus ojos lagrimearon y dirigió su vista al fuego del centro del círculo donde se encontraban. "¿Recuerdas el 11 de mayo de 2057?"- Dirigí mi mirada hacia él y asentí. "Bueno, ese día se cumplían los 150 años del Colegio Nacional de San Isidro, o coloquialmente conocido como El Nacio"- Me sorprendió escuchar el nombre, mi padre había estudiado en este colegio y ahora yo me encontraba en él tratando de sobrevivir con unos desconocidos. "Durante la fiesta se oyeron las sirenas por las calles, sonaban todas las sirenas, finalmente las potencias mundiales planeaban invadirnos en busca de nuestros recursos, pero la Federación Sudamericana de Naciones y México no lo permitirían, enlistaron las cabezas nucleares en dirección a Los Estados Unidos de América, el Imperio Británico, la Federación Europea, la federación Euroasiática y el Imperio Popular Chino. El intercambio nuclear no se hizo esperar, cabezas nucleares cayeron en La Plata, Córdoba, Mendoza, Rosario, Sao Paolo y demás ciudades sudamericanas. La tercera guerra mundial había pasado a ser nuclear, pero no quedó ahí, Estados Unidos había desarrollado armas químicas y biológicas que acompañaban las ojivas nucleares, una de ellas se detonó en Buenos Aires, como bien sabes. En ese momento de caos, creemos que las personas dentro del Nacio empezaron a mutar, y no eran unos pocos, eran cientos de personas, padres y niños..."- No pudo terminar de relatar, ya que se encontraba llorando y su hermana lo consolaba.

"El perdió a su novia en este lugar, también perdimos algunos familiares que asistieron a la celebración"- contestó Camila explicando el repentino llanto de su hermano.

"¿Cómo terminaron los tres aquí?"- Pregunté realmente intrigado.

"Mi madre y yo no pudimos asistir a la celebración porque ella tenía médico, Carlos trabajaba así que tampoco pudo asistir, por suerte estábamos lo suficientemente lejos de San Isidro cuando cayó la bomba en la avenida principal"- Ella miraba a su madre con tristeza.

"Qué tiene su madre, quién no ha dicho una palabra desde el gritó de alerta"- Pregunté sin poder evitarlo.

"No lo sabemos, no llegaron a darnos un diagnostico antes de que sonaran las alarmas y tuviéramos que evacuar"- Volvió a dirigir su mirada hacia mí.

"Yo tenía que buscarlas después del trabajo, pero cuando las sirenas sonaron salí en su búsqueda lo más rápido posible"- Esta vez era Carlos quien hablaba, hizo una pausa, respiró profundamente y prosiguió. "Pasamos de refugió tras refugio hasta toparnos con el Nacional, en ese momento éramos perseguidos por 5 mutantes, a nuestra suerte la nieve estaba cayendo y sus movimientos eran torpes, por lo que logramos escapar y entrar al nacional. Lo que no previmos era que dentro del mismo la cosa se pondría peor, gracias a dios unos sobrevivientes nos ayudaron, desgraciadamente ellos ya no se encuentran con nosotros".

La habitación se encontraba en silencio, en un silencio lleno de tristeza por los caídos y por los que están por caer.

CNSI-PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora