3. Todo vuelve a su lugar

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Candy:

Si has recibido esta carta, significa que estoy a tiempo de enmendar mi error. Te pido de favor que antes de reclamarle algo a Terry, leas todo lo que tengo que decirte.
Les hice daño al interponerme entre ustedes dos. Amé a Terry desde la primera vez que lo ví, pero él solo tenía ojos para ti. Siempre lo supe. Por eso te eché del hotel aquella noche de la obra benéfica en Chicago. De no haber sido por mi egoísmo, se hubiesen reencontrado. Al otro día vi a Terry angustiado porque no pudo localizarte y luego esos escasos segundos en que te vio con tu uniforme blanco corriendo hacia el tren bastaron para devolverle la sonrisa. Pero eso no me importó porque lo quería para mí. En ese tiempo me acerqué a él para hacer que se fijara en mí y nunca lo conseguí, ni siquiera cuando obtuvimos los papeles de Romeo y Julieta. Sé que cada pensamiento, cada línea que recitaba, cada melodía de su armónica y cada latido estaban dedicados a ti.
Cuando me enteré que vendrías al estreno, me moría de celos y envidia, así que intercepté varias de tus cartas para que la comunicación entre ustedes fuese irregular y yo poder ganar algo de tiempo.
Al suceder el accidente, todo se derrumbó. Días antes del estreno Terry venía a visitarme, pero no porque me amara sino porque sentía culpa. Aún así me aferré a esas muestras de preocupación y sabía que eran las únicas que podía tener, pero no me importaba. En una ocasión le pregunté si habías venido y me contestó afirmativamente sin poder contener su alegría. Deseaba que me mirara a mí de esa manera. Como sabía que no podía competir contigo, me sumí en la desesperación. Así que decidí terminar con mi vida cuanto antes. Jamás esperé que fueras tú quien me salvaras de una muerte espantosa. Y más aún, que me cedieras al amor de tu vida para que yo fuera feliz. Nunca olvidaré tu nobleza.
Cuando te fuiste, el hombre que volvió a mí no era el mismo que yo conocí. Estaba completamente cambiado. Su mirada reflejaba desolación y angustia. Y me aferré más a las promesas que nos hicimos ambas. Lo amaría toda mi vida para compensarle el haberte perdido. Se quedó largo rato inmóvil en la ventana, como esperando que volvieras. Al ver que eso no ocurría me pidió que fuera su esposa. No imaginas lo miserable que me sentí al ver su mirada de remordimiento y lástima hacia mí. Rechacé su oferta. No podía aceptar casarme con un hombre cuya alma se había ido contigo, porque aunque físicamente se quedara a mi lado, su corazón te pertenece. Y esto no podría soportarlo, el saber que mientras cumpliría su deber de esposo conmigo, estaría pensando en ti. Así que al fin y al cabo sería un triángulo amoroso, aunque cumplieras lo prometido. No queriendo esto, hice un acopio de la poca dignidad que me quedaba y hablé con él. Al principio se desconcertó pero luego me entendió perfectamente. No imaginas la satisfacción que sentí al verlo tan feliz. No voy a negarte que me duele, pero tengo que aceptar la verdad, por cruel que sea.
Candy, me salvaste la vida. ¿Qué más puedo pedir? No quiero que sientas culpa por mí. Y si quieres restituirme de alguna forma, solo ama a Terry cada día de tu vida. Ambas promesas quedan anuladas y no hay deuda alguna. Yo salvé a Terry y tú me salvaste a mí. Así que estamos a mano.
Pronto partiré con mi madre a otro estado. Deseo empezar una nueva vida y recuperarme tanto física como emocionalmente. Les pido que no me busquen. Y por favor, sean muy felices. Lo deseo con todo mi corazón. Adiós.

Susana Marlowe

Nunca había leído una carta tan triste y emotiva a la vez. Procedo a guardarla. No pudiendo contener más el llanto me lanzo a los brazos de Terry. Siento una mezcla en mi interior. No puedo creer ese gesto de Susana, pero sus palabras son muy sinceras. Continúo sollozando largo rato mientras mi castaño rebelde me consuela y repite que todo estará bien, que no llore más y que me amará hasta el final de sus días. Alzo la mirada y veo esos ojos azules como el mar, tan cálidos y hermosos. Me acurruco en sus brazos, decidida a no volver a cometer la estupidez de abandonarlo nunca más.

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Mi pequeña Pecosa tarda un poco en tranquilizarse, pero al final podemos hablar y arreglar las cosas. Acordamos cumplir con los deseos de Susana y los nuestros también. Le pido que sea mi novia, lo cual acepta sin pensar. Nos miramos a los ojos y sellamos nuestro amor con un cálido beso. ¡Qué bien nos sentimos! No pensé en que si entra la mucama y nos encuentra en esa forma tan comprometedora puede escandalizarse, pero no nos importa. Los rebeldes del Real Colegio San Pablo vuelven a sus andadas. Continuamos conversando hasta que la joven toca a la puerta. Como tanto se temía, todo Nueva York se encontraba paralizado por la tormenta. Así que estaremos varados aquí al menos un par de días. Ella nos indica que en media hora servirán el desayuno, y como Candy se siente mejor, me pide que la dejase a solas para asearse y cambiarse de ropa. Yo le digo que mejor se quede en cama pero se niega, aduciendo que era bueno caminar un rato para no entumecerse. Conociéndola, tendría que atarla a la cama para que se estuviese quieta, así que accedo a su pedido con la condición que tan pronto comiera, vuelva a su cuarto a descansar. Mientras ella hacía lo propio, yo voy a la recepción a reservar una habitación para poder al menos darme una ducha y rasurarme. No tengo equipaje, pero no importa. Estoy junto a la mujer de mi vida y eso basta.

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Termino de vestirme y arreglarme. Me siento un poco débil todavía pero necesito moverme. Terry toca a mi puerta y bajamos juntos a desayunar. ¡Estamos tan felices! Recuerdo perfectamente esa sensación de mariposas en el estómago. Luego de haber comido, regresamos a mi cuarto. Me ayuda a acomodarme en la cama como niña pequeña y se sienta nuevamente a mi lado. Está un poco nervioso. Me dice que tenía planes para ambos anoche luego del estreno. Pero como no se pudo hacer lo que tenía pautado, no deseaba perder más tiempo esperando que se presentara otra ocasión apropiada. Así que saca una cajita de su bolsillo, la abre, se arrodilla junto a mí y me pide que sea su esposa. Por supuesto que acepto y me coloca el anillo. Nos abrazamos y besamos como si no hubiese mañana.

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¡Soy el hombre más feliz del mundo! Mi adorada Tarzán me acepta como prometido. No puedo creer que tan solo en unas cuantas horas todo haya cambiado tan drásticamente. Pero así es la vida. Debido a la tormenta de nieve, permaneceremos juntos dos días. Pasamos la mayoría del tiempo hablando de nuestros planes para el futuro. Hasta que llega el momento en que podemos salir del hotel y Nueva York vuelve a la normalidad. Y me niego a dejarla regresar a Chicago.

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Entre lágrimas de despedida, besos, abrazos y promesas nos despedimos Terry y yo. Antes de dejar el hotel, tenemos una pequeña discusión. Le digo que no puedo dejar todo tirado en Chicago. Tengo un empleo y además estoy cuidando de Albert. Mi rebelde suele ser posesivo pero una vez reacciona, entra en razón. Me deja ir con la condición que arregle todos mis asuntos y regrese pronto. Eso es justo lo que haré. Cuando escucho la última llamada antes de abordar el tren, nos abrazamos muy fuerte. "Te amo" -me susurra al oído. "Yo más"-le respondo. Vuelvo pronto, amor. Espérame.

Tormenta de nieve (Minific)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora