1. Huyendo sin éxito

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En la vida existen eventos tan traumáticos que sientes no recordar nada. Lo ocurrido momentos antes en las escalinatas del hospital fue uno de esos sucesos que destruyen tu alma en mil pedazos, sin esperanza de poder recogerlos y comenzar de nuevo. Yo, que siempre me había considerado una chica fuerte y decidida, ahora me siento indefensa ante el peso de la culpa y la soledad que comienzan a asediarme como fantasma. He soportado abandonos, traiciones, carencias y calumnias en mi corta vida, pero esto es demasiado para mí. Salí corriendo como desquiciada del hospital sin mirar a Terry. ¡Dios! Aquel abrazo era una súplica. ¿Cómo no me di cuenta antes? Un abrazo que para la mayoría sería considerado inapropiado e indecoroso, encerraba el más puro sentimiento. Mi rebelde me dijo cuánto me amaba. Lloró sobre mí. Él... que no hacía eso con nadie más. Estaba destruido.No hay salida para nosotros. Susana lo había salvado ¿qué más podía hacer yo? Decidí quitarme del medio. Sí, lo sé ¡la impulsiva Candy al ataque de nuevo! No miré atrás porque si lo hacía, no sería capaz de cumplir mi promesa.
Camino bajo la nieve. Los recuerdos borrosos se acumulan en mi mente. Voy hipnotizada y aturdida. Lloro amargamente. Luego reacciono y vuelvo al hotel por mi equipaje para tomar el tren nocturno de vuelta a Chicago. Quiero dejar esta maldita ciudad cuanto antes.

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Me quedo largo rato mirando por la ventana viendo la nieve caer. Resulta contradictorio que en pleno diciembre, mientras se acerca la Navidad y con ella toda la algarabía que representa, yo me sienta el ser más miserable sobre la faz de la tierra. Una hora antes ella se había marchado del hospital, dejando a Susana en mis manos. Candy... Típico de ella, siempre pensando en los demás. Creo que esta vez se excedió. No me dio oportunidad. Le hizo una promesa a esta pobre mujer que me ama, sin consultarme. ¿Es que acaso mis sentimientos no cuentan? ¿Desde cuándo se considera honorable estar al lado de alguien que no amas? Reacciono. La dejé ir. Pude haber corrido tras ella. Quizá no me hubiese aceptado de vuelta, testaruda como ella sola. Pero no me importaría. Tenía que intentarlo. No podía permitir que nos separaran de nuevo. ¡No! Primero el Duque me aleja de mi madre, para luego confinarme en aquel maldito colegio. Luego Eliza nos tiende aquella trampa. Y ahora esto. ¿Qué he hecho para merecerlo? ¿Para qué me salvó Susana? Era preferible morir amando a Candy que vivir al lado de esta chica solo por gratitud. Me hubiese ido gustosamente a la eternidad con los recuerdos de mi Pecosa.

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Nueva York. Nunca he sentido un frío similar en mi vida. Camino por tus calles por un tiempo que me parece interminable. Recuerdo el obsequio de Stear y lo abro. Me consuela un poco. ¡Demonios! Debo buscar mi equipaje. Continúo mi rumbo y llego por fin al hotel. Recojo mis cosas y bajo a recepción a cancelar mi cuenta. El recepcionista, muy atento, pide un coche para que me lleve a la estación. Las condiciones climáticas empeoran. Aún así, decido partir. El aire de esta ciudad es muy pesado. Apenas puedo respirar. Me siento a esperar que llegue el coche. De repente me siento mareada.

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Sigo en mis cavilaciones mirando por la ventana. Guardo la ridícula esperanza de que ella regrese, pero eso no ocurre. La conozco demasiado y sé que no volverá. No siento nada en mi interior. Nada. Pero es tiempo de volverme a mirar a Susana. No puedo seguir escondiéndome. Me volteo y le digo que me he decidido por ella y que nos casemos pronto. Abre los ojos muy incrédula. ¿Qué diablos acabo de hacer? ¿Hace unos minutos quería correr tras Candy y ahora le propongo matrimonio a la causante de mi desdicha? ¡Qué mezquino soy! Al parecer Susana percibe mi semblante atormentado. Me responde con un NO rotundo que se dejó sentir. Me pide que la perdone, pero no acepta mi propuesta. ¿Estaré escuchando bien? Hace un par de horas trató de suicidarse por que no la amo ¿y ahora me rechaza? ¿Acaso está loca? Me pide que hablemos. Me siento a su lado y la escucho. Nunca hubiese esperado tanta sensatez de su parte, algo inusitado en ella. Desea escribir una carta para Candy. Le alcanzo los papeles y la pluma. Al parecer es extensa ya que tarda un poco. Me la entrega y me hace prometer que buscaré a su destinataria y se la entregaré personalmente. Luego me da las gracias y se despide de mí. Me pide que no regrese a visitarla. Veo que contiene sus lágrimas a la fuerza. Pero insiste que me marche. Tomo su mano, la beso en señal de agradecimiento y salgo de aquella habitación para no volver jamás.

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Despierto y me doy cuenta que continúo en mi cuarto del hotel. A mi lado se encuentra la mucama colocándome paños en la frente para disminuir la fiebre. Dice que llamaron un doctor y llegará enseguida. Me duele el cuerpo terriblemente. Ahora tengo que posponer mi viaje. Lo más que deseo es huir de aquí, pero esta inoportuna enfermedad torció mis planes. ¡Ni modo! A esperar las indicaciones del doctor y una vez recuperada, tomo el tren. No tengo más alternativa. Al fin llega el médico y me revisa. Me informa que afortunadamente no es nada grave, pero debo cuidarme. Me receta unos antibióticos y ordena reposo absoluto por tres días. ¡Tres días! Mi agonía se niega a acabar. Yo queriendo largarme y ahora resulta que no puedo siquiera salir del hotel. Entra nuevamente la mucama y me notifica que habrá una tormenta de nieve durante las próximas horas y han cancelado todos los viajes hasta nuevo aviso. Ahora sí que permaneceré en Nueva York por tiempo indefinido.

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Salgo del hospital con el sobre en el bolsillo de mi chaqueta. El viento gélido azota mi rostro. Corro lo más que puedo. No hay tiempo que perder. El tren no sale hasta muy entrada la noche. La alcanzaré y le pediré que no me abandone. Le diré todo lo que significa para mí. Que mi vida sin ella no tiene sentido. Que logró escudriñar mi alma dejándome sin defensas. Llevo también la cajita con el anillo que compré para ella. Le pediré matrimonio aunque me insulte. Me arrodillaré si es preciso hacerlo. Pero no la perderé de nuevo. Corro desesperadamente. Por fin llego a la estación, pero está casi vacía. ¡Qué extraño! Indago en la boletería y me indican que todos los viajes han sido suspendidos. Al parecer la tormenta de nieve que se aproxima será fuerte. A pesar del sombrío panorama, renacen mis esperanzas.¡Candy sigue aquí! Obviamente debe estar en el hotel. Pido un coche y me dirijo al lugar. Estoy más ansioso que nunca, pero feliz. Muy feliz.

Tormenta de nieve (Minific)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora