4. De Chicago a Nueva York

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Mi adorada Pecas:

No sabes cuánto te extraño. Apenas va una semana que te fuiste y siento que se ha hecho una eternidad. Trato de mantenerme ocupado ensayando. Estamos presentando hasta tres funciones diarias, pero aún así siento que me sobra tiempo. Como estamos a solo un par de semanas para Navidad, Broadway está repleto de visitantes que acuden al teatro. La ciudad está hermosa y más iluminada que de costumbre, pero me faltas tú.
Regresa, mi amor. Espero puedas poner en orden tus asuntos. Me encantaría que pasaras las fiestas conmigo, aunque no sé si será posible que estés aquí tan pronto. Espero tu respuesta. Recuerda que este mocoso engreído te ama más que a su vida misma.

Tuyo
Terry

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Querido Terry:

Yo también te he extrañado demasiado. Los turnos en el hospital son interminables. Por lo menos al llegar a casa no me siento tan sola. Te comento que Albert continúa en franca mejoría. Le pedí que viniera conmigo a Nueva York, pero se negó. Así que tendré que dejarlo. También Stear, Archie, Annie y Patty están muy felices por nosotros. Tan pronto puedan irán a verte en tu papel de Romeo.
Los que al parecer no están nada contentos son Eliza y Neil, quienes ya fueron a desacreditarme ante la tía Elroy. Pero eso no es novedad. Le escribí al abuelo William informándole lo que voy a hacer. Me mandó a decir con George que contaba con todo su apoyo, como de costumbre. También les escribí a la Srta. Pony y la Hna. María, las cuales se alegraron muchísimo. Tengo casi todo listo ya.
El único inconveniente es mi empleo. Le presenté mi carta de renuncia al Dr. Lenard. Se mostró sorprendido pero la aceptó. Me entregó mis referencias para cuando me contraten en Nueva York. Pero no podré abandonar el Hospital Santa Juana hasta que finalice el año. Sé cuánto querías que llegara para las fiestas, pero no podrá ser. Lo lamento muchísimo Terry.
Aún así debemos animarnos. Pronto volveré a ti. Espero tu respuesta. Te amo.

Tuya
Candy

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Leo la carta de mi novia un poco decepcionado. Ese doctor es un patán, pero así es la vida. Me consuela el saber que al menos Candy viajará a principios de enero. Si no puede estar conmigo en las navidades, al menos sí estará presente para mi cumpleaños el día 28 del primer mes. Nada, hay que continuar. Sigo ensayando como demente. Damos muchas funciones seguidas para satisfacer la demanda. Robert nos informa que solo tendremos libres Navidad y Año Nuevo, en el resto daremos las funciones como de costumbre. Pienso en que pasaré esos días junto a Eleonor.

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Los días transcurren y al fin llegamos al 22 de diciembre. Esa tarde mientras doy mi ronda, mi compañera Judy viene a buscarme, diciendo que el Dr. Lenard quiere verme. Pienso que se trata de los turnos durante los días festivos. Entro a su oficina y me pide que me siente. Se ve muy afable y yo no entiendo por qué. Al notar mi desconcierto, procede a informarme que debido a una circunstancia inusual, esa tarde cesaba mis labores en ese hospital. Yo sigo sin entender nada, hasta que me grita "¿Qué espera, enfermera Candice? Tome el tren a Nueva York si quiere pasar la Navidad con el Sr. Graham. ¡Váyase ya!". Me quedo anonadada pero obedezco. Le doy las gracias, me despido de mis compañeras y voy corriendo a mi casa. No me imagino que Albert y mis amigos me esperan. Annie me ayuda a empacar y Patty prepara la cena junto a Albert. Los chicos bromean en la sala porque no me niego a subirme al nuevo auto diseñado por Stear para llegar a la estación. Pasamos ese par de horas riendo y recordando viejos tiempos. El tren hacia Nueva York parte a las nueve de la noche. Todos me acompañan hasta que abordo. ¡Cuánto quiero a esos amigos que se han convertido en mi familia! Me duele dejarlos, pero mi lugar está junto a Terry.

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Por fin llega el día 24. A mí francamente me da igual. Presentamos la obra tres veces y no sé cuál de ellas ha sido más exitosa. El público se desborda en aplausos y elogios. Al culminar la función de la noche, Robert dará una fiesta para la Compañía, pero no tengo deseos de ir. Él insiste tanto, que al final accedo acudir solo un momento. Quiero irme a mi casa cuanto antes ya que tantas funciones me tienen extenuado. Mañana cenaré con mi madre, así que he decidido pasar esta noche y todo el día siguiente descansando. ¡Cómo extraño a mi rubia enfermera atolondrada!

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El viaje a mi nuevo destino ha sido largo y agotador. Siento un alivio enorme cuando por fin llego a Nueva York. Estoy a solo instantes de reencontrarme con mi amado. ¡Qué emoción! Pero no sé si buscarlo en el teatro o en su casa.
Opto mejor por lo último. Además estoy muy cansada como para dar vueltas por la ciudad. Salgo de la estación y pido un taxi para llegar más rápido. Casi me duermo por el camino. El chofer detiene el auto en la dirección que le indico. El portero se acuerda de mí y me deja entrar, haciendo la salvedad que mi rebelde no se encuentra. Rauda y veloz subo las escaleras. Imagino la sorpresa que se llevará al verme. Pongo mi maleta en el suelo y me siento ahí. La función, según mis cálculos, había terminado hace más de una hora. No tendría que esperar mucho. De repente el cansancio me va venciendo y sin darme cuenta me quedo dormida.

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Asisto a la fiesta de la Compañía, pero estoy mortalmente aburrido. Saludo a varios de mis compañeros, bebo un par de tragos y al cabo de una hora decido retirarme. Esa noche me había llevado mi auto, así que llego a casa bastante rápido. Al bajar noto que el portero se había marchado. Saco mis llaves del portal y subo las escaleras. El edificio está en penumbra y solo se filtra un poco de luz proveniente de la calle. Cuando me acerco a mi puerta, veo una silueta humana acostada en el piso. Camino un par de pasos más y no puedo creer de quién se trata. A pesar de la oscuridad puedo distinguir las bellas facciones de mi adorada Pecas, quien duerme plácidamente. Parece un ángel caído del cielo. Me quedo extasiado contemplándola unos segundos. Luego reparo que debe estar muy exhausta la pobre y la llamo suavemente "Vamos, pecosa dormilona, despierta. ¿O acaso a los monos les gusta dormir en los pasillos?".
Se despierta inmediatamente y me brinda la sonrisa más hermosa que he visto. Nos abrazamos en la oscuridad por un tiempo que pareció interminable. Luego la beso, abro la puerta y le digo "Bienvenida a nuestro hogar. No sabes lo feliz que me has hecho. Y más un día como hoy". Veo que de sus ojos color esmeralda salen dos pequeñas lágrimas. Me dijo "Yo también soy feliz, Terry. Hoy iniciamos una nueva vida juntos. Te amo". "Yo también te amo, Candy. Voy a llevar tu equipaje a nuestra habitación".

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Otra chica en semejantes circunstancias se hubiese acobardado, pero yo no. Entro a la habitación decidida a consumar mi amor por Terry. No hay bodas lujosas, ni fiesta ni vestidos. Lo que sí hay, entre besos, caricias y pasión, la certeza de la entrega absoluta en cuerpo y alma. La sociedad y sus convencionalismos dirán que me revuelco con mi prometido. Pero para ambos, yo soy su esposa y él mi esposo, sin más testigos que nosotros mismos. Y es más que suficiente. Ha sido la mejor Nochebuena de mi vida.

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Anoche inicié un nuevo viaje junto a Candy. Hacerla mía fue la experiencia más sublime de mi vida. Ella ha recompensado con creces mi soledad y falta de afecto de mi niñez y juventud. Es mi todo, mi alma y corazón. No puedo concebir mi vida sin ella. La amo de aquí a la eternidad. Recibimos la Navidad entrelazados en nuestro lecho, desnudos y felices. Le dije que se pusiera un lindo vestido esta noche para cenar con mi madre. Imagino la sorpresa que se llevará al verla. Nunca me había sentido tan dichoso. Después de tanto sufrimiento, al fin expresamos nuestro amor más allá de las palabras. Es indescriptible.

Tormenta de nieve (Minific)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora