2. Escúchame, por favor

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Mi cuerpo descansa en esta cómoda cama de hotel, pero no así mi alma. Duermo a ratos, pero los eventos de hace tan solo un par de horas retumban en mi cerebro. No encuentro consuelo. Me duele el cuerpo debido a la indispocisión que sufro al haberme expuesto a la nieve. Eso se cura con los remedios del doctor. ¿Pero y mi corazón, quién lo cura? Eso es imposible. Me doy cuenta que sacrifiqué mi felicidad. Me siento tan tonta... Pero no puedo dejar que mis sentimientos me dominen. Debo olvidarlo. Lo conseguiré. Siempre logro lo que me propongo. "No Candy. No niegues lo evidente. Pasarás el resto de tu vida amando a ese rebelde hasta la locura. No te mientas". Mis pensamientos me acusan. Tendré que arreglármelas para seguir adelante... sin él. De repente tocan a la puerta. Es la mucama trayéndome una bandeja. Descubro que se trata de una contundente sopa. Me siento inapetente, pero me obliga a comer. Al terminar, me dispongo a intentar dormir. Necesito descansar.

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Afuera hace un tiempo malísimo. El cochero hace lo que puede, pero no logra ir más deprisa. ¡Estoy muy molesto! Necesito llegar a ese hotel. Mi vida depende de ello. Decido calmarme un poco. El pobre hombre no es culpable de mis miserias. Como todo caballero inglés, le ofrezco una disculpa. Él se limita a sonreír y me indica que falta muy poco. Siento alivio al fin. Ese día ha sido interminable. Tantas emociones y eventos juntos. Saboreé la gloria del éxito como Romeo. Pero duró poco. Al salir del estreno mi realidad se plantó frente a mí como verdugo, arrebatándome lo que más amo. ¡La amo más que a mi vida! Esa pequeña pecosa me salvó de mí mismo. ¿Cómo la vida puede ser tan cruel de quitármela? El coche se detiene. Por fin estoy frente al hotel. Voy por Candy, así sea lo último que haga en la vida.

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Despierto sobresaltada. Acabo de tener una pesadilla espantosa. Me ví bajando las escaleras del hospital y Terry me seguía. Gritó mi nombre varias veces, pero no quise mirarlo. Cuando decido hacerlo, lo veo llorando desconsoladamente. El tiempo se detiene. Me alcanza, toma mi mano y se la coloca en el pecho. Horrorizada descubro que no tiene latidos. ¡Terry estás muerto! -grité. Trato de despertarme y no puedo. Seguimos mirándonos fijamente. Veo su mirada llena de angustia. Su corazón continúa sin latir."Estoy así desde que te fuiste" -me dijo. Yo sigo sin entender. Me quedo muy quieta mientras me abraza. De repente se oye un ruido que proviene desde arriba. Es Susana en su silla de ruedas. Nos mira a ambos y sin decir nada, asiente con la cabeza en un gesto de aprobación y se marcha. En ese momento el corazón de mi amado reanuda sus latidos con más fuerza. Vuelve a sonreír como antes y me besa.

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Nunca me gustó hacer uso de mis influencias como hijo de un Duque. Mucho menos como Terrence Graham, el joven y prometedor actor de Broadway. Pero tengo que hacerlo esta vez. El recepcionista me impide ver a Candy. Le explico que soy su novio y que se trata de una emergencia, pero continúa negándose a llamarla. Es un poco tarde pero la situación no entiende de horarios. Trato de sobornarlo con autógrafos y entradas gratis en palco preferencial para Romeo y Julieta, pero ni se inmuta. Decido entonces sentarme a esperar toda la noche. Tarde o temprano ella bajará y yo no pienso moverme de aquí. Después de varios minutos, llega una joven mucama. Me mira fijamente y sonríe al reconocerme. Se acerca al recepcionista testarudo preguntándole qué hacía yo allí. El hombre le explica todo y ella le reclama por ser tan tonto. Él no sabe qué hacer. La mujer se acerca a mi con aire decidido y me indica que la siga. Una vez subimos, procede a explicarme lo sucedido. Le digo que de ninguna manera voy a dejar sola a Candy y que me quedaré a cuidarla el tiempo necesario. Ella se limita a sonreír. Entramos a la habitación y después de decirme que la llame si necesito algo, se retira. Mi corazón salta al ver a mi adorada Pecosa. Está profundamente dormida. Toco su frente y puedo notar que tiene fiebre todavía. Me siento a su lado a esperar que despierte, pero el sueño me quiere vencer. El día ha sido largo y difícil, pero el haber encontrado a mi amada me recompensa con creces.

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Después de aquella pesadilla, dormí toda la noche. Esta vez mi sueño fue muy apacible. Despierto al día siguiente y no puedo creer lo que ven mis ojos. ¿Terry? Debe ser producto de mi imaginación. A mi lado se encuentra el amor de mi vida profundamente dormido. Voy a despertarlo para reclamarle qué hace aquí a mi lado dejando a Susana sola, pero me contengo. A pesar de luchar con todas mis fuerzas, no puedo dejar de contemplarlo. Tiene una dulce sonrisa y el cabello alborotado. ¡Qué guapo es, Dios mío! Este hombre será mi perdición. Al instante vuelvo mi realidad y la tristeza me invade nuevamente. Esperaré a que despierte para pedirle que se vaya. Siento que cada segundo respirando su mismo aire me quema el alma y el cuerpo también.

//////////////////////////////////////////////////////No supe cuánto tiempo dormí exactamente. Despierto medio desorientado, pero recuerdo al instante por qué me encuentro aquí. Y mis ojos se posan en los de ella. Su mirada es sorprendida y enojada a la vez. ¡Qué bella se ve! Esta mujer desata mis más profundos deseos. Ella permanece sentada y cruzada de brazos, esperando una explicación de mi parte. No puedo resistirme y le doy los buenos días. Contesta secamente y me cuestiona qué hago a su lado. Le pido que me escuche, pero se niega. Sabía que esto pasaría. Enojada me pide que me marche. Le digo que no. Insiste tratando de convencerme con sus inútiles argumentos que ya se han convertido en clichés. La noto muy alterada. ¡Tarzán pecoso y salvaje! Aún iracunda se ve preciosa. Amenaza con llamar a la mucama y le respondo que fue la susodicha quien me dejó entrar para cuidarla. Estaba desarmada y se le habían agotado las defensas. Le recuerdo que aunque quisiera irme, no me es posible. La tormenta de nieve dejó clausurada a la ciudad entera. Nadie podría salir de donde se encontraba. Así que le digo burlonamente que lo más que puedo hacer es reservar una habitación para así evitarle mi presencia. Se queda callada. ¡Diablos, la carta! ¿Cómo pude olvidar semejante detalle? La saco de mi bolsillo y se la entrego, esperanzado que todo se solucione. Abre el sobre y lee su contenido. Su cara valía más que todo el oro del mundo.

Tormenta de nieve (Minific)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora