Capítulo 1: Un poco de suerte.

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La gente suele creer que he tenido demasiada suerte en la vida, y con justa razón, debo de admitir. Es decir, no conforme con haber sido principalmente adoptado por uno de los hombres más ricos e inteligentes del planeta, años después llegó mi segundo papá; directo del hielo. Sí, supongo que deben de saber algo acerca de eso.

   Pero claro, no saben todo.

   Todo comenzó cuando tenía tres años. Según mi pá, alguien decidió que la mejor idea que podía tener en la vida era dejar a su hijo frente a la puerta de la casa de mi pá, quizá con la esperanza de que alguno de los empleados me adoptara y me diera una vida mejor. Y eso fue lo que sucedió durante un pequeño periodo de tiempo.

   Quien me encontró fue Jarvis, que le informó de lo que sucedía a Happy; él me llevó al interior de la casa, aún con mi ropa sucia y remendada. Creo que no era un buen momento para mi llegada, ya que mi pá había sido secuestrado por terroristas. Aun así, no de deshicieron de mí tan pronto como cualquier otra persona lo hubiera hecho.

   Fue un trabajo en equipo de Happy y Jarvis, tengo que admitirlo. Ellos me cuidaron mientras intentaban rescatar a mi pá, pero finalmente él terminó escapando con ayuda de su nueva armadura y regresó mucho más cambiado de lo que cualquiera lo hubiera imaginado.

   Sabía muy bien qué era lo que había pasado porque Jarvis había almacenado la información de las conversaciones que había tenido mi pá.

   Sabía que mi papá había decidido que dejaría de fabricar armas, ya que se había percatado de que en lugar de ayudar a ponerle fin a las guerras, éstas sólo intensificaban los disturbios. También sabía que le habían tenido que colocar un reactor para evitar que los pedazos de metalla que le habían disparado se incrustaran en su corazón. Y también sabía cuál había sido su reacción exacta cuando Happy me mostró.

   —¿Qué es eso? —le dijo a Happy, señalándome.

   —Es Peter, señor. Lo dejaron en una caja y creí que querría conocerlo —contestó Happy, mostrándome como si me tratara de una pieza de museo. Mi papá no se veía muy convencido al acercarse a mí, pero pareció aceptar mi presencia cuando lo tomé del dedo y comencé a reír.

   —¿Qué quiere que hagamos con él, señor? —preguntó Happy.

   —Pues ya lo recogiste, ahora es tuyo —contestó mi pá, entregándome de nuevo a Happy, que me miró sumamente aterrorizado—. ¡Pero...! Yo no puedo cuidar a un niño, señor

   —¿Crees que ese es mi problema? —contestó mi pá, comenzando a bajar hacia su taller—. ¡Oye, Happy! Traeme un café ¿Quieres?.

   Happy me miró como si fuera una especie de malestar en el estómago y soltó un suspiro. Me colocó en el piso y me ordenó—: No te muevas de ahí, Peter —Y fue corriendo a intentar preparar el café de mi papá.

   Tenía la edad suficiente para saber qué era lo que debía de hacer y lo que no, y estaba seguro de que hubiera tomado en cuenta las instrucciones de Happy de no ser porque, de algún modo, estaba seguro de haberme sentido enganchado a mi pá desde que lo tomé del dedo.

    Me puse de pie y comencé a caminar hasta llegar a las escaleras que conducían al taller, bajé cuidadosamente, y logré vislumbrar a mi papá, trabajando en algo que no tenía ni idea de qué era, aunque tiempo después me enteraría que se trataba de su armadura.

    —Oye, babas. Pásame el destornillador —ordenó mi pá, mirando cuidadosamente una parte de su armadura y extendiendo la mano hacia un robot un poco torpe que estaba buscando el destornillador en la caja de herramientas, sin notar que estaba justo en mis pies.

   Pá se sobresaltó al notar que era yo quien le había pasado la herramienta, pero cuando logró asimilar la idea, me sonrió ligeramente y me levantó del piso para colocarme en sus piernas.

   —¿Cómo dices que te llamas, niño? —me preguntó, mientras yo chupaba mi pulgar, orgulloso de haber podido cumplir mi misión entregando el destornillador.

   —Peter —contesté. 

   Eran muy reducidas las palabras que sabía decir, pero Happy me había entrenado duramente durante semanas para poder contestar esa pregunta en caso de perderme, así que estaba completamente seguro de que me llamaba Peter.

   —Bueno, Peter. Tienes permiso para quedarte, quizá seas más útil que babas.

   Fue un golpe de suerte que yo tomara el destornillador y se lo diera a mi pá, porque con ese golpe de suerte comenzó todo.

Cuando papá se fue. [SuperFamily Marvel]Where stories live. Discover now