Rainy Night

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Estaba acostumbrada a muchas cosas, no era algo que negase o parecido, tenía ya un ambiente y cosas a las que simplemente estaba acostumbrada, por ejemplo, estaba acostumbrada al abrazo cariñoso de una madre que la recibía luego de llegar de cualquier lugar, también estaba acostumbrada a que su padre revolviera su rubio y corto cabello mientras que le decía enana, también a su pesado hermano que simplemente a cada momento en que tenía oportunidad le hacía un "salto sorpresivo", saliendo de cualquier lugar inesperado para mandarla al suelo, otra cosa a la que estaba acostumbrada era a oír los constantes comentarios positivos sobre ella, elogiando muchas de las cosas que eran características de ella, como el hecho de que las artes se le daban bien al igual que las matemáticas y las asignaturas que muchos consideraban difíciles, también elogiaban seguido su actitud enérgica y benevolente, cosa que la caracterizaba más que nada.

Otra cosa a la que se había acostumbrado era a verse rodeada de personas que la querían, personas que no se fijaban en su aspecto físico o en que ella era una persona que resaltaba entre los demás por su inteligencia y su labia, nada de eso, eran personas que habían llegado para quedarse en su vida, personas que siempre la habían apoyado, y que jamás la defraudarían.

Y la cosa a la que llevaba más tiempo acostumbrada era a una entidad que la seguía desde los 9 años, no le molestaba, en lo absoluto, porque simplemente le seguía, y como si la chica pudiera entender aquellos vacíos ojos, como si fuese capaz de leerlos, explicaba las dudas que tenía, y sabía que estas estaban resueltas cuando simplemente recibía una sonrisa o un asentimiento de parte de aquella entidad de apariencia femenina.

Ese día la joven había asistido a la escuela, seguida de aquella entidad que solía acompañarla a cualquier lado al que fuera, cuidando respetar la poca privacidad que la rubia tenía.

O que mejor dicho, de milagro conservaba.

Ese día en especial había sido frío, demasiado, pero lo que la rubia no imaginó fue que una fuerte lluvia azotaría la pequeña ciudad donde vivía, y lo que tampoco le vino a la mente fue prepararse con un paraguas, o siquiera pedirle a alguien que le llevase en automóvil hasta su casa, o cerca de ahí, y se sentía idiota por ello, no caminaría bajo la lluvia torrencial, menos si eran las 10:00 pm, tendría demasiada suerte si sus pies no se congelaban a la mitad del camino de 9 kilómetros que era desde sus clases de música hasta su casa, y sin duda no quería pensar en la pulmonía que ganaría, pero al parecer no le quedaba de otra, porque al final de cuentas la lluvia no iba a menguar, y no hablemos de que entre más avanzaba la noche el frío calaba más, así que dejando bien guardadas y con una nota sus cosas se decidió a irse caminando, por lo menos hasta encontrar a algún taxi o parecido que le llevase a casa.

Sintió la lluvia mojarle, mientras que veía a aquella figura que le seguía cubrirse con un tipo de capucha que siempre había tenido, pero que jamás le había visto usar, no imaginó que siendo lo que sea que fuera necesitase cubrirse de la lluvia o del sol, porque en su corta vida no había presenciado hasta ese momento que realmente podía hacerlo.

El agua se metió en sus zapatos, le llenó de gotitas los lentes y aplacó su rebelde melena rubia, el frío se encargó de semi congelar sus mocos y de quemar su rostro, dejando el área  que tenía cubierta de pecas en un color rojo, la situación parecía no molestarle, al menos no hasta que vio dos hechos desagradables, el primero fue que la lluvia que no había parado en horas en conjunto con la basura había hecho que las alcantarillas se desbordasen, por otro lado, había empezado a granizar, y los pequeños hielos se habían metido en su ropa, provocando una oleada de maldiciones en la adolescente rubia que en ese momento daría muchas cosas por tener un paraguas.

Le costaba respirar, era obvio, la lluvia le pegaba de frente, dejándole algo aturdida por la falta de oxígeno, otra oleada de maldiciones iba a salir de sus labios hasta que, de un momento a otro pudo respirar perfectamente, y no sólo eso, también se dio cuenta que el granizo y la lluvia ya no le impedían respirar, ni le mojaban, extrañada subió la mirada, y ahí vio a aquella figura que le seguía a cualquier lado, le estaba cubriendo de aquella tormenta.

La vida de la muerte (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora