Opioids

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"Si fuera un mortal"

"Si tan sólo hubiera sido humano"

"Si tan sólo no matara todo lo que toco"

"Si estuviera viva"

Si nos pusiéramos estrictos y quisiéramos nombrar todos los "hubiera" que el ente ha pensado a lo largo de su existencia entonces esto podría extenderse a un libro completo, pero no, simplemente nombramos aquellos que había pensado recientemente, mientras veía como a cada día la joven rubia se ponía peor, como la fiebre lograba durarle todo un día, como cada vez era menos enérgica, como sus ojeras crecían, como su piel era cada día más pálida, como sus ojos a cada día perdían brillo, como la vitalidad escapaba a cada aliento.

Como cada día aquel color se hacía más nítido.

Un año, y su cuerpo se había deteriorado más que en tres lustros.

Había perdido un semestre por faltas, y por muy buenas que fueran sus calificaciones no podía pasar con eso, necesitaba cursar de nuevo ese semestre, y a pesar de todo lo que hacía la entidad, desde quitarle las cosas, esconderlas o tratar de que su alarma sonase más tarde, la chica todavía quiso seguir yendo.

Hasta que una mañana el dolor y la fiebre eran tales, que no se podía mover. El miedo la dominó, así que gracias a sus gritos y a las molestas acciones de el ente una ambulancia acudió para llevarla de emergencia al hospital.

Los primeros en visitarla fueron sus amigos, que en cuanto pudieron viajaron hasta la ciudad donde vivía la rubia, y la chica no sabía si estar feliz o llorar al verlos.

Al parecer a su mejor amigo lo habían inculpado de algún crimen y estaba en prisión.

Su mejor amiga ahora era madre soltera, y no esas madres solteras que decidieron divorciarse, sino una madre soltera que no sabe quién fue el padre.

Su amigo-vecino había sido forzado a estudiar medicina, muy a pesar de que el era una persona que no soportaba ver agujas, sangre, muertos y enfermos, al parecer había abandonado los estudios y trabajaba en una funeraria perteneciente a su familia.

Su único amigo que había ido a verla del curso de música estaba casi quebrado, había ido de paso, porque tenía que ir a cerrar un negocio, jamás especificó de que.

Su amiga de clases de danza al parecer estaba en depresión y con un posible síndrome de corazón roto.

Su gran amigo de la preparatoria, el chico que tenía un excelente futuro en los deportes ahora estaba en libertad condicional por haber golpeado hasta dejar en un estado delicado a un chico que lo había insultado, todo eso mientras ambos estaban en estado etílico.

Y por ellos se enteró de los problemas económicos de su casa, porque al parecer una banda delictiva le sacaba dinero a su familia, y si eso no fuera poco, su hermano había enfermado y su padre recién salía de una etapa alcohólica.

-¿Y que es lo que tienes?- escuchó la entidad cuando una chica de cabello rojizo preguntaba mientras veía a la rubia, se dio cuenta rápidamente de pequeñas expresiones que hacía la chica postrada en cama que sólo hacia cuando iba a mentir

-Dicen que no es muy grave, pero que mi error fue no haber venido antes al médico- aquella voz que siempre sonaba llena de vida y energía ahora era arrastrada, demostrando lo mal que estaba la chica en ese momento.

-Sabes, te ves demasiado mal, ¿Estás segura de que no fue muy grave?- preguntó su amigo, viendo con preocupación a la joven que miraba atontada por los medicamentos a sus amigos y al techo.

-Estoy segura, no me pasará nada- aquella sonrisa falsa solo fue notada por la entidad, que de no ser porque nadie podía verla habría dicho la verdad.

Dos días y sus padres habían ido con mucha dificultad, se les veía cansados, con la moral baja y a leguas se notaba el estrés que los azotaba, los pobres simplemente estaban cayéndose a pedazos, desde su economía hasta su bienestar, y parecía no importarles, porque sus dos hijos estaban en un estado ciertamente deplorable, el menor tenía influenza y la mayor... bueno, estaba viva, y eso era lo único que sabían.

La rubia se sentía bien emocionalmente (o mejor dicho, lo bien que te puedes sentir en ese estado), porque físicamente era un asco, había llegado aquel punto a donde ya tenía que usar una sonda, porque ya no podía levantarse, además de que se la pasaba sedada, los calmantes que le suministraban eran de los últimos en la escalera analgésica, siendo opioides fuertes junto con otros medicamentos, todos inútiles, y eso lo sabía de sobra, pero no quería sufrir esos dolores que la hacían gritar y llorar.

El ente se mostraba molesto, y con gran razón, pero eso sólo era en el día, mientras la chica estaba sedada pero despierta, sin embargo, al llegar la noche, todo cambiaba, porque al dormirse la rubia la habitación era azotada por un tornado, tornado provocado por la entidad que lloraba y gritaba de furia, en una semana había hablado más de lo que recordaba de la extensión de sus años, y con justificación, porque le dolía lo que estaba pasando, o así quería interpretar el dolor, porque ella no podía sentir, en todo caso, sus llantos lastimeros y llenos de furia eran una costumbre que estaba tomando, porque el único ser por el que sentía apego en ese momento estaba jugando a los volados con la muerte, perdiendo una partida cada día.

Se negaba a aceptarlo, se negaba rotundamente, se había prometido protegerla, pero era imposible, no había nada que pudiera hacer, la necedad de la chica era algo que no podía vencer, y eso le quemaba a cada instante, la impotencia la llenaba y sus llantos eran cada día más fuertes, al igual que el asqueroso color de la muerte que rodeaba a la chica que se encontraba drogada en aquel maldito cuarto de hospital.

Frases como "¡Porque no aceptaste!" "¿¡Porque mentiste!?" O "¿¡Porque demonios no me dejas ayudarte!?" Eran dichas al aire cada noche, mientras que la entidad lloraba a mares a su lado, tentada a tocarla, pero no, no quería hacerlo, quería pensar que había salvación, que la chica podía salvarse, vivir, ser lo que quería ser, tener una familia y cualquier cosa que se creyera capaz de hacer.

La chica seguía viva, sufría, la drogaban, dormía, despertaba, sufría y el ciclo se repetía, y si seguía viva era porque el ente había echado a patadas a los demás asistentes de la muerte que habían intentado tocar a la rubia, tenía la esperanza de que todavía podían hacer algo para que ella viviera, pero la rubia daba negativa tras negativa, no dejándose ayudar por doctores o por el mismo ente que llevaba 16 años siguiéndola, no quería ayuda, y la entidad por obvias razones no la iba a tocar, ni dejaría que algún otro emisario de la muerte la tocara.

Pero sólo lograba extender su sufrimiento.

Sólo lograba extender el sufrimiento que día a día tenía que pasar.

Lograba hacer que el cáncer que tenía la chica se extendiera más por su cuerpo.

La vida de la muerte (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora