Capítulo 2

3 1 0
                                    

Miré el reloj, las cuatro y media de la madrugada. No podía dormir. Me puse en posición fetal y cerré los ojos. La puerta de la entrada se volvió a abrir. Salí de la cama y fui a la entrada. Alys, mi prima acababa de llegar.
- ¿Alys? -pregunté rascándome los ojos cuidadosamente.
- Vete a dormir -contestó tajante.
Alys no tenía buena cara. Estaba pálida y llevaba su larga melena dorada revuelta. Sus ojos verdes estaban rojos e hinchados. Parecía cansada.
- Alys...
-Déjame en paz.
Alys me apartó bruscamente y se metió en su habitación. Al igual que ella, volví a mi habitación y traté de volver a dormir.

El sol se colaba por mi ventana. Parecía que iba a ser un bonito día. Parecía. Me levanté de la cama y me vestí rápidamente. Fui a la cocina para comprobar que no había nada para desayunar. Salí de casa y empecé a caminar sin rumbo pensando en mi tía Nellie. Antes de aquella tragedia sucediera, ella era cariñosa y responsable, maternal y alegre. Sin embargo, había cambiado de una manera exagerada cuando perdió a su hermana, mi madre. Se casó con tío Bill, su relación empezó a empeorar y su situación se volvió inaguantable. Alys cargaba con los problemas de sus padres además de los suyos propios. Su infancia cambió drásticamente tras la muerte de mi madre. Perdió y sigue perdiendo su vida saliendo con un chico que no la trata bien, robando y consumiendo alcohol. Alys estudiaba arquitectura en la universidad, pero cuando se juntó con Richard, su novio, la llevó por otro camino muy distinto. Sus intentos de no convertirse en lo que eran hoy sus padres, fueron nulos. Y por mucho que prometió no ser así, estaba tan mal como ellos. Yo intenté hablar con ella, pero tan sólo me gritaba y me decía que la dejara en paz, así que eso fue lo que hice. Desde entonces apenas hablo con nadie, ni siquiera en clase.

Crucé el paso de zebra y me dirigí al parque más cercano. Necesitaba pensar y encontrar una salida. Pero por mucho que tratara de alejar ese pensamiento de mi mente, lo único que se me ocurría era la muerte. "No, no acabaré mi vida así" me decía a mí misma siempre. Pero nunca desechaba esa idea totalmente.

Me senté en un banco en frente de un pequeño lago artificial, y observé como unos patos nadaban elegantes sobre el agua cristalina. Imaginé que mis problemas eran el agua sobre el que nadaban, y yo era uno de los patos, quizás debía hacer como ellos y pasar por encima de ellos, sin darles real importancia, aún sabiendo que sin ella debajo, caerían.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora