Miro los copos de nieve caer en un baile lento hacia el vacío para posarse de manera grácil sobre la superficie del techo de cristal de la estación y fundirse entre los demás copos volviéndose conglomerados de nieve. Aparto abruptamente mi mirada del techo, odio los días de invierno, me recuerdan lo triste que es mi vida como deportista, cuando...
Suspiro y trato de ignorar las imágenes de aquel día, imágenes que se marcaron como hierro a la piel.
Miro a la gente de mi alrededor, tan sonrientes, tan ausentes de la realidad en la cual nos atormenta, una ignorancia placentera diría mi madre si los viera. Observo como a lo lejano se acerca el tren con ímpetu hacia nuestra dirección, arrasando con fuerza cualquier cosa que obstruya su camino, sin importar nada más que llegar a su destino.
Con la aproximación del tren la gente empieza a inquietarse más, como si fuera una competencia de quien será el primero en entrar. Con la misma me pongo a ajustar mi bufanda contra mi rostro y mi sombrero para evitar que mi rostro sea lo menos reconocido posible.
Observo como el tren se estaciona dando su último suspiro, permitiendo que toda la multitud se dispusiera a entrar en las compuertas de los vagones. Recojo mi maletín del piso y me dispongo a subir por las escaleras del vagón.
No me había dado cuenta lo abarrotado que estaba la estación hasta que caí en lo dificultoso que era caminar por los pasillos de los vagones, de pronto escucho un ladrido de perro, curioso pose mis ojos en todos lados sin encontrar al propietario del ladrido, confundido de que haya un perro en el tren, seguí en búsqueda de un asiento disponible para seguir pensando en mi desastrosa vida, empecé a codear a la gente mientras pasaba entre ellos con disculpas y permisos. En la incapacidad de movilizarme correctamente me hizo entrar en la desesperación, cuando por fin, luego de unos minutos de tortura, a lo lejano pude visualice un asiento disponible, sin importar nada más que sea por conseguir el asiento, camine más rápido.
A tan sólo unos pasos aparte sin medir mi fuerza a la última persona que obstruía mi camino, no me importo quien era hasta que a punto de sentarme me llamo la atención la joven que me miraba con ceño fruncido que se encontraba en posición extraña en el piso del pasillo. Me quedo sorprendido por la rabia que desprende de aquellos ojos grises, como cubitos de hielo a punto de petrificarme. Enojada se levanta del piso y con pasos decididos se acerca a mí, causándome un pequeño nerviosismo, me empezó a hablar en acelerado en otro idioma, yo solo pude quedarme callado sin saber qué hacer. Cuando termino de hablar (que seguro fueron insultos hacia mi), trate de explicarle con gestos mis disculpas, lo típico cuando metes la pata y buscas la manera de solucionarlo, como siempre me pasa, pensé con amargura.
La joven soltando un suspiro recoge sus pertenencias del piso y los pone al lado del asiento vacío que se encuentra al frente del mío. Con aires menos tensos me siento en mi asiento y ella igual, me le quedo observando cuando se quita la bufanda y el gorro de lana que traía, dejando al aire sus rasgos finos. Sin poder cubrir mí asombro ante el descubierto de su belleza, como un imán no despego mi vista de su rostro y sin darme cuenta, el recuerdo de ella me llega a la mente como un balde de agua fría, y un sentimiento de tristeza me presiona el corazón, como si solo con mirar a esta joven hermosa me hiciera daño, claro está, esta joven no es ella, pero su parentesco hace recordarme lo inútil que soy.
¿Por qué?, ¿es acaso esto una especie de broma?
Un poco mareado por la situación, me doy cuenta que un señor de mediana edad se sienta en el puesto libre al lado de ella con una libreta y al momento se pone a leer sin importar quienes éramos. Trate de mirarle el rostro pero fue imposible. Desinteresado me recordé que llevaba todavía mi bufanda y sombrero puesto, con la calefacción que tenía el tren no los iba a necesitar, pero me mantuve alerta a que cualquiera pasara por el cubículo y me reconociera, y eso solo iba a sumarle más a mi estrés.
Vuelvo a fijarme a la joven y veo que ella me mira determinadamente con aquellos ojos grises, siento que de pronto mi garganta se secó al observar la intensidad de sus ojos. Con una sonrisa tirando una de las esquinas de sus labios me empieza a hablar en español fluido, algo que sin duda me dejo asombrado. Sin darme cuenta ya habíamos establecido una conversación cómoda y fluida, como si la conociera de años, le conté cosas que solo a alguien de confianza dejaría que escuchara eso, pero ella tiene algo que me hace confiar, es algo extraño de procesar, pero deben ser sus ojos que me demuestran más sentimientos de los que he visto en mi veinticinco años, veo honestidad en aquellos ojos grises, aquellos cubitos de hielo que sin importar quién era me querían quemar vivo cuando le tropecé.
Luego de un rato de hablar de nuestras vidas, observo por la ventana la intensidad de la tormenta que el invierno ocasionó. "Soy aquel árbol, que se aferra con sus raíces a lo imposible, aquel que a pesar de que la tormenta lo golpee con sus movimientos bruscos sigue ahí, pero, lo peor no es que sigas ahí, sino que entre más te enfrentes a la tormenta tienes dos opciones, o lo afrontas o lo ignoras, con la suerte de que algún día, por no enfrentarlo no te des cuenta que consumió", y me he dado cuenta, que he ignorado mis problemas, pensando que así el dolor iba a ser menor, pero ahora que me veo, por el reflejo del vidrio, lo he empeorado, consumiéndome en la amargura y la decepción.
Sin poder evitarlo sentí un poco de envidia, al ver como esa chica entendía más de la vida que yo, y sin miedo alguno le pregunte: "¿Cómo lo haces?", ella dejo de leer el libro que tenía en la mano y me miro sin expresión alguna, con el paso de los segundos sentí inquietud y cuando iba a volver a preguntarle, ella respondió, "Solo tienes que buscar tu pilar en esta vida o ser tú mismo tu propio pilar", sin entender iba a preguntarle como haría eso, pero el estruendo del pasillo llamo mi atención.
Salimos a ver que era, en una puerta de los cubículos estaba la viva imagen de la desesperación, una señora lloraba y hablaba con otros hombres, me acerque y escuche que una niña se había extraviado, voltee hacia la joven y me miro con preocupación. Una niña extraviada en un tren es un peligro, más cuando los sistemas de seguridad no son los mejores. Decididos ofrecimos nuestra ayuda en buscarla, la señora nos observó con gratitud en sus ojos aguosos y nos dedicamos a buscar la niña luego de que nos la describiera. Luego de minutos interminables, solo nos quedaba un sitio por buscar, y con el miedo de no conseguir a nadie ahí abrí la puerta y lo primero que hice fue cerrar los ojos, la tormenta estaba cada vez más peor, cuando observe el suelo vi un bulto pequeño tapado por unas hojas, en la cual una de las esquinas sobre salía una mata de rizos dorados. Sin dudarlo llame a mi acompañante y nos pusimos a sacar a la niña, cuando toque su brazo frio no dude un segundo más y la adentre al calor del tren, cuando la joven cerró la puerta la pusimos en el piso y nos dimos cuenta que iba acompañada con un perro. El recuerdo de unos ladridos me hizo verificar si respiraba, suspire de alivio al notar que ambos estaban bien y deje a la joven con ambos para buscar a la madre de la niña.
Al regresar con la madre, la joven ya tenía arropada con su chaqueta a la pequeña que se había despertado y el perro, sentí un empujan y me di cuenta que ya la señora se encontraba abrazada de la niña, haciéndola entrar en calor y murmurándole cosas en el oído. Solté un suspiro de alivio y note que la joven me miraba con una sonrisa, me acerque a ella y muy bajo me susurro: "¿lo notas?", dudoso pregunte qué era lo que tenía que notar, ella con el ceño un poco fruncido me dice "Ese es el pilar de ella, si no hubieras encontrado a su hija a tiempo, su mundo se derrumbaría".
Con un poco de felicidadacariciando mi corazón, me adentre en mi cubículo y me di cuenta que el señorno estaba, en su asiento había una pequeña nota, dudoso la tome en mis manos yleí "La vida continúa", con una sonrisa la guarde en mi chaqueta, me senté enmi asiento y sin darme cuenta me quede dormido.
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El tren de los cuentos.
FantasyA veces creemos que caminamos por este mundo solos, un mundo que no se percata de nuestra existencia, cuando si bien, es todo lo contrario. Realizada en colaboración con Génesis Rojas y Agustín Espinoza.