El bochornoso calor veraniego comenzaba a descender dando paso a la noche y a las nubes cargadas de lluvia que se aproximaban desde el este; mientras que Ignis y Haru se iban acercando a "La Zebra".
Al llegar a la pequeña entrada de la "Zebra" Ignis ya se había calmado mucho más, sus preocupaciones lograron cambiar en dirección al desorden del apartamento en lugar de su propia seguridad. Ya que, al ser tres chicas en una residencia pagada por sus padres y sin ningún tipo de regla, desde la ropa sucia hasta los libros viejos e incluso platos de comida sin terminar estaban tirados por doquier. Además, nunca había llevado un chico al apartamento exceptuando a su mejor amigo y eso la emocionaba un poco (en especial la expresión que pondrían sus amigas al verla con un chico como Haru en casa).
-Es acá, espera un momento mientras reviso algo, te aviso cuando puedes pasar.- "No voy a dejarlo pasar hasta recoger un poco. Aunque creo que hoy el salón no estaba tan desordenado."
Haru un poco distraído con el paisaje de las nubes asintió con la cabeza mientras se acomodaba su bufanda carmesí.
A la chica tenía una mezcla entre miedo y emoción, solo esperaba que sus amigas estuvieran allí para presumir al chico nuevo del salón y que el lugar no estuviera tan sucio. Lastimosamente para ella no fue así.
Al abrir la puerta un tufo a humedad y falta de limpieza paso por su nariz, los platos sucios se encontraban en el piso, habían algunos servidos con leche descompuesta de algunos días atrás, libros sobre hojas manchadas de café e incluso ropa sucia tirada en los sillones. El desorden y el hedor eran bastante normales para ella, ya que se trataba de su propia suciedad, y se había acostumbrado poco a poco al olor y el desorden de sus amigas, pero se sentía muy avergonzada con Haru, el cual la esperaba obedientemente en el jardín delantero. "No hay de otra, tendré que llevarlo a mi habitación, voy a recogerla un poco primero."
-Espérame acá, iré a mi habitación por un momento-.
-Oh, vale.- El chico asintió con la cabeza una vez más, no parecía importarle la demora.
La chica subió rápidamente al cuarto y comenzó a tirar todo lo que pareciera desorden al armario.
Mientras tanto Haru entraba a la casa y cerraba la puerta con completa tranquilidad, se dio unos instantes inspeccionando el lugar, estaba buscando algo.
Ignis terminaba de arreglar las cosas, pero al escuchar como la puerta se cerraba dio un pequeño salto y bajó por las escaleras con un mal presentimiento y bastante extrañada.
En ese momento Haru se encontraba buscando algo en la sala repleta de suciedad, movía de vez en cuando unos cuantos libros y platos sucios.
-¿Qué haces aquí? Te dije espera afuera.- Dijo la chica con una mirada algo molesta.
-Oh, lo lamento.-
-Espera, ¿Qué estás buscando, se te perdió algo?-
-Un teléfono.-
-No tenemos, nos apañamos con nuestros celulares. ¿Para qué lo necesitas?-
-Para hacer una llamada. ¿Me lo prestas?-
La muchacha seguía algo molesta por la descortesía de Haru al entrar, y a pesar de tener su orgullo herido por el desorden donde se encontraban se sacó el celular del bolsillo y se lo arrojó al chico.
-¿A quién planeas llamar?-
-Haru no respondió, e inmediatamente desbloqueó el celular para marcar los dígitos 9-1-1.
-Buenas emergen..-
-En la Avenida Elm, calle 4 hay un lote baldío con dos personas heridas. Envien una ambulancia por favor-
"Click." Fin de la llamada.
-Bueno, ya con esto podre estar tranquilo.- Dijo el chico luego de devolverle el celular a Ignis mientras se le marcaba una sonrisa en su rostro.
-¿Por qué lo hiciste?-
Le joven la miró con la mirada extrañada.
-¡¿Ellos intentaron matarme, acaso no te importa?!- A Ignis se le escuchaba muy molesta, su voz se quebraba al recordar lo que acababa de pasar. Unos momentos de profundo silencio inundaron la habitación mientras la chica tranquilizaba su humor.
-Ellos no son malos. Si hubieras visto lo que yo, te darías cuenta que ese par de idiotas tienen la maldad de un gorrión comparado con la ferocidad de los monstruos que asechan.
Sin cambiar su rostro de ira ante lo ocurrido, Ignis se dio la vuelta y comenzó a caminar escaleras arriba; Haru le siguió como si fuera una orden sin volver a proferir palabra.
Al llegar a la pequeña habitación de Ignis todo parecía en su lugar; la sabana de la cama era un blanco sucio por la falta de limpieza al igual que las paredes, había una alfombra azul que se extendía por todo el cuarto, y un escritorio sobre el que descansaba un gato regordete color mostaza el cual Ignis alzó al entrar a la habitación diciéndole -Ven Misifus.- e inmediatamente sentándose en la cama colocó al obeso y adorable animal sobre sus muslos.
Al ver el ademan realizado por la chica Haru supo que era el momento de contar la razón de haberla salvado. Tomó la silla del escritorio y la colocó frente a él en posición opuesta, poniendo el respaldar de la silla frente a Ingis y sentándose frente a ella mientras se apoyaba en el reverso de la silla.
Ignis acariciaba a su peluda y elegante mascota Misifus, el cual daba vueltas sobre sí mismo buscando la posición más cómoda entre las piernas de su dueña. Mientras tanto la joven rebuscaba en su cabeza alguna razón lógica para lo sucedido, pero, al no encontrar ninguna comenzó por cerciorarse de la menor de sus preocupaciones.
-El que me salvó en el callejón y me trajo a casa cuando desmaye fuiste tú. ¿Cierto?-
-Si-. Haru tenía su mirada confiada sobre Ignis sin siquiera parpadear y listo para responder a cualquiera de sus preguntas.
-Bueno, pues gracias.-
Ignis comenzó a hacer memoria de todo lo que le había sucedido con Haru; el brazo destrozado, el aparecer en casa sin que sus amigas notaran que alguien la trajo inconsciente, el pelear con un hombre tan grande y musculoso como Samuel sin ninguna dificultad y hacerlo desmayar luego de un golpe en seco, y el disparo de Andrew que a pesar de haber impactado no le había dañado gracias a esa extraña mancha negra. Tomando aire y decidida a hablar a pesar de poder herir los sentimientos de su interlocutor formuló su pregunta. -Haru... ¿Qué eres?-
Al escuchar esas palabras Haru sonrío ligeramente, mostrando un ligero desasosiego ante la pregunta; lentamente alzó su mano hasta la altura de su cuello, aferrando su bufanda.
-Debo contarte una historia. Verás, - Mientras hablaba el chico comenzó a deslizar poco a poco su bufanda color carmesí de su cuello -este mundo no será así de tranquilo para siempre, se aproximan momentos muy oscuros para todos. Quienes eran llamados locos tenían razón, aquellos que creían en un tal "Nuevo Orden Mundial" estaban en lo correcto, solo que nunca conocieron realmente al enemigo. Sentenciando así a la humanidad.-
Al quitarse por completo la bufanda el chico por fin dejó ver su cuello a Ignis; la chica sintió como la piel se le erizaba al enfocar una gran y dolorosa cicatriz que parecían alambres de púas enrollados alrededor de todo su cuello.
-Ignis, se aproxima el último día del mundo, y los llamados en tu época "Iluminatis", "Reptilianos", "Masones", "Logias de poder político" o "Demonios", en mi tiempo ya mostraron su verdadero nombre: "Wendigos".-
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El Despertar del Wendigo
Science FictionDemonios, monstruos, incluso reptilianos y líderes mundiales. Les colocamos muchísimos nombres a lo largo de la historia, hasta que revelaron su verdadero nombre: Wendigos. ¿Acaso podrá ser reversible? Aquellos que la verdad conocen están destinado...