Siena Borrador

Capítulo 7 ¿Cómo olvidarte?

Canción: Cuando la Noche Llega. Vazquez Sound

Dedicado a ti Ceci hermosa ♥

Recuerdo ese día de una manera tan vivida, tanto que me da la sensación de que ocurrió hace unos minutos. Ese día, me hizo suya, ese mismo día experimenté lo que se siente hacer el amor a plenitud, y yo, no tenía la menor idea de la fuerza tan poderosa que mi cuerpo inexperto palpó en ese entonces, tampoco tenía la menor idea de que un simple paseo sorpresa aniquilaría mi sonrisa para siempre.

He pasado el día dormida gracias a mi terrible trasnocho. Llueve otra vez, escucho el sonido del torrencial aguacero afuera, el murmullo del viento danzando y de vez en cuando se les une un rayo inclemente. Estoy sola en la habitación, hay mucho silencio, un silencio triste. Mamá pasó hace rato, tía Rose la acompañaba, me comentaron las grandes rebajas y descuentos en las galerías Lafayette, de la locura incontrolable en estas por la demanda de clientes y el caos en cada piso del centro comercial por los parisinos, sumado la gran cantidad de turistas. Mamá aprovechó para comprar perfumes, cosa que le fascina y tía Rose, bufandas, son su debilidad, ambas comentan y me informan que me han comprado un perfume y una bufanda, como no las pude acompañar decidieron hacerme ese par de regalos. Mis hermanos no perdieron oportunidad para apuntarse en el tour de "rebajas" Jean insistió en comprar ropa y mi tierno Oliver, una pequeña pulsera con el dije de una sirena para Katherine, estoy impresionada de los gestos de mi hermano menor para su nueva compañerita pelirroja.

Sonrío al pensar en Oliver y su pelirroja, es una sonrisa que no me sale forzada como la mayoría de las veces, las veces que debo actuar, mentir, fingir que estoy tranquila y que saldré del sitio oscuro en donde me encuentro ahora —eso lo dicen mis padres y tía— mi simple opinión: déjenme pasar mi perdida y duelo en paz, dejen que lo haga, porque siento que si no lo hago hoy, ahora, ya mañana será drástico, sé que debo superarlo, lo sé, nadie tiene porque recordármelo, insistir y repetir la misma canción.

Las personas no pueden opinar sobre tu dolor, a menos que hayan pasado por una situación igual o extremamente parecida. Llorar debería drenar lo que siente mi pecho, debería ser rápido para ya salir de semejante agonía sin embargo no, no ocurre, y el que llore —y lo hago casi todo el tiempo— no merma el sufrimiento, y este bendito dolor sale a cuenta gotas de mi cuerpo, es como esos sueros hidratantes que colocan en los hospitales, van despacio tomándose su tiempo.

Veo su sonrisa y su rostro en mis anhelados recuerdos, allí viene de nuevo esto, me levanto apresurada de la cama porque mi respiración se torna pesada y difícil. Intentó borrar ese día de mi vida, lo hago de una manera exorbitante pero, ¿cómo olvidar ese día? ¿Cómo olvidarte? No puedo, porque pese a que ese día se borró mi alegría, ese día también resultó ser especial y hermoso para ambos y entonces un frío un tanto extraño me recibe, uno que reconozco muy bien, es ese tipo de frío que te hiela la sangre y es aterrador, me estremezco de pies a cabeza, se lo que viene, lo que mi cerebro quiere recordar y yo lo deseo ocultar de mí, es inevitable pelear conmigo.

Camino por toda la habitación, descalza, abrazándome, el frío aumenta, parece que nevara aquí adentro, la temperatura baja sin piedad mientras que yo evito los espasmo, evito gritar, evito no vomitar como las veces anteriores hasta que lo inevitable ocurre, Christopher aparece en mi mente, riendo feliz, envolviéndome con su mirada y el pasado regresa.

—¡Ven chiquitita! —gritó sin dejar de sonreír divertido.

—¡Estás loco, de aquí no me muevo! —recalqué empleando el mismo tono que él. Lo observaba lela, él chapoteaba el agua frente al instituto como un niño pequeño. Caía una suave lluvia pero de esto hacia una hora atrás por lo que las calles se encontraban como Venecia. La clase terminó y la mayoría decidió resguardarse en el cafetín o en los salones a esperar a que las gotas celestiales dejaran de caer. Christopher, me apuntó con un dedo acusador sin dejar de sonreír.