III. Ojos Avellana

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—Ya no quiero que nos veamos por las noches, lo siento —. Intenté sonar firme pero mi voz se quebró a la mitad de la frase.

—Hae, ambos disfrutamos y nos divertimos, ¿qué más quieres?

—Cosas que no puedes darme, nada que estés dispuesto a arriesgar por mí.

Cerré la puerta con fuerza dejándolo fuera y me senté al borde del colchón, esperando que al menos intente hacerme razonar. Pero el sonido a mi puerta nunca llegó y él no volvió.

Me acerqué hacia la ventana y a través de las delgadas cortinas pude ver su silueta casi corriendo en dirección contraria a mi apartamento, alejándose de mí.

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El tipo delante de mí posó los codos sobre la barra y apoyó la barbilla sobre las manos. La camiseta ajustada dejaba a la vista el contorno de varios músculos. Tenía el cabello castaño peinado hacia arriba. Me recorrió con sus ojos negros mientras se acercaba sobre la madera para que logre escucharlo por sobre la música del bar. El aliento le apestaba a alcohol.

— ¿Qué me dices, nos vamos? Puedo esperar a que acabe tu turno.

—Claro, sólo me queda media hora y acabo con el trabajo —. Utilicé un tono relajado, no quería sonar nervioso. Sonrió, y esa sonrisa con dientes blancos me pareció frívola.

—Estaré por allí esperando.

Dio media vuelta y desapareció entre la multitud. No me esforcé por localizarlo. Mientras menos palabras intercambiáramos más fácil sería. Llevaba un mes acostándome con cada idiota que se ofreciera a esperarme al final de mi turno. Intentaba sacarme de la cabeza al pelirrojo que me miraba duramente desde mi izquierda, también detrás de la barra sirviendo tragos.

Decidí fingir que no lo notaba y seguí rellenando vasos lo más rápido que mis manos me permitían. Cualquier cosa que sirviera para distraerme era bienvenida a mi vida. Durante el día me la pasaba realizando diferentes actividades para mantener mis pensamientos a raya, y en la noche mis turnos eran una salvación. Las madrugadas eran mis enemigas, apenas y podía meterme en la cama, porque en un instante miles de recuerdos se agolpaban en mi mente, reviviendo escenas con Hyuk. Dormir era casi imposible desde que dos meses atrás le había pedido ya no vernos.

Ya no sabía cómo conciliar el sueño, por lo que un mes después de la 'ruptura ' me propuse acostarme con alguien, tal vez el gastar energía resultara. Y obtuve lo que quería; me acostaba con ellos y cuando se iban el sueño llegaba a mí rápidamente, no me dejaba pensar ni por un segundo en mis antiguos días.

Otro hombre se acercó y me lanzó una mirada seductora; fingí que le funcionaba y sonreí falsamente. No sentía nada por ellos, sólo eran mi salvavidas temporal, descartables.

—Oye, ¿qué piensas de ir a mi apartamento luego?

—Lo siento, pero hoy no puedo, tal vez mañana si llegas más temprano —. Genial, este tenía una pinta bastante decente y no tendría que preocuparme por buscar uno mejor la siguiente noche.

—Perfecto, ya quiero que llegue el momento.

—Lo mismo digo —. Le guiñé un ojo como si la idea me agradara demasiado y esperé hasta que caminó en otra dirección para suspirar pesadamente.

Necesitaba buscar otra manera de distraerme si no quería acabar pegándome alguna enfermedad de transmisión sexual. No conocía a estos tipos de nada excepto de verlos en el bar.

Miré el reloj comprobando los minutos y afortunadamente era hora de irme a casa. Atendí a los últimos clientes y pasé un momento ordenando las botellas. Eché un vistazo al lugar y como estaba casi vacío me dirigí al vestuario.

[ EunHae ] Entre Sábanas y Amores Imposibles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora