Capitulo 1: El origen del Alderik

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No sé si alguien nunca llegará a leer esto pero creo que debo escribir mi historia, he de contar al mundo lo que soy y como llegué a convertirme en esto.

Todo empezó hará miles de años, en la antigua Grecia, más concretamente en Troya. Era una persona normal, un campesino más que intentaba ganarse la vida y sacar a flote a su familia. Mi amada Kori y mi querida hija Adara, como os hecho de menos, espero que pronto estemos juntos. Bueno por donde iba, estábamos en guerra con los Griegos por el estúpido de nuestro príncipe Paris que había raptado a la mujer del rey de Esparta. Un día un caballo gigante de madera apareció en frente de las murallas, encontraron a un griego enterrado en la arena y los barcos griegos parecían haberse retirado, el griego nos convenció de que había sido una ofrenda a Atenea y que no podían dejarla ahí y no se porque, pero le hicimos caso. Entramos el caballo a la ciudad y todo parecía ir bien, los griegos se retiraban y me había ganado algo de dinero ayudando a entrar el caballo. Toda la ciudad empezó a festejar la victoria y a la noche caímos rendidos todos al sueño. Pero yo había vuelto mas temprano a casa para estar con mi mujer e hija. Dormimos plácidamente hasta que nos despertaron lo gritos agonizantes de los nuestros, armándome de valor cogí mi hacha que utilizo para talar árboles y me dispuse a defender a mi familia a toda costa. Salí de mi casa y vi la ciudad en llamas y a mis amigos siendo asesinados por los griegos, pero no me importo, lo único que tenia en mente era defender a mi familia así que me dispuse a pelear contra los griegos, me defendí bien hasta que distinguí entre los gritos de todos, el ruido de las espadas y Troya siendo destruida, a mi niña, Adara, llamándome pidiéndome auxilio, me gire y vi como mi casa empezaba a arder con mi mujer y mi hija dentro. De repente note algo frío atravesándome el pecho, era la espada de Odiseo, quien encabezaba las tropas griegas. Caí al suelo desangrándome y lo ultimo que pude ver y oír fue a mi familia ardiendo. Intentaba mantener los ojos abiertos porque sabia que si los cerraba no iba a volver a abrirlos, hasta que no pude más y pestañee. Cuando los volví a abrir estaba en otro lugar, como en una cueva, la cueva estaba inundada excepto una especia de camino que me guiaba hacia una barca, así que decidí avanzar hasta que me di cuenta que había alguien en la balsa, seguí acercándome para preguntarle donde estábamos, mi sorpresa fue al ver un ser desfigurado con forma humanoide extendiendo su mano como si de un vagabundo pidiendo limosna se tratase, en ese momento me di cuenta de que se trataba de Caronte y que estaba en el inframundo, yo no podía haber muerto, tenia que vengarme del asesino de mi familia así que golpee a Caronte y empecé a correr hacia donde había despertado con esperanza de encontrar una salida, pero no encontraba nada hasta que en ese instante note una presencia maligna observándome y pude ver un anciano apoyado con un bastón acercándose, cuando se paro frente a mi no hizo falta que articulase ninguna palabra, supe quien era por su mirada y por como me hacia sentir, era el dios del inframundo, ¡era Hades!, permaneció callado, mirándome fijamente hasta que le supliqué que me dejase ir, Hades lo único que hizo fue reírse, cada vez mas alto, hasta un punto que me tuve que tapar los oídos, pensé que me iba a explotar la cabeza pero de repente con el bastón golpeo el suelo con tal fuerza que todo empezó a temblar y fue ahí cuando el dios del inframundo me dirigió la palabra por primera vez. Me pidió que le explicase como había muerto, y se lo conté todo, dicho esto el volvió a estar en silencio y a mirarme, yo desesperado le volví a suplicar y le pedí que me dejara vengarme del asesino de mi familia, una vez hecho eso volvería al inframundo a cumplir condena. Hades, para mi sorpresa, aceptó pero con una condición, que si conseguía matar al asesino de mi familia, me convertiría en un siervo para él y le ayudaría con futuros trabajos y que si los llegase a cumplir todos me devolvería a mi familia para que pudiera vivir la vida que me arrebataron, yo sin pensármelo acepte, pobre de mi, por ese entonces no sabia que uno no se puede fiar de un dios y menos de el del inframundo. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir allí estaba, en Troya, al día siguiente de mi muerte, rodeado de cadáveres, sin ningún rasguño en el cuerpo, recogí mi hacha del suelo y me dispuse a buscar a Odiseo para vengarme.

El Llanto de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora