Capítulo 2

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Nunca digas adónde vas

Salvo que muera antes.

Esa frase no deja de repetirse mientras salgo de la casa de mi abuela.

—Son para mantenerte segura— fue lo que me dijo.

¿Segura de qué? Quise preguntar, pero su mirada no me dio lugar a cuestionar nada.

Aparte de ese pequeño problemita del papel tétrico, el resto de la conversación estuvo bastante bien, me enorgullezco de mi por hablar tanto con un familiar, normalmente la conversación termina después de que me preguntan qué tal la universidad.

Lentamente me dirijo hacia la parada del colectivo, el pequeño papel atrapado en mi mano. Suerte que no tiene vida, sino ya lo habría matado.

Un poste con un cartel que dice colectivo-y unas ilustrativas palabras pintadas con aerosol por arriba-es todo lo que indica que la parada es acá. Ni siquiera un banquito para sentarse a esperar, no sé, tampoco soy tan exigente, pero algo más hubiera estado copado.

Igual cuando veo el colectivo en donde voy a tener que viajar, me doy cuenta que el cartel era un aviso para que no tuviera mis esperanzas muy altas, espero que esta cosa no se desarme a medio camino.

**

Nunca pensé que las puteadas y los bocinazos de la ciudad iban a ser reconfortantes hasta el momento que tuve que vivir en el pueblo embrujado.

Hay algo reconfortante en ver que el tiempo fluye, la gente insulta y todo parece seguir un curso normal, miro maravillada por un segundo todo este lugar lleno de peligros conocidos y estoy feliz, hasta que un auto me toca bocina y me manda a la mierda.

Cuando sepa conjurar espíritus te los voy a mandar a tu casa viejo de mierda, aprende a conducir.

Leo de vuelta la dirección que me dio mi abuela, Calle Los Damascos 234, estoy justo al frente de la protectora de animales, porque justo después de que me tiro la frase matadora de estar segura, me sugirió que llevara animales a casa.

No solo animales, gatos más precisamente.

Ahora estoy empezando a dudar si realmente debo seguir sus instrucciones ¿Qué pasa si llevo un perro?

¿Qué pasa si realmente es medio demonio la vieja y los gatos son sus aliados?

Entro de todas formas porque ya me comí el viaje.

Hay jaulas afuera con perros ladrando, un par de personas están mirando, no veo gatos así que entro y pregunto.

Resulta que los gatos están en una sala media alejada, lo que solo sirve para indicarme que esto capaz que si sea una mala idea.

Lleva un perro y mira que cara pone tu abuela.

Me obligo a alejar el pensamiento y seguir caminando. Cuando llego a los gatos, algunos están durmiendo, otros juegan, hay de diferentes colores y tamaños.

Primero descarto a los chiquititos, no creo que asusten ni al fantasma de la cocina, también a los que duermen, porque para eso ya estoy yo, y al final me quedo con dos, uno que es un macho naranja que le falta un ojo y otra es un gato negro que me juzga.

Al final me llevo los dos, a la gata para que espante a los espíritus-capaz que les da miedo ser juzgados- y al que le falta el ojo para que vigile que su compañera gatuna no me dé la espalda y se alíe con los fantasmas- o mi abuela, no se cual es peor.

La paranoia de la vieja se me debe estar pegando porque cuando me pidieron el nombre para la adopción me quede clavada como quince minutos hasta que reaccioné, creo que la mina de la recepción se asustó un poco.

Las reglas de las HadasWhere stories live. Discover now