Capitulo 5.

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¿Quién era exactamente aquel muchacho, que emitía un aroma más dulce que las flores y cuya piel sabía a caramelo? Vitya no lo conocía realmente, pues no contaba con el tiempo o genuino interés de observar a los humanos en su mundillo y la apariencia del azabache tampoco fue de ayuda la primera vez que le vio, pero sin duda alguna tenía algo que los demás no; por eso su nombre terminó grabado en los pergaminos del templo.

La pequeña botella que Yuuri guardaba terminó rodando hasta una esquina, casi olvidada. Su contenido titilaba de vez en vez, recordando al peliplata que aún no era demasiado tarde para hacer uso de ella. Entonces retiró la tapa vertiendo parte del contenido entre sus dedos y el vientre de su amado.

El chico seguía inconsciente entre las sábanas, haciendo que en el pecho del Dios brotara un sentimiento culposo por continuar sin tener su autorización. ¿Esto se consideraba violación? ¿Sería mejor que se detuviera?

No quería, pero tal vez fuese lo mejor...

¡Sí, cómo no! ¡Al cuerno si estaba mal! Aunque Yuuri no fuese capaz de dar su opinión, lo cierto es que su cuerpo era bastante honesto; la erección en su entrepierna delataba el placer que sentía con cada caricia y el miembro de Vitya ya goteaba ante la exquisita imagen que le proporcionaba su consorte. Quería adentrarse en su interior de una vez por todas, pero sabía que así lo lastimaría.

Llevó su mano hacia la entrada del chico, que era pequeña, rosada y muy apetecible a la vista, la opción perfecta para reiniciar su sexualidad, si es que el humano estaba dispuesto a satisfacerle por el resto de su vida. Presionó contra la delicada zona, provocando un quejido de dolor por parte del azabache; entonces lo introdujo más y más hasta ser devorado por completo.

Yuuri apretaba con fuerza ejerciendo presión sobre los largos y delgados dedos del Dios, que los movía con cuidado de no lastimarle. Él tenía reacciones exquisitas, era delicado y hermoso, tanto que Vitya temió no ser capaz de soltarlo nunca más.

No pasó mucho tiempo antes de que el azabache comenzara a retorcerse por la invasión en su interior, soltando suspiros entrecortados y reaccionando en su parte baja. Vitya lo llamaba de vez en cuando tratando de hacerlo despertar más, sin embargo, no conseguía resultado alguno.

«Ya despertará cuando tenga que hacerlo» pensó.

El humano le regalaba la mejor de las vistas: lo tenía ahí, bajo su propio cuerpo desvaneciéndose con cada una de las caricias que le proporcionaba y, de estar despierto, quizás hasta dándole la bienvenida en su cálido interior. Con tan sólo imaginarlo su miembro soltaba gotas de presemen.

La lentitud con la cual avanzaba era desesperante y dolorosa, pero no quería espantar a su querido; quería llegar a donde nadie más pudo, ser íntimo con él y obtener su todo.

Abrió las piernas del azabache, retirando con suma calma los dos dedos que tenía en su interior y reemplazándolos con la punta de su hombría. A su vez, Yuuri emitía pequeños gemidos que amenazaban con agotar la paciencia del todopoderoso y hacerlo golpear en su interior de una sola vez.

—Yuuri... aaah... Yuuri —colocó sus manos sobre la cabecera en un intento por guardar la compostura y fue adentrándose poco a poco, vigilando las expresiones del muchacho para detenerse en cuanto captara algún indicio de dolor.

Su pene por fin entró por completo, con la base del mismo contra la entrada de Yuuri. ¿Dónde terminaba él y comenzaba su consorte? Dar una respuesta era difícil ahora. Y por un infierno, qué bien se sentía; el chico apretaba con fuerza, arrancándole fuertes bramidos desde lo más profundo de la garganta.

Vitya comenzaba a desesperarse. En un esfuerzo por mantener el control tomó nuevamente los labios de Yuuri y, divina ambrosía, eran como un dulce afrodisiaco. Se apoderó de su boca mordiendo sus labios, mezclando sus salivas y agotando el aire entre ambos. Pésima forma de tranquilizarse, pero al menos hizo que el azabache despertara, topándose con la visión de él siendo penetrado por el inmortal.

El vientre del mortal estaba bañado en sudor, gotas de presemen y algo del líquido en la botella, y esa misma mezcla a su vez lo rodeaba en otras partes facilitando la fricción del Dios en sus entrañas. No sentía dolor, pero estaba avergonzado de mostrarse tan descarado en frente de una deidad. Levantó sus manos con la intención de cubrir su rostro, cuando Vitya lo detuvo.

—Sientes cuánto te deseo, ¿verdad?

Claro que sí. El miembro del Dios se sentía enorme en su interior y la expresión en su rostro era sumamente sensual y devastadora.

—Y tú también me quieres, ¿no es así?

¿Lo hacía? Nunca estuvo con nadie más, así que cómo saberlo.

Vitya se rió al ver la expresión de confusión en su rostro. —Me estás apretando muy fuerte allá abajo.

Se movió apenas un centímetro, demostrando cómo le resultaba difícil embestirle por la fuerza con que lo sostenía. Al mismo tiempo Yuuri expulsó un profundo gemido, obviando que él también lo disfrutaba.

Vitya sonrió triunfante, menos mal que todo salía a pedir de boca. Haciendo uso de toda su energía comenzó un ligero vaivén. No se despegaba mucho ni actuaba con rudeza, sino que se movía apenas lo suficiente para que su pareja lo sintiera. El calor entre ambos comenzaba a resultar sofocante.

En realidad, el azabache sí que sentía dolor, pero no era por sentir el miembro de su compañero entrando y saliendo sino porque iba tan malditamente lento que impedía a cualquiera de los dos llegar al orgasmo. Necesitaba cambiar el ritmo y estaba seguro de que el Dios también; ahora la pregunta era, ¿cómo conseguirlo?

Yuuri llevó una de sus manos a su entrepierna y se dispuso a frotar su propia hombría, la cual estaba ya tan dura que dolía. Bombeó de abajo hacia arriba a un rápido compás, dejando al divino ser sin palabras. Él era consciente de la mirada lujuriosa con que lo observaban, pues de eso se trataba: provocar al peliplata para que se diera prisa de una jodida vez y lo follara duro.

—... Vitya —susurró con deseo—... más... ve más rá-rápido...

¡Maldito fuese aquel chico! Al carajo con eso de no lastimarlo; las contemplaciones terminaban ahora.

Vitya lo sostuvo con fuerza de la cadera, luego salió de él y en otro rápido movimiento se introdujo de nuevo, causando que el rostro del azabache de deshiciera en éxtasis.

—¿Quieres que lo haga rápido y rudo o lo prefieres lento y profundo?

Yuuri esbozó una sonrisa pícara. —Sorpréndeme.

Oh, sí. El humano era exquisito. Separó sus piernas y comenzó a besarlo mientras se hundía en su interior con fuerza; en su mente enlistaba algunas cuantas cosas que deseaba hacerle.

El joven se deshacía sobre la cama mientras hacía uso de todas sus fuerzas para ayudar al todopoderoso con su tarea de llegar hasta lo más profundo de su cuerpo. Los dos sincronizaban sus movimientos; cuando la deidad se inclinaba hacia delante el joven echaba sus caderas hacia atrás, azotando de lleno contra su masculinidad. ¿Qué importaba si al día siguiente dolía como el infierno? Justo ahora sentirse invadido era la mejor sensación del mundo.

Ahora iban más intenso y se satisfacían mejor, pero no era suficiente; no llegaban al orgasmo pese a quedar empapados en sudor. Yuuri con las piernas temblando y Vitya con la mente nublada por el deseo, estaban impacientes por obtener aún más el uno del otro.

Exasperado por la situación el Dios colocó a Yuuri de lado y levantó una de sus piernas, teniendo una perfecta visión de su miembro erecto y su sonrojado rostro. Volvió a embestir con fuerza y sí, gracias al cambio de posición pudo llegar más lejos y pegar contra su punto dulce.

Siguió azotando en esa zona con rudeza. Por desgracia no llegaba siempre, pero se esforzaba tanto como podía para escuchar más de los gemidos de su chico.

Unos minutos después Yuuri se corrió sobre su propio vientre y Vitya no tardó en seguirle derramando su semen sobre las sábanas; ambos quedaron agotados y sin energías para continuar. Se abrazaron en la cama y cayeron dormidos, sin preocuparse por lo que pudiese ocurrir mañana.

El privilegio de ser tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora