Parte 2

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Pocos días habían pasado desde que Piccolo tuviera aquél encontronazo. Desde ese entonces, su actividad destructiva era completamente nula. Pasaba las largas y solitarias horas pensando en aquella curiosa conversación. Todas aquellas frases y preguntas que esa chiquilla le había formulado rebotaban en su cabeza, una y otra, y otra vez.

A pesar de todo el empeño que le pusiera su padre, no era capaz de hacerle cambiar de parecer. Desde aquello Piccolo se aferraba a la idea de que él jamás había hecho esto por propia voluntad. Sólo había querido satisfacer los deseos de su padre... y ahora se daba cuenta del alto precio que estaba pagando por ello. 

Con el pasar de los días, hizo de la meditación su mejor hábito. A pesar de ser fuerte y poderoso, quería llegar más allá, superarse a sí mismo. ¿Con qué fin? Aún no lo sabía. 

De vez en cuando, el incidente que tuvo con aquél hombre volvía a encenderse en su memoria, desestabilizándole nuevamente. No sabía qué le pasaba, por qué le había afectado tanto. Se había acercado a él con intenciones... ¿de qué? Si realmente no quería masacrar a nadie, ¿entonces con qué fin se había acercado? ¿Sólo quería intimidarle? ¿Provocarle? Hasta ahora sólo se había dedicado a observar con desdén a las personas destrozarse entre ellas.

Podría decirse que Piccolo sólo había lanzado el indicio del desastre inminente. Había destrozado ciudades enteras, sí, pero los humanos eran los que se habían asesinado entre ellos.

Humanos... no había ser en el universo que pudiera explicarle el modo de actuar de esta especie. Eran incomprensibles para él. Por no hablar de los sentimientos que tanto aclamaban profesar por sus semejantes. ¿Entonces por qué había visto a familias enteras corromperse entre ellas?

-Familia... -la palabra le quedaba demasiado grande en la boca.

Perdió los papeles nuevamente al darse cuenta de que había querido salvar a aquél hombre. Después de todo, una vez ya había salvado a una madre y a su hijo sin inmutarse en lo más mínimo. ¿Qué lo hacía diferente esta vez?

-Maldita... -murmuró para sí mismo levantando el vuelo.

No sabía por dónde empezar a buscarla, pero en su pecho latía creciente la necesidad de explicarle que aquello realmente había sido un accidente... No sabía en qué momento se habían despertado todos esos remordimientos en él, precisamente en él, el hijo del Mal. 

Se sentía estúpido y confuso, cada vez lanzaba más lejos la posibilidad de seguir destruyendo el mundo para reconstruir su reinado de terror. ¿Y cuando estés solo... qué harás? Aquella voz femenina le repetía la pregunta un millón de veces. Ni siquiera estaba seguro de qué era lo que quería encontrar realmente. Sólo sentía la imperiosa necesidad de aclarar aquél malentendido. Podía ser cruel y severo pero no era un asesino. No como su padre.

No fue sino hasta que llegó a la falda de una gran montaña, que se paró a observar el lugar. Por curioso que pareciera, lo único que permanecía intacto era la naturaleza en sí. Tal vez los recuerdos de su padre dentro de él le transmitieran aquella nostalgia que sintió el Piccolo original cuando se encontraba en aquellos montes, también, completamente solo, como se hallaba él ahora mismo.

Era desquiciante. Desde que aquella extraña mujer le hablara, el sonido del silencio y de la soledad le abrumaba en demasía. Se sorprendió a sí mismo deseando escuchar su nombre en boca de ella, al menos una vez más.

Observando los vastos pastizales y los pequeños lagos aquí y allá, por fin pudo respirar tranquilidad y serenarse. El paisaje era hermoso y comprendió que realmente no quería estar contemplándolo solo. Le hubiera gustado tener cierta compañía en momentos de calma como ese. Alguien que no le mirara aterrorizado, alguien que no le juzgara por su apariencia, por sus actos... aunque esto último fuese mucho más que reprochable. De todos modos, alguien así no existía en su vida... ¿O tal vez sí?

Eterna #Dammys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora