capítulo 7

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21/05/20
Jonathan

Han pasado varios días desde que me tomé un tiempo sin volver.
Llevaba horas trabajando sin parar en el club, un proveedor nuevo me ofreció hablar hace un rato.

Todo eso me recuerda a Alberto, cuando empecé a enseñarle a servir sin que se le cayesen las copas, o cuando al cerrar nos sentábamos a charlar de nuestras cosas sabiendo que el otro escucharía sin ningún problema.

Suspiro mirando la hora en el móvil.
Acabo de llegar a casa, pero aún me quedan algunas cosas que terminar.

Sujeto mi cabello en un moño y froto mis ojos después de activar la lavadora.

Miro hacia la puerta cuando el timbre rompe el silencio, arrastro mis pies hacia ella y abro.

Me quedo sorprendido al ver a Andrea. Lleva el pelo suelto, junto con un pantalón vaquero y una sudadera blanca que la llega hasta las rodillas.

-ey, solo venía a... mi padre me dijo que trajera esto-

Descuelga una mochila de su hombro y la deja en el suelo. No parece estar muy bien, su cara la delata.

-me alegra verte, Salas-

Finge una sonrisa, apartando la mirada. Su rostro está pálido y parece adormilada.

Pongo el código del candado y giro al cremallera de la mochila, varias tabletas de hachís prensado, más algunos billetes.

¿Cómo se le ocurre dejar que su hija lleve esto por la calle?

La cierro al instante al darme cuenta de que ella podría verlo.

-Buenas noches,Jonathan-

Se despide con la mano, alejándose de mí.

-¿Puedo acompañarte a casa?-

Ella niega con la cabeza, aún de espaldas

-prefiero volver sola-

Chasqueo la lengua, atando los cordones de mis zapatillas

-es tarde, debería ir contigo-

Ella tarda varios segundos en responder, mueve sus manos y está tensa.

-dijiste que teníamos que dejar tratarnos así-

Dejo la mochila a un lado de la entrada cuando termino con las zapatillas.

-no he cambiado de opinión, solo intento ser amable-

Suelta una risa irónica al oírme. No parece tener muy buen humor.

-no necesito tu amabilidad-

Aprieto mis ojos al sentir dolor en la herida, aún no ha curado del todo.

-como quieras, Salas-

-¿Te encuentras bien?-

Ella se acerca, pero sigue estando tensa

-sí, solo cansado-

no está cómoda conmigo, puedo notarlo.

-¿Quieres...un cigarro?-

Asiento y los dos caminamos hacia la salida, sentándonos en la escalera

-¿Por qué estás tan rara?-

Ahora que puedo verla más de cerca, sus pupilas están dilatadas y sus ojos reflejan cansancio. Todo está oscuro, las farolas apenas alumbran la calle, pero por ellas pueden verse las primeras gotas de lluvia.

El Amor No Es La OstiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora