capítulo 8

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05/06/20
Andrea

Abro lentamente los ojos, pero vuelvo a cerrarlos al sentir la claridad. No sé muy bien dónde estoy, pero se siente cómodo.
Mi cuerpo no responde a las órdenes de mi cerebro aunque me esfuerce al máximo. Siento frío en mi estómago, como si no tuviera ropa.

Consigo abrir los ojos de nuevo, aunque no consigo ver mucho, creo que es una cama. Tardo varios segundos en darme cuenta de que sólo llevo la ropa interior. El sonido de unos pasos me hace tragar saliva. Me siento muy confundida, tanto que a penas puedo distinguir la realidad.

Siento el tacto de una mano sobre mi mejilla, que se desliza lentamente hacia mi cuello. Parpadeo despacio, intentando ver a esa persona. Reacciono un rato después al darme cuenta de lo que pasa.
Todo sigue dando vueltas, cuesta pensar.

El crujido de la cama se hace notorio en un lado y se hunde después. Aquella mano aprieta mi cuello con fuerza, dejándome sin respiración. Intento apartarlo de mí pero apenas consigo moverme.

Retira su mano de ahí, pero la lleva a mis muñecas hasta dejarlas por encima de mi cabeza.

-Respira-

Reconozco la voz del chico de las escaleras, sin tardar más abro la boca para coger una gran bocanada de aire. No era consciente de que mi respiración se había detenido. Siento su peso sobre mí y el pánico se apodera de mí.

-no me toques...-

Ignora mis palabras y siento sus labios en mi cuello. El pánico se hace más presente, dejando salir algunas lágrimas.
No quiero que esto pase, sin embargo solo puedo llorar. Sus labios se posan contra los míos con furia y sujeta mi cara cuando intento apartarme.Seca mis lágrimas con esa mano sin parecer importarle en absoluto.

Se separa unos segundos y puedo escuchar como se desabrocha el cinturón. Vuelvo a sentir el peso, también su bulto sobre mí.
Antes de que pueda volver a tocarme, uso mi codo para golpearlo. Él suelta un gemido de dolor, dejando una vía libre.

-¡Vuelve aquí!-

Centro la vista en él mientras camino con apenas equilibrio. Solo consigo ver su rostro emborronado. Deslizo la mano sobre la pared hasta encontrar el pomo de la puerta, la cual no consigo abrir.
Mis piernas no aguantan más, así que caigo al suelo de rodillas.
Él se acerca sin prisa, maldiciendome. Me levanta de un tirón, poniendo mi espalda en la pared.

-deja de darme problemas o será peor-

Me quedo inmóvil cuando mi vista se va recuperando lentamente, dejando ver su dedos algo borrosos. Lleva cinco anillos, en cada uno de sus dedos.
Mi respiración se acelera cuando mete una pastilla en mi boca. Al intentar escupirla, tira de mi cabello hacia atrás.

-¡¿Me has oído?!-

Me quejo sin apenas hacer ruido, hasta que la pastilla se disuelve. La respiración se entrecorta cuando sus manos aprietan mis pechos. Todo comienza a ser más difícil y cuando no puedo aguantar de pie, me tira boca abajo sobre la cama.
La rabia y el coraje se juntan, intentando escapar de él. Rompe un plástico, bajando mi ropa interior.

Lucho y lucho con una fuerza que jamás había visto en mí, pero mis ojos se cierran al instante. Me inmoviliza completamente, abriendo más mis piernas. No puedo evitar soltar un grito de desesperación al sentir aquel bulto entre mis piernas.

Levanta mis caderas y juega con su bulto sobre mi interior, haciéndome sentir completa repulsión. Despejo la mente, intentando pensar en otra cosa. Cuando lo introduce en mí, el dolor me hace gritar de nuevo. Es asqueroso, el dolor no es nada agradable, no puedo soportarlo.

El Amor No Es La OstiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora