Más que nunca John se sentía observado, era una sensación minuciosa la que le jugaba sobre el cogote y sus sentidos siempre alertas. Siempre ligeramente escandalizado con las ideas de que siempre lo vigilaran sin descanso alguno.
Ese ya no era su apartamento: era su cárcel.
En aquel entonces John estaba haciendo sus rondas de prisionero por el apartamento, en busca de algún pasillo donde sus "cámaras de vigilancia" no le alcanzaran, y posteriormente en busca de alguna posible salida. Cuando un cuchicheo imperturbable y ligeramente tenebroso aterriza en medio de su curiosidad.
Sin poder domar las olas de curiosidad que le arremetían, se dejó arrastrar por ella, llegando a pensar que probablemente sus pies cobraban pensamientos propios.—“Yo le dije la verdad, yo le dije la verdad” —canturreaba entre débiles intervalos de voz al otro lado de la pared. Repitiendo lo mismo una y otra vez, cada vez más débil e infantil.
El treintañero, sin poder resistirse, se apega a la pared y, sin pena y descuido, hizo una campana con sus manos sobre el empapelado, haciendo un hueco para colocar su oreja. Tratando de escuchar un poco más con atención. Se repetía el canturreo una y otra vez como un disco rayado, sin interrupción. Avanzó cauteloso al no sentirse satisfecho con los débiles murmullos, en búsqueda de un mejor ángulo se topa entre tanteos y palmadas con un gran agujero en la pared. Le pareció curiosa y misteriosa la forma en como el gran hueco se manifestó en el muro, ya que una parte de su cabeza argumentaba que aquel enorme hoyo, a la medida perfecta para que el pasase, no existía hace unos instantes atrás.
Fue introduciéndose por él, con el temor de que así como apareció éste, pudiese desaparecer y sepultarlo allí—. “Es un día soleado. Es un día soleado. Es un día soleado... —repitió la voz un sin fin de veces a penas puso John un pie en la habitación; la voz prosiguió— ...en el infierno”.John quedó embelesado, anonadado y aterrado al observar lo que habitaba en aquel cuarto que no creía reconocer. Ya no estaba en su apartamento, eso era seguro.
—¿Su...mmer?
La joven estaba colgada del cuello con una soga que, literalmente, atravesaba el techo mediante un gran agujero que parecía pasar por todo el edificio, pues, por allí los rayos del sol se filtraban de forma tenue, debido ha que algunas nubes pasajeras se le interponían; de sus brazos y pies colgaban cadenas excesivamente largas, pesadas y ruidosas al arrastrarse por el suelo. Todas, al terminar, se unían y de allí una bola pesada de cemento se sujetaba. La joven estaba de espaldas a él, quien detalló que cuyas prendas en su mayoría fueron despojadas de su cuerpo, dejándola solo con una delgada camisa de tirantes y un jean desgastado de más. Parecía, Summer, estar completamente inconsciente e inerte, y debería estarlo como mínimo, muerta. Pero por su persistente tarareo de “Yo le dije la verdad” supo que no era así.
—¡Summer! —gritó John, sin saber si tal exclamación nació de la alegría o del terror.
—¿Por qué las cucarachas se esconden de la luz? —inquirió ella, carente de emoción.
—No lo sé —respondió John por inercia. Al notar que la joven pelinegra no planeaba añadir alguna conjetura él intentó responder —, ¿por que pertenecen a las sombras?
Summer dio un chasquido con la lengua de disgusto, mientras refunfuñó lo mal que le caía las respuestas en forma de preguntas. Así que John no tuvo más remedio que repetir su respuesta con menos duda.
—Muy buena respuesta —confirmó Summer—. Al diablo con las explicaciones científicas, vámonos a lo básico.
John aún no comprendía el porqué de su pregunta principal —si olvidaba que la suya propia era el como ella seguía con vida—, pero pareció poco razonable buscarle sentido por el momento. Él, entre arrebatos de curiosidad, se deja caminar con cautela por la habitación, percatándose así el porqué no le encontraba una puerta por donde entrar, y eso era porque estaba sellada con cemento y bloques. Siguió caminando hasta colocársele en frente. El cabello negro de Summer caía sobre su rostro, todo enmarañado y descuidado. Le daba un aspecto un poco más horrible.
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Psicofonía: Habitaciones Vacías
ParanormalJohn Winchestr es un hombre que nunca sale de su apartamento desde hace unos varios meses, donde no solo ha desarrollado agorafobia (miedo al exterior y lugares de albedrío público), sino también ha comenzado a observar cosas que otros no ven. Resig...