1 ─ Un empleo para Rebeca Moore.

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Sonó el teléfono de la casa rompiendo el silencio de la mañana. Con un gruñido y de mal humor –siempre que me despertaban me pasaba- me levanté de la cama no sin antes mirar el reloj que marcaba las 8 y cinco minutos. ¿Quién demonios molestaría tan temprano?

Mientras me ponía las zapatillas de casa pensaba en mi mala suerte. Estaba sin trabajo –no porque yo no lo haya intentando- ya que di mi currículum en todos los sitios posibles pero unos ponían como excusa que necesitaban a personal con experiencia y otros decían que ya me llamarían –mentira, nunca llamaban-, sin novio –no tenía suerte con los tíos-, sin dinero casi –volvemos al tema del trabajo-, sin ganas de nada –era totalmente una vaga cuando me lo proponía. Resumiendo, no tenía nada.

Llegué al teléfono cuando el cuarto tono sonó y lo descolgué. Me aclaré la voz antes de hablar.

-¿Diga? –mierda, mi voz salió más ronca de lo que esperaba y unos segundos de silencio se oyeron tras el teléfono y poco después una fina voz habló-:

-¿Podría hablar con su mujer, Rebeca Moore? –mi palma golpeó mi frente en un acto de molestia. Ella había pensado que era un tío gracias a mi bonita y fina voz de recién levantada.

-Un momento –dije con aún más voz de hombre de lo que me había salido antes. Suponía que llamaban de algún trabajo y no iba a dar una mala primera impresión. No cuando el pago de mi pequeño piso estaba en riesgo.

Me alejé el teléfono y corrí hacia la cocina donde rápidamente me bebí un vaso de agua y volví a coger el teléfono faltándome el aire. Bien, una prueba de que necesitaba volver a hacer ejercicio.

-Dígame –mi voz salió normal y di gracias al cielo por ello.

-Buenos días señora Moore –odiaba aquél “señora” por Dios, sólo tengo 23 años. Pero no podía decir que no, yo para ella estaba casada-, le llamaba para ofrecerle un empleo –mi cara se iluminó al ver que había dado en el clavo, por fin un trabajo para mí- si no se le presentó ningún otro mientras la llamábamos y no.

-Bien –estaba claro que aceptaría, no todas las empresas aceptan a novatas sin experiencia-. ¿De qué empresa estamos hablando?

-La empresa Miller, dirigida por los tres hermanos del apellido que indica el nombre.

Mi garganta se secó y mis ojos se abrieron de golpe. Mierda, ¿había oído bien? ¿Una de las malditas empresas más grandes del país me quería trabajando allí, codo con codo con ellos?

Cuando esperé alguna llamada de las muchas empresas de las que había escuchado un “ya te llamaremos”, jamás me esperé que ésta fuera una de ellas. Oh Dios, no podía ni hablar. Me imaginaba todo el maldito dinero que ganaría si comenzaba a trabajar para ellos y creo que hasta en mis ojos aparecieron signos de dólares.

-¿Hola? ¿Se encuentra ahí, señora Moore? –de nuevo su apodo me hizo apretar los dientes. No era una abuela para que me llamase así.

-Perdone, simplemente no pude creer que me llamasen de una empresa tan importante como lo es Miller’s –sentí como sonreía a través del teléfono por el pequeño piropo hacia el lugar donde trabajaba.

-Entiendo, yo también me quedé así cuando llamaron a mi casa –rió y escuché como tecleaba en el ordenador-. Entonces, ¿acepta el puesto de secretaria de uno de los hermanos? –wow, wow. Esperen. ¿Secretaria de uno de los hermanos Miller? Como si me hubiese escuchado, la voz fina de la chica que me llamaba continuó hablando-: Preséntese mañana a las 8 en el edificio y le informarán sobre su trabajo.

-Está bien, allí estaré –me sonreí a mí misma por no haberme puesto a llorar mientras hablaba con ella, pero cuando colgué varias lágrimas desfilaron por mis mejillas mientras saltaba de alegría y mi perro desde la alfombra que se encontraba enfrente del sofá me miraba con una cara que si pudiese hablar diría algo como “¿estás loca, muchacha?”.

Sin perder el tiempo marqué a mi amiga –más hermana que amiga- Elena.

-¿Tú despierta a estas horas? ¿Qué milagro es ése, amiga? –bonita forma de cogerme el teléfono tenía Elena, sí señores. Pero como estaba tan feliz, se lo pasaría por alto.

-¡Tengo trabajo Ele! –grité como una desquiciada y ella soltó un grito de sorpresa que enseguida paró ya que ella sí que estaba trabajando.

-Si no estuviera tan feliz por ti, iría ahora mismo a tu casa a partirte la nariz por llamarme Ele. Sabes que lo odio, parece que estés hablando de la letra del abecedario.

-Es mi venganza por la forma en la que le contestas el teléfono a tu hermana adoptiva –sonreí satisfecha mientras caía encima del sofá y Dumi –mi perro- se me tumbaba encima. Era un chihuahua y no pesaba casi nada o lo hubiese mandando de paseo. Sentí un suspiro desde la otra parte de la línea.

-¡Felicidades loca! ¡Ya era hora de que alguien te aceptara! –gruñí-. Bien, yo sé que era porque no tenías experiencia y bla bla bla, pero bueno, dime, ¿qué empresa va a tener el gusto de coger a mi chica? –se escuchó como un chorro de agua se encendía y supuse que estaría lavándole el pelo a alguna clienta.

-Miller’s –un golpe y un gruñido que no provenía de mi amiga se escuchó. Un perdón lo acompañó. No se oyó más hasta que me habló a gritos teniendo que apartar el teléfono de mi oreja.

-¡No jodas! –mal hablada-. ¡No fastidies! –rectificó cuando se escucharon las quejas de su jefa por el mal lenguaje-. Dios mío, hay sólo una empresa con tres tíos buenos que la manejan y tú vas a dar con ella, mala péco… -calló antes de ser regañada y cambió la palabra a tiempo-: amiga.

Yo reí a carcajadas. No parecía Elena sin utilizar un mal lenguaje. Ella era muy abierta, social, simpática y por sobre de todo: divertida y mal hablada. Se había criado con dos hermanos mayores que parecían cruasanes de tanto músculo en sus brazos y espaldas. Ellos le habían enseñado a mi amiga todo lo que sabía –hablo de todos los insultos que salían por su boca. Elena tenía 24 años y trabajaba como peluquera en una peluquería de la ciudad donde se enteraba de muchos cotilleos y ella me los venía a contar a mí y yo como buena cotilla, los oía todos.

-Así como te lo digo –le dije-. No podía creer que me llamasen. A mí –comenté aún incrédula.

-Lo que daría ahora mismo por ser tú –bufó. El ruido del agua cesó-. Tengo que dejarte morena, luego voy a tu casa a celebrar tu nuevo trabajo y llevo bebida, ¿vale?

-Está bien, suerte en el trabajo… ¡Y no digas más palabrotas!

-Serás capu… -colgué antes de que finalizara con su palabra –que sabía que lo haría- y escuchar como su pesada –según ella- jefa le echaba de nuevo la bronca.

Comencé a acariciar a Dumi y muy flojito, como si alguien nos fuera a escuchar –imposible porque vivía sola- le hablé sin esperar respuesta ya que nunca llegaría.

-Por fin tengo trabajo pequeño, ahora podré comprarte comida deluxe –el pequeño perro movió su cola haciéndome reír y abrazarlo a mí.

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¡Hola chicas! Dejé el primer capítulo de mi novela a ver si os gusta. Si es así, dejadmelo saber con un votito y algún comentario por favor, ¡así me animáis a seguir escribiendo! 

Bueno, nuestra Rebeca ya ha conseguido el trabajo, pero lo que no sabe ella es que ése trabajo no será tan fácil como parece. ¿Para qué coger a una chica novata cuando tienen a chicas especializadas en la empresa? Pensadlo.

Espero que aparezcan lectoras, un beso amores :)

El trotamundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora