¿Primera semana de aguantar al coñazo y sexy de mi jefe? Superada.
Viernes noche, momento para salir a tomar unas cuantas copas con mi amiga Elena y una amiga suya de Manhattan que hacía unas semanas me había presentado. Se llamaba Rachel. Tenía el pelo corto hacia el lado y realmente, yo si me hago ese peinado no sé lo que parecería pero a ella le queda bien. Es una chica sencilla algo tímida al principio pero cuando entra en confianza, parece que haya salido de un psiquiátrico.
Pinté mis labios de un rosa pálido, los junté haciendo que se pintaran en su totalidad y ¡lista! Pantalones tejanos ajustados, una camiseta por dentro y sin mangas con un estampado de flores. Para el frío de la noche, una americana ajustada negra en conjunto con unos taconazos –no sé si podría andar con aquello.
Baja, el taxi ya está en tu calle, morena. Con el simple WhatsApp de mi amiga, metí el móvil, pintalabios y una barra de chocolate –más vale prevenir que curar- en el bolso de mano que iba a llevar y bajé con algo de prisa las escaleras –siempre intentando no caerme y hacer el ridículo.
-Wow, no sé cómo aguantarás toda la noche con esas máquinas de matar –comentó Elena, tan sincera como siempre, sobre mis tacones nada más sentarme en la parte trasera del taxi.
-Yo tampoco lo sé –le di la razón porque la tenía, simplemente.
-Vas a acabar descalza, como yo –habló Rachel levantando su pierna y enseñando sus tacones. Eran un poco más bajos que los míos y rosas, en conjunto con su top. Reí ligeramente. No sabía cómo iba a terminar esta noche.
-Hola Rachel –saludé con la mano y ella me devolvió el gesto acompañado de una sonrisa sincera. Elena bufó y rodó los ojos.
-¿Para mí no hay saludo, mejor amiga? –lo dijo con retintín haciéndonos reír.
-No, para ti no lo hay –guiñé un ojo.
-La confianza da asco –se cruzo de brazos y no pude evitar reír. Era tan normal-. Como alguien esta noche me pregunte sobre ti, diré que tienes un hijo, para fastidiarte los ligues.
-Oh, gracias.
-De nada, morena –me guiñó un ojo riéndose. Sabía que lo haría, oh, por supuesto que lo haría.
Media hora de cola después de llegar, por fin entramos en el pub. Un sitio grande, con varias pistas para bailar, con muebles negros. Luces iban y venían por todo el lugar de diferentes colores creando ambiente. Al fondo se encontraba el DJ haciendo buena música que les hacía menear las caderas a las chicas y los hombros a los chicos –los siesos que estaban en la barra.
-Igualdad, dicen –Elena se seguía quejando hasta cuando estaba dentro de que había gente que por ser un poco más conocida entraba al segundo y la gente normal como nosotras teníamos que esperar toda la cola-. No hay igualdad en ningún sitio. Media hora de cola –pegó con su mano en la barra llamando la atención del barman-. Un vodka con coca-cola, un tequila y malibú con piña –pidió para todas.
El chico –no superaría los veintitrés- se la quedó mirando con una ceja arqueada.
-No todo es para mí –nos señaló con el dedo anular a las dos sin mirarnos- pido también por ellas, no pienses que soy una maldita alcohólica.
Mal asunto. Elena perdía rápidamente los papeles cuando alguien la miraba extraño.
El chico sin decir ni una palabra, fue a servir nuestras bebidas y al poco tiempo se giró y antes de poner los vasos en la barra, con una sonrisa de lado le habló a mi amiga.
-Te cambio las bebidas por tu teléfono –se apoyó con un brazo en la madera. Ése chico estaba acostumbrado a hacer que todas las tías le fueran detrás por una bonita sonrisa y una cara que le acompañaba. Pero dio con la chica equivocada.
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El trotamundos
Teen Fiction¿Qué pasaría si la persona de la cual te enamoras puede volver a las andadas y huir en cualquier momento? Si se fuera, ¿lo buscarías… o lo dejarías ir? Él sólo quería conocer mundo, pero tenía obligaciones que atender. Ella sólo quería un trabajo p...