Me miré por última vez en el espejo y me veía realmente bien. Mi pelo estaba completamente liso llegando a la mitad de mi espalda, mi cara maquillada naturalmente, una camiseta de media manga blanca y de encaje con una falda de tubo por fuera de ésta. Una americana para no notar el vientecillo que hacía por las calles de Manhattan -y no olvidemos que con ella parecía una empresaria con experiencia-, y unos tacones bastante altos.
Miré con dudas mi cara. ¿Debería echar más maquillaje para disimular mis ojeras? No, mejor tendría que haber echado a Elena cuando empezó a darme una copa detrás de otra anoche hasta que no recordé nada.
Mi cabeza dolía. Maldita resaca, maldita mejor amiga, maldito todo. Y encima hoy tenía la “entrevista” –por llamarlo de alguna forma- y yo con éstas pintas.
Apliqué un poco de crema anti ojeras y salí de mi departamento bajando las escaleras con la velocidad que me dejaban mis altos tacones. No pensaba llegar tarde el primer día. No correría el riesgo de que no me quisieran por impuntual.
Al llegar enfrente del alto edificio toda la realidad cayó encima de mí. Iba a trabajar ahí, con toda esa gente nueva y seguramente estirada a la que yo para nada me parecía. Esto parecía una broma pero era tan real que dolía.
Desde la acera de enfrente veía entrar gente sin parar que se dirigía hacia su puesto de trabajo como cada mañana, y si me daba prisa en entrar y no me hacía de rogar, podría ser que yo fuera una de ellas a partir de hoy.
Respirando profundo y con palabras de aliento hacia mí misma que me repetía una y otra vez en mi cabeza me dirigí hacia la puerta.
Si la gran construcción ya era impresionante desde fuera, tendríais que haberla visto por dentro. La planta baja –en la que me encontraba ahora mismo- estaba llena de mármol en el suelo tan impecable que podía verme como si fuese un espejo. Una mesa blanca de madera estaba en todo el medio de la sala y detrás de ésta, a cada lado había una entrada.
Una mano agitándose en el aire llamó mi atención y me dirigí hacia la chica de pelo corto y rubio.
-Tú debes de ser… mmm… -buscó algo en el ordenador y asintió con la cabeza-, Rebeca Moore, ¿cierto? –sonreí al reconocer la voz de pito que me había llamado ayer por la mañana y me había confundido con un tío. No pude evitar soltar una pequeña carcajada.
-Esa misma soy yo –sonrió sin entender la risa floja que me estaba entrando. Supongo que pensó que serían los nervios y lo dejó estar. Qué lejos de la realidad –el mayor de los Miller la espera en su despacho –cogió una placa de un cajón y me la pasó. Logré leer “visita” en ella y la miré con una ceja arqueada-. Es para que te dejen pasar, no te preocupes –me guiñó un ojo-. A la izquierda, en la duodécima planta. El ascensor está nada más entrar, no hay pérdida –sonrió una última vez y quitando su mirada de mí, siguió con su trabajo.
Me alejé poniéndome la placa en la camiseta –ya que la chaqueta la llevaba en la mano. Bendita calefacción. Como la recepcionista dijo, no había pérdida y mientras intentaba apartar mis nervios, llegué al piso.
Todo era más frío aquí arriba –y no hablo de la calefacción- todo el pasillo que llevaba hacia un despacho al final de éste estaba cubierto por grandes ventanales. La verdad es que si tenías miedo a las alturas, pasar por aquí era algo imposible. Se veía la ciudad bajo mis pies increíblemente bien y agradecí a Dios por no darme vértigo.
Toqué con mis nudillos la puerta oscura y se escuchó un “pase” algo bajo.
Tú puedes, Rebeca, decía mi mente una y otra vez mientras pasaba la puerta encontrándome con el padre de los Miller.
-Bienvenida señorita Moore –por lo menos la recepcionista no le había contado que estaba “casada”. Una sonrisa escondió la risa que me dio de nuevo al recordarlo. Qué patético había sido. Tomé la mano que me extendía.
-Gracias por recibirme señor Miller –me senté en la cómoda silla que me situaba enfrente de él y con su mesa por medio. El hombre de negocios apoyó sus codos en la madera y me miró fijamente por un buen rato hasta que empezó a hablar después de darme la bienvenida.
-La hice llamar porque quiero que trabaje en nuestra empresa, señorita Moore –asentí. Qué pensaba que había pensado cuando me habían llamado diciéndome que el puesto era mío, ¿qué me iban a llamar y hacerme venir para nada? No. Con ese comentario no pareció un hombre listo, de negocios y millonario-. Será la secretaria de mi hijo pequeño –pellizcó el puente de su nariz dejándome ver que el chico en concreto era una buena perla, un rebelde-. Él no quiere cumplir sus obligaciones, él quiere vivir su vida pero no. Él tiene que hacerse cargo de la empresa tal como están haciendo sus dos hermanos, Alex y Hugo.
No sabía si estaba hablando con él mismo más que conmigo pero yo seguí escuchando atentamente mientras de vez en cuando asentía.
-No es un chico fácil –me advirtió algo que ya había adivinado por mí misma. En ése momento me sentí una mujer observadora y contenta conmigo misma-. No le va a poner las cosas fáciles tampoco –rascó su pelo en un acto de nervios-. Es un poco loco, pero es buena persona. Por favor, tenga paciencia con él. Al final se dará cuenta de que ésta es su vida y que tiene que trabajar y hacer lo que hace todo el mundo. Él no sigue las normas, e intenté ponerle con alguien experto como secretaria, pero o todas se negaban o él no la quería. Al parecer –se acercó más a mí como si fuera a compartir un pequeño secreto-, no le caen muy bien las rubias –rió y se echó de nuevo para atrás.
-Yo no soy rubia –dije lo evidente y él sonrió.
-Exacto, eres perfecta –apoyó su mentón sobre sus manos mirándome de nuevo serio-. ¿Aceptas el trabajo de tener que aguantar a mi hijo aunque a veces pueda sacarte de tus casillas?
No tuve que pensarlo dos veces cuando ante mí puso el papel de cuánto cobraría al mes. Un niñato inmaduro de ves tú a saber qué edad no me arruinaría el sueño de poder cumplir mis caprichos personales –que no eran pocos- y poder pagar mi alquiler sin tener que apretarme el cinturón. Podría con él, no podría ser tan malo, ¿no?
-Acepto –dije sin titubear. Estrechándonos la mano y firmando el papel, cerramos el trato.
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¡Trato cerrado chicas! Ahora empieza el juego. En el próximo capítulo conoceremos al famoso e indomable Daniel Miller. ¿Qué pasará? No se olviden de dejarme votos y comentarios si les ha gustado. No les cuesta nada y me hacen feliz.
Un besazo enorme, hasta la próxima :)
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El trotamundos
Roman pour Adolescents¿Qué pasaría si la persona de la cual te enamoras puede volver a las andadas y huir en cualquier momento? Si se fuera, ¿lo buscarías… o lo dejarías ir? Él sólo quería conocer mundo, pero tenía obligaciones que atender. Ella sólo quería un trabajo p...