Taza de chocolate

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Eran cerca de las 3 de la madrugada. Cierto pelimorado se encontraba sentado en un sofá justo bajo la ventana de aquel extenso salón. Sus piernas estaban tapadas por una calentita manta azul. En sus brazos descansaba aquel lindo presente en forma de conejo que su maestro le había regalado. No evitaba sonreír cada vez que lo veía, era muy parecido a sí mismo. Jugaba con sus orejitas suavecitas, imaginándose por un instante que era su cabello. Se sonrojó al pensar que el peliazul podría jugar con aquel peluche... creyendo que él sería el conejito de peluche. Sacudió su cabeza evitando sus pensamientos y miró hacía la ventana. Su vista yacía clavada en los pequeños copos de nieves que caían lentamente hasta llegar a la fina capa de nieve que se había formado debido a su acumulación. Frotó sus manos. Aún sentía algo de frío aun con la manta. Empezó a hacer dibujitos en la ventana, por el frío exterior, se había creado un vaho perfecto para poder dibujar en el cristal al menos con el dedo. 

Corazoncitos. Lo que más destacaba en aquel empeñado cristal. El chico pegó su mejilla en el frío cristal, suspiró resignado. Un agradable olor inundó sus fosas nasales. Chocolate caliente.

- Veo que no soy el único con insomnio- un sonriente peliazul sorprendió al despistado pelimorado, mientras le entregaba una taza calentita con chocolate de avellanas con nubecitas de azúcar por encima.

- Maestro...- susurró un poco sonrojado Bonnie, recibiendo tímidamente aquella taza que rápidamente le calentó sus frías manos-... Gracias...- sonrió sincero, tiñendo ligeramente las mejillas del más alto.

El peliazul sonrió igualmente y se sentó enfrente del joven. Él también bebía una humeante y sabrosa taza con chocolate negro con pequeñas virutas de chocolate con leche. Se fijó en el conejito morado que yacía en el regazo de Bonnie. Realmente eran muy parecidos. No evitó sonreír con ternura. Eran dos conejitos muy lindos, tiernos y adorables. Miró entonces los corazoncitos en el cristal al lado del pelimorado, el cual bebía muy feliz su dulce chocolate. No pudo evitar sonrojarse y menos al ver a su contrario con un pequeño bigote de chocolate encima de su labio superior. ¿Por qué siempre era tan malditamente adorable?

- ¿Por qué no puedes dormir, maestro?- preguntó inocentemente Bonnie, relamiendo sus labios para pillar hasta la última gota de su chocolate.

- Mmm... la verdad... es que me tenías preocupado...- miró su chocolate sonrojado-... ya sabes, por lo de tu resfriado y eso...

- No hace falta que te preocupes por mí, maestro. De hecho, me siento mejor ahora- le sonrió muy tiernamente, mostrando sus pequeños dientes con un tono rosadito en sus mejillas.

Bon sonrió igualmente y tomó otro sorbo de aquel dulce humeante. De formó un silencio no incómodo pero difícil de romper. A veces se escuchaban los entrecortados sorbos del chocolate del pelimorado, haciendo el silencio algo pesado. Bon no podía dejar de apreciar la pequeña figura de su contrario.

Sus largos morados cabellos caían con gracia sobre los pequeños hombros de Bonnie, algunos también tapaban algo de su bello rostro. Sus ojitos permanecían cerrados por momentos, pero luego se abrían dejando ver aquellos hermosos y adorables rubíes realzando la belleza de su rostro, como si hubieran sido sacados de la más peligrosa e inalcanzable mina dentro de algún volcán y haber sido pulidos, tallados e incrustados con tanta delicadeza y precisión que ni siquiera parecieran reales. Sus mejillas seguían con aquel adorable y tierno sonrojo levemente rosa. Su tímida pero deslumbrante sonrisa no desaparecía de su sitio. Estaba seguro que esta había sido tallada por los mismísimos ángeles del cielo... Sin duda Bonnie era como un pequeño, adorable, tierno... y hermoso ángel. No se había dado cuenta de cuando se había sonrojado.

El pelimorado se había percatado de la constante mirada de su maestro sobre él, por lo que tímidamente levantó su mirada hacia la contraria, la cual le observaba, al parecer, embobado. Aprovechó el momento para admirarle esta vez más a fondo. Se centró en su cabello, el cual lucía algo más despeinado que de costumbre, ¿se habría quitado la gomina para poder dormir más cómodo? Tal vez, pero ahora se veía más... no sé... ¿Lindo, atractivo... sexy? Se sonrojó al instante, pero no apartó su mirada del frente. Bajó un poco más para hacer contacto con aquellas esmeraldas color manzana que le miraban tan fijamente. Eran realmente hermosos sus ojos, tanto que no se dio cuenta de cuando se empezó a acercar sutilmente a estos, dejando la taza a un lado, en el marco de la ventana. Su mirada aterrizó en sus morenas mejillas, las cuales tenían algo de color carmín. Realmente adorables. No evitó llevar sus manos hacia estas, acariciándolas levemente con sus pulgares. Notó cierto agarre en su cintura, y los encantadores ojos del moreno no se quitaban de su figura. En parte le encantaba ser su centro de atención, pero igualmente lo intimidaba un poco. Se acercó un poco más hacia su maestro, terminando sentado sobre las piernas de este, se sentía extrañamente cómodo, aún con sus manos pegadas a sus mejillas rojas.

- Bonnie...- las mejillas de Bon se sonrojaron un poco más-... Sé que no tenemos un muérdago encima de nosotros... pero... ¿Crees que me dejarías... regalarte otro beso?

- No sé, maestro... podría contagiarte, ya sabes, por mi resfriado...- le sonreía despreocupado el pelimorado, acercando más sus rostros.

- Mmm... me arriesgaré entonces- le sonrió igualmente, eliminando finalmente la distancia entre sus bocas.

Su corazón empezó a palpitar como loco. Su estómago estaba repleto de pequeñas mariposas que revoloteaban libremente por este. Su cara había adquirido un nuevo tono rojo intenso. Sus labios habían descubierto un sabor aún más sabroso que las patatas fritas.

Los labios de Bonnie sabían a chocolate caliente.

Bon no dejaba de sostener la pequeña cintura de Bonnie con sus brazos, al igual que el pelimorado enrrollaba el cuello del contrario con sus manos entrelazadas. Ambos habían anhelado tanto los labios del otro que ahora se les hacía imposible separarse, pero como siempre el aire está para destrozar esos maravillosos momentos de besos, tuvieron que separarse.

- Mmm...- suspiró Bonnie tras separarse de los labios de su maestro.

- ¿Y bien?- sonrió pícaro el peliazul- ¿Te ha gustado mi regalo de Navidad?

- Bueno... supongo que no ha estado mal... pero podría ser mejorable- le guiñó un ojo el pelimorado, juntando sus frentes.

- Pues... si quieres puedo darte otro... pero con una condición- levantó un dedo situándolo entre sus labios.

- ¿Qué condición?- sonrió más el más bajo. Bon se acercó a su oído susurrándole lentamente.

- Que aceptes ser mi novio.

El corazón del pelimorado latió tan fuerte que hasta pegó un pequeño respingo, su sonrisa se ensanchó.

- Creo que puedo aceptar esa condición, maestro... pero... quiero mi beso antes- apuntó a sus labios, Bon sonrió.

- Lo que quiera mi conejito lo tendrá de inmediato- volvió a acercar sus rostros y lo besó con amor.

Ambos estaban muy felices. Por fin podían dejar de lado las inseguridades y demostrarse el amor mutuo que sentían. Se separaron después de unos segundos, mirándose a los ojos sonriendo bobamente. Bonnie acariciaba las mejillas de Bon de forma cariñosa, sin apartar su mirada de los ojos de su maestro. Este abrazaba más su pequeña cintura, acariciando su espalda.

- Te amo...- susurró Bon sin dejar de mirar a Bonnie.

- Yo también te amo...- el pelimorado volvió a acercar ambos rostros, plantando un último beso en los labios de su, ahora, pareja. Sin duda, el mejor regalo de Navidad de sus vidas.

(...)

Aah~ qué bonito es el amor, ¿verdad? Estoy realmente feliz de que por fin acabaran juntos, ya sabía que no tardarían en declararse. ¡Oh, mirad! El corazoncito de la bola de cristal se ha hecho mucho más grande. Jeje, qué buen regalo. ¡Gracias, mente! Jiji, sip, fui yo quien les regalo aquella esferita de cristal, para que pudieran ver la evolución de su amor. Bueno, dejemos que disfruten lo que les queda de Navidad para ellos solitos. Esperemos que Bon no se nos enferme... aunque tiene a Bonnie para cuidarlo, jijiji. Gracias por acompañarme en este especial de Navidad y apoyar a los conejitos, nos veremos pronto...

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Palabras: 1374

¡Disfruten!

- Irene

Navidad en FNAFHS (BonxBonnie Historia corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora