Capítulo 6

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Capítulo 6: "El Circo"

—¡Derek, no corras! —gritó Peter para hacerse oír—. ¡Tú tampoco, Cora! —agregó—. ¡Laura!

Evangeline rió a su lado. Los cinco chicos habían decidido ir al circo que pasaba por la ciudad en aquellos momentos. El circo se ubicaba en una de las grandes plazas de la ciudad, tenían grandes tiendas de distintos colores y diversos entretenimientos. Aquél circo venía cada quince años a Beacon Hills. Evangeline nunca había ido, porque la primera vez que vinieron ella tenía un año.

Ahora, ya con dieciséis, podía disfrutar de ese pequeño placer. Peter decía que era grande para ir al circo, aunque nunca haya ido a éste en particular. Pero Talia le convenció de llevar a sus hijos y a Evangeline (que insistía todo el tiempo. "¡Vamos, Pete! ¡Diecisiete años o no, el circo es divertido!"). Peter terminó accediendo a regañadientes, aunque por dentro sonreía porque Evangeline le rogara de tal manera por un tonto circo.

Desde que tenía catorce, Peter sabía que sentía algo más que una simple amistad por la rubia. Cuando fue creciendo, y otros amigos que tenía en el instituto le empezaron a hablar de las chicas de su curso, él no sabía qué decir. Gracias a su superdesarrollada nariz, podía saber si la chica que le gustaba a sus amigos sentía algo o no por alguno de ellos.

Mientras más adolescente se hacía, menos control tenía sobre su lado animal. Su madre y Talia le dijeron que era normal, que ellas pasaron por lo mismo (tal vez incluso peor por el tema de ser mujeres y su menstruación). Le explicaron que le costaría guardar el control o que a veces, se abrumaría con todos los olores y ruidos que podía captar. Para eso, le dijeron de buscar un ancla. Algo que le ayude a recordar su parte humana.

Peter se tranquilizó verdaderamente cuando Evangeline le confesó que también tenía problemas para controlarse. Que a veces, al hablar con su hermano Ryan se le salían sus ojos dorados cuando alzaba la voz o explicaba algo importante. Peter le explicó aquello de las anclas aquella tarde.

—¿Un ancla? —había preguntado la rubia.

—Sí, algo que se aferre a tu lado humano y te recuerde quién eres. Así mantendrás el control —explicó el Hale.

En cuanto al resto de sus vidas, todo parecía bastante normal. Los Argent no fueron problemas. De vez en cuando, Talia le contaba a su hermano pequeño que el jefe de los Argent, un tal Gerard, tenía mal genio y que eso suponía un problema para su manada y familia. Pero nada fuera de lo ordinario. Los Hale y Wilson se encerraban en la luna llena y los Argent no les amenazaban. Su acuerdo de paz estaba intacto... Por el momento.

Chris Argent era el único Argent que a Evangeline y a Peter les caía bien. Sí, a Peter también. Por sus súper sentidos y por las miles de veces que Evangeline se lo confirmó, al parecer el futuro cazador ya no era causa de celos. Chris se graduó el año pasado. Desde la vez que salvó a Evangeline de las amenazas de su hermana en el bosque, Chris era algo como su amigo. Peter tuvo que admitirlo, que si no fuera por él, nunca sabría que Evangeline estaba en peligro y no se lo hubiera perdonado.

Pero después de que él (y por consiguiente, su hermana) terminaran el colegio, apenas lo veían. Viajaba bastante, o eso le decían cuando preguntaban por él, y cuando volvía a Beacon Hills Peter y Evangeline nunca se lo cruzaban. Perdieron un poco de vínculo, pero sabían que si necesitaban ayuda podían recurrir a Chris (si es que estaba en la ciudad, claro).

I was there, couldn't you see me? [Peter Hale] [Short Story]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora