Mis nervios se fueron consumiendo según pasaba la ceremonia, el vestido ya no parecía querer ahogarme hasta matarme, y ya habíamos pronunciado aquellas palabras que nos unían para siempre. En la fiesta hay muchos invitados, demasiados para mi gusto, opino que mi padre ha usado nuestra boda como evento social para ampliar los horizontes de su empresa. Hay gente que ni tú ni yo conocemos, hay gente a la que hemos visto un par de veces, según ellos, pero no recordamos, hay familiares lejanos con los que el contacto es escaso, casi inexistente, también están nuestros seres queridos, para nuestro gusto, los únicos que tendrían que estar aquí, pero son una pequeña parte, quizá sean veinte personas de las trescientas que hay, por ejemplo, sigo sin entender que hacen aquí todas nuestras exparejas, o amigos a los que no hablamos. El banquete de la cena ha sido delicioso, nuestro primer baile precioso, ese vals al que todos se han ido uniendo poco a poco. Pero sigue sin agradarme estar rodeada de tanta gente gritando, la mayoría bastante bebidos, o a punto de estarlo, nunca me ha gustado, hubiera preferido algo más íntimo, pero mis padres se negaron en rotundo, y los tuyos les apoyaron. Todos bailan y lo pasan bien, luciendo sus vestidos y trajes de gala. Yo estoy sentada con mi gran vestido blanco, de espalda abierta, mangas largas de encaje francés y falda abultada hasta los pies, los tacones que me matan y el semirecogido ligeramente deshecho. Estoy sumida en mis pensamientos cuando noto que alguien se me acerca.
- Cómo puede una novia tan guapa estar sola y sentada el día de su boda? - me dices agachándote de cuclillas frente a mí, acunando mi cara entre tus grandes y ásperas manos. Es lo mismo que me dijiste en el baile en el que me pediste ser tu novia, en último curso, solo que en vez de novia fue chica, y en vez de boda fue baile.
- Cielo, sabes que no me gustan los sitios llenos de gente, y menos borrachos.
- Que desconsiderado por parte de nuestros padres haber preparado algo así en tu día especial, debería de ser a tu gusto. - dices intentando ponerle humor a la situación.
- Es también tu día especial, y lo sabes.
- Sí, pero tú eres lo más especial de mi vida, y quiero que estés feliz.
- Gracias.
- Ven, vamos a un sitio especial. - dices cogiendo mi mano y caminando conmigo a fuera de la gran carpa. Me vendas los ojos con tu corbata y me diriges a algún sitio en este gran jardín. Al parar, en un sitio donde a penas se oye el barullo de la fiesta, te pones en mi espalda, con una mano me agarras la cintura y con la otra me quitas tú corbata de los ojos. Lo primero que veo es el pequeño estanque que hay a las afueras de la finca de tus padres, ahora nuestra, en la orilla hay velas, formando un corazón y a un lado de ellas hay un gramófono muy grande con el que siempre escuchaba música en casa de mis padres. Me giro entre tus brazos y nos besamos, un beso dulce y cariñoso. Nos separamos un momento y pones en marcha el gramófono.
- Recuerdas esta canción? - dices mientras me llevas al centro del corazón de velas y me abrazas por la cintura, me levantas del suelo, me quitas los tacones y me vuelves a dejar en él.
- Cómo olvidarla? Es la canción que sonaba en el baile. Mi canción favorita.
- Lo sé, es nuestra canción. - dices mientras paso mis manos por tu nuca, enterrando mis manos en tu pelo, ligeramente largo. Tú pones tus manos entre mi cadera y mi cintura, y me pegas a ti. Empezamos a dar vueltas mientras nos miramos a los ojos. En algún momento acercas tu cara a mi oído y empiezas a cantar la canción en un susurro, sacando una sonrisa de mí. Llevas una de tus manos a mi pelo y sueltas mi peinado, dejando caer mi pelo como una cascada a los lados de mi cara. - Sabes?
- Dime.
- Ahora que lo pienso en alto, podemos encontrar el amor justo donde estamos.
- Yo pienso que la gente se enamora de las formas más extrañas, tú te enamoraste de mí cuando me choqué contra una taquilla por la resaca que llevaba.
- Sí, fue un momento precioso. - dices riendo, vuelves a mirarme y me pierdo en tu mirada. Tus ojos verde achocolatado, que me miran con amor y admiración. Los mismos ojos que me miraron aquella vez que me choqué con la taquilla, los mismos que semanas después me encontraron vomitando en una esquina del laboratorio de biología vacío y cuando me viste me recogiste el pelo, los mismos que me pidieron perdón mil y una veces por todas las bromas que me hacías, o por las broncas que teníamos, los mismos que bailaron conmigo esta canción hace siete años, los mismos que cuidaron de mí cuando estuve diez meses ingresada por una enfermedad, los mismos que me dieron ánimos el día que me gradué en la universidad de arquitectura, los mismos que me pidieron matrimonio hace año y medio y los mismos que me dieron el sí quiero hace unas horas. Nos volvemos a besar de nuevo por milésima vez en la noche, es pausado y amoroso. - Mujer mía. - dices separándonos y llamando mi atención.
- Dime, marido mío.
- Cuidado. - dices empezando a sonreír mucho.
- Cuidado porq.... - pero antes de que pueda terminar mi pregunta estamos saliendo a la superficie del agua del estanque, al que nos has tirado. - Pero qué haces? - cuando lo pregunto tú empiezas a reír a pleno pulmón, después me besas la frente y me acaricias la mejilla.
- Es que parecía divertido. Es más, es divertido. - frunzo el ceño y tú vuelves a reír. - A demás, estás muy guapa cuando se te transparenta el sujetador rojo, te queda muy bien.
- Eres un idiota.
- Al que amas.
- Un idiota al que amo.
- Tu idiota al que amas.
- Mi idiota al que amo. Ahora salgamos del estanque, tengo frío. - y con estas palabras salimos y me abrazas.
- Es verdad, podemos encontrar el amor justo donde estmos, y de las formas más extrañas.
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One Shots de la vida
RandomEs un libro en el que publicaré one shots de todo, ya sean fanfics o historias totalmente de mi autoría. Serán las típicas historias que se te ocurren y no sabes continuar, porque, bien o no tienen necesidad de ser continuadas, o bien porque no se t...