Las Merodeadoras del Londres muggle

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Era una fría tarde de invierno de 1980, Lily Potter estaba sola en casa con su pequeña y, como James la denominaba, preciosa barriguita de tres meses de embarazo. James había salido con Sirius, Remus y Peter por el Londres muggle a hacer unos recados que Lily le había "pedido por favor" que hiciese. Eran simples, por lo cual este aceptó diciendo que después se iría con sus tres amigos a tomar una (o bastantes más, cosa que "se había saltado por accidente" al decírselo a su mujer) cerveza.
- A ver, Cornamenta. Qué narices quiere Lily que compres? - dijo Sirius Black cogiendo una larga lista de las manos del gafotas, mientras que con un movimiento de cabeza de la más pura diva echaba el pelo hacia atrás. Cuando vio los, sin exagerar, treinta centímetros de papel que había, abrió mucho los ojos - A esto lo llama ella hacer unos recados? Yo diría que es reamueblar vuestra casa entera de nuevo, dos veces.
- No te pases, Canuto, dudo que sea para tanto. - dijo Lupin quitándole la lista de las manos, pero al ver toda la letra pequeñita y apretujada e aquel papel tan largo, tragó en seco y le entregó la lista a su dueño original.
- Bueno, creo que empezaremos por la tienda de muebles, Lily lleva muy pesada últimamente con lo de las cortinas. - dijo James. Se dirigieron a la tienda de muebles, era grande con las paredes muy anchas, el techo muy ancho y un gran número de pasillos por el que cualquiera se perdería, al menos necesitarían su querido mapa, pero con los planos de esa tienda. Tras estar buscando durante media hora la zona de cortinas, alfombras y ese tipo de cosas, sin ningún éxito, decidieron preguntar a un dependiente de por ahí.
- Perdone, - dijo Peter en el tono más educado que pudo - nos podría decir dónde se encuentran las cortinas?
- Por supuesto, están en el pasillo sesenta y siete a la derecha.
- Gracias. - y en un rápido asentimiento de cabeza este estaba dando la vuelta y dando las indicaciones a sus amigos. Anduvieron como diez minutos hasta el pasillo sesenta y siete y cuando estaban al principio de este oyeron las voces de unas chicas gritando, que de los dieciocho no pasaban.
- No, Ner, te estoy diciendo que me da igual, que son el mismo color blanco y blanco! Ni blanco roto ni arreglado ni huevo ni lechuga!
- Y yo te estoy diciendo que sí es importante, porque las dos combinan con las paredes del salón, pero una le da un aire más cálido y otra un aire más formal! Y eso del blanco arreglado no existe! Ni el blanco lechuga!
- Pues como si es blanco aceite que me da igual el balnco! Que son iguales! - la primera chica que había hablado cuando entraron en el pasillo, que estaba dada la vuelta a ellos, tenía una melena a la altura de diez dedos por debajo de los hombros negro azulado y algo rizado, se veía que iba vestida con una camiseta gris ancha, unos vaqueros negros muy ajustados y unas botas de cuero. La segunda, que estaba de frente a ellos, tenía el pelo castaño claro y bastante largo, por la espalda baja y flequillo, tenía los ojos miel, las pestañas largas y rizadas, la nariz redonda y alguna que otra pequeña cicatriz blanca poco visible en el lado derecho de la cara, llevaba una jersey de punto inglés burdeos que le quedaba algo grande, unos vaqueros normales y unas botas altas marrones con borrego. A su lado había otras dos chicas, la de la izquierda, era alta, tenía el pelo negro tirando a castaño, los ojos chocolate y llevaba un par de gafas con la montura negra, llevaba puesta una camisa de leñador roja, negra y amarilla encima de otra negra de tirantes, unos vaqueros oscuros y deportivas rojas. La de la izquierda era rubia, con ojos azules claros y bajita. Su ropa consistía en un vestido de lana verde oscuro con unos leotardos grises y unas botas por el tobillo del color del vestido. Ellos cuatro se quedaron mirándolas con los ojos abiertos, pues gritaban como si su vida dependiera de ello.
- Qué no son iguales, te estoy diciendo! - dijo la castaña clara.
- Y yo que sí! Mira, sabes qué? - la chica con las botas de cuero se giró y pudieron ver que tenía los ojos gris tormenta. Se volvió a girar hacia donde estaban sus amigas - Quiero, - dijo mirando al rededor - esas de ahí. - mientras dijo eso su tono iba debilitando, porque se había dado cuenta de que las cortinas que había señalado al azar eran del más puro estilo Umbridge.
- Cuáles exactamente? Esas rosa pastel con bordados y encajes blancos? - dijo la otra en un tono irónico.
- Sí, esas, justo esas. - la contestó con un hilo de voz.
- Qué tal si cojo las cortinas blanco huevo?
- Perfecto. - sus otras dos amigas rieron y Remus, sin querer, soltó una risotada porque había presenciado exactamente la misma discusión que tuvo con Sirius el día que fueron a comprar las colchas de las camas. Siguieron con sus compras y no volvieron a ver a esas chicas en la tienda de muebles.
- Esas chicas me recordaban a alguien, pero no sé a quien. - dijo Sirius al salir de la tienda.
- Bueno, Cornamenta, qué es lo siguiente en tú lista? - preguntó Remus queriendo terminar cuanto antes con aquellos tortuosos recados.
- La tienda de jardinería, según Lily nuestro jardín no es lo suficientemente bonito. - contestó James algo extrañado por las peticiones de su mujer. Con las indicaciones de Remus cogieron el metro y en diez minutos estaban en la puerta de la tienda. Entraron a lo que parecía el jardín más grande del mundo y se fijaron en la lista para ver que flores quería Lily exactamente.
- Lo primero de la lista son rosas. - dijo Peter mirando al rededor para ver si las encontraba. De repente visualizó un cartel el cual decía: petunias, lirios, narcisos y rosas hacia la derecha, pasillo nueve. Lo señaló y sus amigos lo vieron, por lo cual se dirigieron hacia allí.
- He dicho que no pienso comprar narcisos, me recuerdan a mi primo y no le soporto. - dijo una voz ligeramente familiar para los chicos.
- Bueno, pues dime otra flor que quieras comprar. - le contestó una segunda voz.
- Chicas, queréis dejar de gritaros? Ya habéis armado un buen numerito en la tienda de muebles, si hubieseis visto como os miraban los cuatro chicos que acababan de llegar. - dijo otra chica. No podía ser, pero sí que era, al girar la esquina vieron a las cuatro chicas de la tienda de muebles. - En serio, cuando tus padres se vayan de viaje, Ner, prométeme que no compartirás habitación con Ali. - la que había hablado era la de las gafas.
- Bueno, Liz, eso es muy difícil, porque no hay más que tres habitaciones en tu casa, la de tus padres, la mía y la tuya. - contestó la que al parecer era Ali, sí la de las botas de cuero negras.
- Recuérdame porque Ali vive contigo. - dijo aquella a la que llamaban Ner.
- Porque es tan petarda e insoportable que hasta sus padres se han hartado de ella. - dijo Liz en un tono burlón.
- Gracias. Es todo un halago. - contestó Ali igualmente. - Pero si no va a dormir más conmigo no sé porque narices me habéis hecho ir a comprar todo esto.
- Tienes razón, creo que sí que dormirá contigo. - comentó Liz pensativa.
- Me va a dar una severa depresión, ya dormí a su lado todo el tiempo que compartimos habitación en el internado, no quiero otra vez. - dijo Ner entre risas.
- Vete por ahí, así te lo digo. - dijo Ali indignada.
- Incluso tu hermana pequeña se porta mejor que tú. - dijo la cuarta chica hablando por primera vez.
- Sarah, no me hables de la incompetente niña mimada de mis padres. - dijo Ali notoriamente molesta por la mención de su hermana.
- Anda mira, existen más personas en el mundo con hermanos pequeños mimados. - susurró Sirius al oído de James.
- Sí, y al parecer, ese tipo de personas también viven en la casa de los padres de sus amigos. - dijo este entre risas.
- Y al parecer los pobres amigos que saben diferenciar entre blanco roto y blanco huevo tienen que compartir habitación con ellos cuando sus padres están de viaje. - dijo Remus acoplándose a la conversación.
- Pero, yo no estoy diciendo que Mary sea mejor que tú, yo digo que se comporta más decentemente, Ali. - dijo Sarah, al parecer ahora estaban discutiendo por quien era mejor, si la hermana de Ali, o Ali.
- Yo también me sé comportar, otra cosa es que no quiera. - Ali parecía bastante indignada.
- Bueno, mira, vamos a dejar de discutir por estupideces y vamos a comprar la maldita flor para el jarrón de la mesilla de noche. - dijo Liz.
- Uno, que creáis que mi hermana es mejor que yo, no es una tontería; dos, quiero comprar esa rosa negra de ahí, y quizá también la blanca. - dijo Ali.
- Uno, no creemos que es mejor que tú; dos, me parece una elección muy buena. - dijo Ner en el mismo tono que Ali. Cogieron las flores que querían y se marcharon.
-Jajajajajajajajajajajajajajajajajajaja. - Remus río fuertemente como en la tienda de muebles.
- Qué pasa? - preguntó Peter.
- Nada, nada. - contestó Lupin atropelladamente por la risa. Ellos también cogieron lo que necesitaban y se fueron a hacer el resto de recados. Después de un par de largas horas en las que sirius no paró de decir que Lily los quería matar de aburrimiento, Remus le mandaba callar, James decía que estaba demasiado cansado y Peter, prácticamente, les hiciera u cuestionario a os dependientes de cada tienda para averiguar donde estaban las cosas, se aparecieron en casa de los Potter.
- Hola cielo! - gritó James desde el umbral de la puerta, abriéndola como podía. Lily salió al recibidor y lo primero que hizo fue reír a carcajadas.
- Chicos, creo que necesitáis ayuda. - dijo atropelladamente, pues los Merodeadores estaban cargados de bolsas, James incluso llevaba las llaves y la varita en la boca.
- En serio, Potter dos, crees que necesitamos ayuda? - comentó Sirius sarcásticamente. Lily les ayudó a deajr las bolsas y cajas en el salón y después se sentó en el sofá.
- Ahora de buenas maneras, hola cielo. Qué tal? Todo bien? El bebé bien? - la saluó James.
- Sí, todo genial. - dijo ella dándole un casto beso a James. - Y los demás qué? - les dijo a los otros tres chicos que salían de la cocina con una taza de café. - No saludáis?
- Hola Lily. - dijo Remus abrazándola.
- Hola. - contestó ella de igual manera.
- Potter dos. - dijo Sirius a modo de saludo, y después le dio un beso en la coronilla.
- Black. - contestó ella abrazándolo fuertemente, porque aunque fueran sárcasticos, bordes y fríos el uno con el otro, en el fondo, se querían, y aunque Lily no se lo había dicho a nadie, quería que Sirius fuese el padrino del bebé, y sabía que a su marido eso le parecería estupendo.
- Hola Lily. - saludó Peter con la boca llena de galletas. - Por cierto, unas galletas deliciosas. - James al oír la palabra galletas salió corriendo a la cocina mientras gritaba que quien se atreviese a tocar una más, era hombre muerto y enterrado.
- Gracias, y hola Peter. - dijo ella rodando los ojos por las cosas que su marido tenía en la cabeza- Qué tal lo habéis pasado? - preguntó sentándose en el sofá junto a Sirius.
- Tú que crees? Nos has mandado a hacer compras al mundo muggle, y a demás a unas tiendas aburridísimas. - le dijo Sirius mirándola incrédulo.
- Pues yo, a pesar de todo el tostón de estar comprando, me he reído bastante. - dijo Remus llegando de la cocina con vasos y una botella de agua, las dejó en la mesa pequeña que había frente el sofá y se sentó en una silla que cogió de la mesa grande.
- Por? - preguntó Lily.
- Verás, en las dos primeras tiendas a las que fuimos había un grupo de cuatro chicas. - empezó a contar Remus.
- Eso es verdad, se llamaban Ali, Liz, Ner y Sarah, o algo parecido. - dijo Sirius.
- Eso de que vengáis contándome que había un grupo de chicas, no me da buena espina.
- Si no es nada de lo que piensas, cielo, que yo te quiero mucho. - dijo James sentándose junto a Lily.
- Esperad, - dijo la pelirroja - Peter, deja de comer galletas y vente al salón con nosotros! - al ver que no le hacía caso volvió a gritar - YA! - Peter apareció y se sentó en otra silla. - Continuad vuestra historia.
- Como te iba contando, esas cuatro chicas eran muy graciosas. - dijo Remus.
- En la tienda de muebles, la tal Ner y la que se llamaba Ali se han puesto a discutir por el color de las cortinas, que si blanco roto o blanco huevo, como Remus y yo cuando nos compramos nestra casa. - dijo Sirius.
- A demás, es que eran igualitas a estos dos petardos. - dijo James señalando a Sirius y Remus.
- Qué es un internado, Lily? - preguntó Peter de repente.
- Es un colegio en el cual tambien se duerme, y solo se sale los fines de semana. - contestó ella. - Por qué lo preguntas?
- Es que la que era Remus 2.0 dijo que habían dormido juntas en el internado. - dijo este.
- Madre mía, son igualitas que vosotros. - Lily carcajeaba sin cesar.
- Son las Merodeadoras del Londres muggle. - dijo Sirius haciendo un cartel imaginario con las manos por encima de su cabeza.

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