EPÍLOGO

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Residencia Grandchester, Jersey City, Nueva Jersey 10 de mayo de 1924.

Cuando escuchó su dulce voz, llamándolo por primera vez, supo que su vida ya no volvería a ser la misma...

Papá...

Así le había dicho su bebé, mientras Terry lo ayudaba abrir los regalos que le dieron en su fiesta... se lo dijo tan fuerte y claro, que el corazón se le llenó de emoción y sus ojos, no pudieron contener las lágrimas.

El pequeño, poca conciencia tenía sobre lo que acababa de hacer, él reía escandalosamente mientras admiraba a Titán, corriendo de un lado a otro, sin embargo, su padre ya podía atesorar ese momento, como uno de lo mas felices de su vida. Era la clase de cosa que recordaría por el resto de su existencia.

—Mira... Papá...

Le dijo de nuevo, mientras sacaba otro de los regalos y le sonreía bellamente, deslumbrándolo por completo, con aquel gesto tan tierno, muy parecido al de Candy. Sin duda el pasado estaba quedando atrás, ese bebecito que cargó, por primera vez hacía doce meses, permanecía solo en sus recuerdos.

«¿Qué sucederá?», se preguntó Candy con cierta impaciencia, viendo a Terry, tallándose con desespero, los ojos... «Oh, Terry», se dijo, al tiempo que se excusaba con su grupo de amigos y se acercaba hasta su esposo.

—¿Qué pasó Terry? —cuestionó, pues podía notar que él había estado llorando.

—No pasó nada Pecosa, no te preocupes.

—¿Has llorado? ¿Por qué?

—He llorado, porque soy muy feliz... —respondió Terry, secándose las lágrimas, sonriendo de oreja a oreja, mientras su esposa lo miraba sin poder entenderlo.

—Yo también soy muy feliz... pero, Terry... ¿Por qué te has puesto tan sentimental de repente? —interrogó, añadiendo para ella misma: «Yo soy la que debería estar así, querido»

—No lo sé... tal vez es el hecho de que nuestro bebé, acaba de llamarme: «Papá»

Los ojos de Candy se iluminaron emocionados y luego, dirigió su vista hacia el pequeño que reía alegre, mientras le enseñaba sus juguetes a Titán.

Su cabello rubio y perfectamente lacio resplandecía bajo la luz de los candelabros y sus ojos de color azul zafiro brillaban por entero al ver que el motivo de su máxima adoración, jugueteaba con una envoltura de regalo.

—¡Te lo dije! Te dije que, él te diría papá, muy pronto... ¡Oh Terry! Me siento tan feliz por ti.

—Llegué a pensar que su segunda palabra sería Titán... o quizá Kieran...

Candy rio con ganas.

—No tendría nada de raro. Tu hijo adora a Titán y también quiere mucho a nuestro ahijado... como sea, me alegra que el ganador, finalmente hayas sido tú.

Ella sonrió, notando que su celoso Terry se sentía muy orgulloso de ese logro. Dios sabía que lo que su marido más deseaba, era que Noel le llamara: «Papá» y ¿qué mejor que lo hiciera antes de que el niño, nombrara a alguien más?

—¡Mamá! —le gritó Noel con fuerza, cuando se dio cuenta de que ella se había unido a Terry.

Una, dos y tres veces, intentó levantarse, sin embargo, no tuvo éxito, al final el chiquito de un año de edad, sonrió y optó por desplazarse, de la otra forma que sabía hacerlo, con rapidez gateó por la alfombra, riendo y llegando hasta donde sus papás lo esperaban.

Sin mirar atrás Donde viven las historias. Descúbrelo ahora