Capítulo 1

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—Gracias por el cambio, y que tenga buen día.— me despedí del último cliente.

—¡Matt, Cierra la puerta con llave y ponte a ordenar los nuevos libros que llegaron!— era mi jefe, Brandom.

—Sí, señor.— susurré en tono sarcástico y me dirigí a donde estaban las cajas con los libros que llegaron hoy a la mañana.

Cuando solo me faltaba una caja, escuché unos leves golpecitos en la puerta de vidrio que da a la calle de la librería. Era una joven que estaba algo ansiosa y apurada por entrar, pero no dudé en recordarle que estaba cerrado.

—¡Está cerrado, lo siento vuelve mañana!— le grité para que pueda escucharme. Pero ella decidió insistir.

—¡Por favor, es solo un momento!— dijo la chica más nerviosa de lo que estaba al principio, y miraba hacia su derecha cada dos segundos.

Esta vez su dulce, pero intensamente fuerte mirada me convenció, y caminé hacia la puerta.

Cuando la abrí, prácticamente se abalanzó dentro del negocio y su respiración estaba muy acelerada, como si hubiera estado corriendo muy nerviosa. Su cabello castaño claro estaba muy despeinado, como si alguien o ella misma prácticamente se lo hubiera tratado de arrancar.

—¿Estás bien?— le pregunté preocupado.

Ella no contestaba. Seguía con la mirada perdida. Entonces se me ocurrió insistir por lo menos para que me diga si está bien, aunque se podía ver que no lo estaba.

—Sientate aquí, te traeré agua.— la ayudé a sentarse en el suelo al lado de la caja de libros que me faltó ordenar.

Cuando estaba levantandome del suelo para ir a la cocina a buscar agua, ella habló sorprendiéndome

—Me asaltaron.— dijo ella con un susurro casi imperceptible, cuando estaba volviendo de la cocina. Con eso ya se me había aclarado todo.

—¿Cómo dijiste?— para el momento que empezó a hablar yo ya estaba sentado a su lado entregándole el vaso de agua.

Ella intentó empezar a hablar pero se angustió y comenzó a llorar con las piernas recogidas y la cabeza escondida entre ellas.

Sentí el impulso de abrazarla, pero no me animaba, ya que la conocía hace unos diez minutos, y nunca la había visto antes. Así que lo único que hice fue apollar mi mano en su hombro y con eso tratar de que se tranquilice.

Estuvimos así diez largos minutos. Ella ya se había tranquilizado, pero seguía con su cabeza entre sus piernas.

Yo quería verle la cara, tenía curiosidad de cómo era el rostro de la joven que estuvo llorando al lado mío casi veinte minutos.

Y como si me leyera la mente, ella levantó la cabeza y me miró directo a los ojos por unos segundos con una leve sonrisa en su rostro.

—¿Tienes el último libro de Jesse Shualkf?

Me dejó sorprendido.

Mi bella Kate Donde viven las historias. Descúbrelo ahora