No todo iba a ser un camino de rosas. O por lo menos, evitar las espinas de éstas. En Konoha muchos la odiaban aún, el título de asesina traidora aún pesaba sobre sus hombros. Y tenía el presentimiento de que iba a ser así por mucho tiempo. Suerte tenía de que los hermanos felinos estaban alrededor de ella para enseñar sus colmillos a aquellos que se atrevían a mirarla con mala cara.
Habían pasado un par de semanas, y se le habían hecho más agotadoras y estresantes incluso que estar en el limbo. Aunque se esforzaban para hacerla sentir cómoda, no se adaptaba tan rápido como creía, y seguía buscando cualquier excusa para permanecer sola. Pero eso era bastante difícil, dado que la situación, no se lo permitían demasiado. Bure y Yasa no se separaban de ella, fuese en su forma animal, grande o pequeña, o como humanos, y Yu cada vez que tenía algún momento libre, corría hasta su lado, así como Yume. No sentía que fuese correcto pedirles que le diesen espacio, después de todo lo que estaban haciendo por ella.
Sin embargo, estaba segura de que Yu lo había notado. Ella estaba dispersa, y eso lo demostraba con la falta de muestras de cariño, que en un pasado eran tan habituales entre ellos. Se le hacía más sencillo para ella dormir sobre su pecho, dejarse relajar por el vaivén de su respiración, que cualquier otra cosa. No le molestaba, esperaría pacientemente a que estuviese preparada, suponía que no estaba acostumbrada.
Además, estaba mucho más estresada cuando los preparativos para el cambio de líder, algo muy importante dentro del clan, empezaron. Su esposo (cuán raro le sonaba eso, pese a ser así) aseguraba que no había nadie mejor para devolverle el resplandor y dirigirlo de nuevo que ella. Y una muy pequeña facción de éste se había negado, el resto estaba a favor. Principalmente de continuar con la línea de sangre en el liderazgo, algo sumamente importante para ellos. No se sentía con fuerza para negarse, porque sabía perfectamente que no iba a servir de nada, pero no tenía ninguna intención de volver a ese puesto. No sólo por lo ocurrido en el pasado, que entonces se esmeraba en olvidar, sino porque no sentía con fuerzas de soportar tal peso sobre sus hombros.
—Algunos clanes no quisieron retomar las relaciones con nosotros... —murmuró Yume, llevándose un bocado a la boca.
—Han pasado más de cien años, es normal —respondió Naevia, con aire despistado, mirando por la gran ventana del local, que dejaba ver la calle desolada siendo bañada por una fuerte lluvia. La peliblanca aún tenía el cabello bañado por algunas gotas de agua, que provocaban algo de frizz en éste.
—Ya, pero algunos fueron muy rudos... —Y siguió hablando, aunque su amiga no estaba pendiente de lo que decía. Una de sus manos estaba sobre el suave lomo de Yasa, que reposaba sobre su regazo, y la otra sujetaba su mentón. Sus pestañas revolotearon cuando vio una pareja solitaria bajo la lluvia, cubiertos por un paraguas oscuro—. Oye, ¿me estás escuchando?
—¿Mh? Sí, lo siento. —Volvió a observarla, y la gata se removió sobre ella, gruñendo levemente—. ¿Qué decías?
Yume suspiró, dejando la taza humeante de café, y bajando su mirada hacia el plato de la chica, dónde seguía la porción de pastel intacta, así como su té. —Oye... sé que todo esto está siendo difícil, y realmente quiero ayudarte para que te sientas de nuevo en casa... pero tienes que poner de tu parte, si no... —Naevia entrecerró los ojos, sintiendo que quizá la estaba acusando por algo. Más no dijo nada, y le sonrió, disculpándose—. ¡No! ¿lo ves? Siquiera discutes, te dicen algo, asientes, o te disculpas, y ya está. No nos dices cómo te sientes, qué te pasa, qué piensas... Simplemente te quedas callada y eso... exaspera...
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La verdadera realidad |Naruto|
FanfictionHa pasado mucho tiempo. Han sucedido muchas cosas. Y nadie volvió a ser el mismo.