No habían vuelto a hablar desde ese día, ni siquiera a entrenar. Naevia estaba demasiado ocupada con los preparativos y Neji tuvo que salir de misión. Tampoco Yu y Yume mencionaron más lo ocurrido en el despacho, pero ciertamente su relación con la albina empezaba a enfriarse cada vez más. Las expectativas que habían tenido todos empezaban a derrumbarse, y la realidad los golpeó fríamente. Ni su líder era la misma, ni parecía que fuesen a lograr que volviera a serlo.
Aquel día, después de muchos, amaneció sin lluvia, y el cielo brilló azul desde primera hora. Aquella mañana se sintió aliviada al despertar y comprobar que Yu había salido por una misión urgente. Aunque también dicho alivio se mezcló con el amargo sabor de un sentimiento encontrado y no deseado, intentó dormir un rato más, protegiéndose bajo las sábanas del arrollador sol que entraba por la ventana.
Viendo sus intentos de seguir durmiendo frustrados, decidió darse una ducha rápida para despejarse, y vestirse de manera cómoda. Ese día debía ir junto a su madre a buscar las flores que decorarían el salón el día de la fiesta, y sabiendo el hábito de compra compulsivo de su progenitora, prefería ir lo más cómoda posible.
—¿Tenemos que ir? —se quejó Bure, en su forma humana, sentado sobre su cama.
—Seréis mi apoyo moral —alegó la albina, mientras recogía de manera descuidada su cabello—. No podré aguantar tantas horas sola con mi madre...
Él suspiró, y Yasa no pudo evitar reír, mientras se acercaba por detrás a Naevia, y la hacía dejarse el cabello, encargándose ella—. No le hagas caso, se queja por todo.
En otros tiempos hubiese disfrutado del tiempo de compras y vueltas con su madre, en los que se pasaban horas que más que comprando, charlaban de cosas banales y se hacían compañía mutua, puesto que Naevia estaba siempre trabajando y esos pequeños huecos eran sagrados. Pero entonces se sentía agobiada, lo único de lo que oía hablar esos días era de la fiesta y de su nombramiento como líder, nada más. Sus únicos momentos de paz se encontraban en su jardín, o cuando entrenaba con Neji.
Neji. No estaba segura de si quizá se había enfadado con ella por la petición que le había hecho, o si la había considerado quizá una idiota por siquiera pensar en algo así. Y eso le preocupaba. Aunque la relación de ambos no fuese precisamente de amigos, se sentían, por mucho que no lo reconociesen, cómodos en uno con el otro. No pensaban en sus constantes problemas cuando entrenaban, o simplemente cuando meditaban. No se llevaban de maravilla (aunque no había punto de comparación a cómo se habían llevado en el pasado), pero parecían complementarse de una manera cuanto menos curiosa. Los pocos que los habían visto juntos se daban, inevitablemente, cuenta de ello, de cómo sus batallas se convertían en una danza, o como los silencios eran imperturbables. Quizá esa era la razón por la que Naevia había pensado en él primero cuando pensó en marcharse, porque había creído, erróneamente el parecer, que no iba a juzgarla, que entendería sus razones. Sin embargo, como había dicho, parecía que erróneamente había creído eso.
—¿Estas te gustan? Sé que son muy importantes para Yu y para ti —murmuró su madre, enseñándole un preciso ramo de crisantemos azules como centro de mesa. La peliblanca despertó de sus pensamientos, y los miró por unos segundos, sintiendo su pecho revolverse.
—N-No, esos no, no —negó, dejándolos suavemente sobre la repisa de nuevo. La otra mujer dejó escapar un suspiró de derrota, más no dijo nada, mirando fijamente como se iba en busca de otros ramos.
Su mirada se posó casi de manera instantánea en un minimalista centro de rosas blancas y rosáceas, adornadas con un lazo de seda roja. Lo cogió entre sus manos con sumo cuidado, y miró a su madre. Ella sonrió también, solo de ver como durante unos segundos su hija parecía recobrar algo de vida y brillo en sus apagados orbes púrpura.
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La verdadera realidad |Naruto|
FanfictionHa pasado mucho tiempo. Han sucedido muchas cosas. Y nadie volvió a ser el mismo.