Capítulo 4

78 14 0
                                    

No somos bienvenidos





Despierto y froto mis ojos, cerrándolos y quedándome inmóvil. Suspiro mientras las imágenes de la noche anterior inundan mi memoria, intento sentarme aún sin abrir los ojos, estoy segura de que he tenido un sueño, si el dolor no continúa en mi costilla, se supone que fue un sueño, que estoy en mi habitación y que hoy es mi cumpleaños número dieciocho, pero si no lo estoy...

—¿Estás despierta, no?

Abro mis ojos de golpe, el chico de ojos verdes está frente a mí y me levanto rápidamente.

—¿Q-qué crees que haces tan cerca de mi rostro?

—¿No puedo?

Miro a mi alrededor, no hay nada. Seguímos en el desierto al parecer, pero ya no veo a los Alphas. Me alejo poniéndome de pie, sentí una pulsación en mi pecho y supongo que mi transformación sigue lenta.

—Pues claro que no.

—¿Por qué? Somos libres de hacer lo que queramos, ADONAI no tiene ningún poder sobre nosotros.

—Me desagradas. Por eso. Además no estoy acostumbrada a tener a un extraño mirando mi cara al despertar cada mañana.

—¿Sarcasmo? No esperaba eso de una niña correcta de ADONAI.

—¿Qué hay de ti? Tú también deberías ser correcto y no estar tan acostumbrado a...

—Somos diferentes.

Me mira con ojos oscuros. No me intimido. Mi abuela me había hablado mucho sobre el mundo antes de ADONAI. Me contaba sobre la envidia, el recor, la pobreza, las clases sociales, el racismo, los suicidios...

—Veo que es cierto, nunca haría las cosas que haces.

—Somos hermanos ahora. Estábamos juntos antes de nacer y...

—Aún no se sabe si realmente soy una de ustedes. Punto.

—Ya te dije que... ¡Agh!

Llevó una de sus manos a su costilla y volvió rápidamente su mirada hacia atrás. Me miró rápidamente y suspiró con fuerza.

—Hablaremos de ello después. Tu mano —abro los ojos con sorpresa cuando extiende la suya hacia mí y niego. No quiero tocarlo. No deseo que la primera persona que toque sea alguien que me produce un extraño e incomprensible temor. Además, Nataniel y yo habíamos prometido estar juntos para siempre. Sólo tendría que ser él. Sería el primero y el único y no... —. ¡Ahora!

Dudo apretando mi mano y vuelve a encogerse con su brazo rodeando su costado izquierdo.

—¿Para qué quieres...?

—¡No tengo tiempo para esto!

Se lanza hacia mí y sus brazos me rodean. Cierro mis ojos con fuerza y hay un extraño cambio de aire después de un salto apenas perceptible. Aprieto sus hombros cuando siento que no toco el suelo.

—Ya puedes soltarme... —susurra, tengo los ojos cerrados con fuerza. No siento el suelo, y mis brazos lo rodean para tenerlo más cerca, apretándome contra su cuerpo. —. ¡Oye!

—¡No quiero caer!

—¿Caer? ¿De qué estás...? Oye, abre los ojos.

—¡No! ¡Voy a caer!

Lo abrazo. Su cuerpo se siente seguro. Una seguridad que nunca sentí ni en los brazos de mi madre, una seguridad que, parecía, me mantendría con vida. Mi pecho duele y me separo de golpe, mi cuerpo queda sin protección y comienzo a caer, entonces abro mis ojos. Estaba oscuro, estaba cayendo en una especie de agujero negro.

SieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora