UNAS CUANTAS PALABRAS TRISTES

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"¿Si unes dos almas rotas, qué obtienes?"

Mi alma estaba un poco rota,

oxidada, horrible.

La de ella también lo estaba.

Mi forma de amar era un tanto extraña,

creo que era porque nunca supe cómo era eso del todo.

Solían pasarme muchas cosas malas.

Entonces,

luego de años de mala suerte,

pude encontrarla,

en un día como cualquier otro,

la hallé.

Y les juro que luego de eso,

no me quedaron ganas de encontrar a nadie más.

No me interesaba si aquella chica tenía los ojos más claros

o el cabello más largo.

O si aquella otra le gustaba el arte o el rock.

No me interesaba nada que no fuese esa chica de la sonrisa torcida.

Tenía los ojos llenos de amor

y cuando los miraba era como volver a nacer.

Me gustaba compararla con esas cosas simples,

las que te hacen la vida un poquito más fácil y feliz.

Como una brisa de verano, cálida, perfecta.

Era la alegría en su máxima expresión.

Y yo sí que no me arrepiento de haberla conocido,

porque me hizo más feliz que cualquiera.

Ella, a pesar de todo,

está justo aquí,

guardada dentro de este montón de recuerdos.

Y ese beso...

¡Oh por Dios!

Quién diría que sería el último.

Me sentía la reina del mundo cuando tomaba su mano,

pero me soltó sin previo aviso.

Y el mundo colapsó a mis pies.

Incluso así,

me decía que podía tomar cada una de las ruinas y construirme un castillo.

Que no necesitaba a nadie, que no la necesitaba.

Creo que te equivocaste,

mis manos no fueron suficientes para diseñar un mundo sin ti,

y habían más pedazos de corazones rotos que ruinas esparcidas por el suelo.

Quería llenarte la vida de besos,

pero lo que tengo en un vaso lleno de recuerdos...

Y lastimosamente,

sigo ahogándome en él.

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