El olor a café, sudor, preocupación y angustia se inhalaba en todos lados. Al menos no era el olor a marihuana, cigarrillo, sangre y hierro que había tenido que soportar en dos meses y medio.
Los policías corrían dejando papeles, contestando teléfonos, leyendo informes, viendo de reojo la trasmisión en vivo de las noticias locales, la cuales ahora tenían un título en grande bajo el reportero que decía: ¡Henrietta Lemann encontrada!
-Señorita, tiene que pasar- el policía que me escoltó del hospital a la jefatura me toma del brazo.
- ¡No me toque!- grito, llamando la atención de todos-. Lo siento, no quería- vienen de nuevo las lágrimas, logro retenerlas.Doy un paso adelante, respiro y empiezo a caminar. Todos los policías y detectives me ven con asombro y lástima. Me agachó para recoger unos papeles que están abajo de un escritorio, me levanto y se los entregó a quien pertenece el escritorio.
-Gracias señorita Lemann- extiende su brazo y los toma.
-La sala de interrogaciones esta por ahí-el policía levanta su dedo índice y apunta hacia una puerta de hierro que a la par tiene un vidrio de visión unilateral-. El detective Burgués la está esperando adentro. ¡Policía Pérez, acompañe a la señorita hasta la puerta!
- Acompáñeme señorita- me dice amable y una sonrisa dulce que hace que desaparezcan sus ojerasCamino hacia la puerta con el policía Pérez, para que el detective que supongo se encargó de mi caso me hagan el interrogatorio de todo lo que paso. Si pudiera ahorrarme toda la historia.
El policía Pérez me abre la puerta, me mira y dice-. ¿Apetece algo de café y un pan dulce?
-Claro, si sería tan amable- entro a la sala, y escuchó como se cierra la puerta, mi corazón se agita y empiezo a temblar, no quiero estar encerrada, no me encierren, no quiero-. Abran me, por favor, no me encierren- golpeo la puerta tan fuerte como puedo, mis lágrimas corren por toda mi cara.
-Señorita ¡Cálmese! Tranquila, aquí está a salvo. Nadie le hará nada, la puerta debe de estar cerrada para que nadie nos interrumpa y el aire acondicionado no se salga- busco el dueño de esa voz que logra tranquilizarme.Volteo y miro a un señor de no más 50 años, con algunas canas que empiezan a emerger de su cabello, con las mismas ojeras que todos los demás policías tienen, alto, fornido. Tiene una mancha de comida en su camisa a cuadros, su cabello esta alborotado, pero no está más desastroso que el mío. Me mira con una simpática sonrisa que trata de transmitir confianza, levanto la frazada que se resbalo de mi cuerpo cuando golpee la puerta, frazada que el hospital general me brindo.
-Por favor, tome asiento- obedezco-. Señorita, estos casi tres meses han sido muy inquietos, todos estábamos muy preocupados con su desaparición trabajamos día y noche en su búsqueda, entrevistando a testigos que decían haberla visto, pero el que usted este aquí ahora no fue por causa nuestra. Así que me gustaría saber qué fue lo que paso y como llego al hospital.
Miro hacia abajo, intentado contener mis lágrimas para decir lo que seguramente ya saben-. Me secuestraron y me violaron.
Tocan la puerta, el detective Burgués, concede la entrada a quien sea que es. Veo al policía Pérez con un café recién salió y un pan dulce que logra hacer sonar mis tripas, no he comido algo dulce en casi tres meses, lo pone en mi lado de la mesa, pide permiso para irse, la puerta hace ese horrible sonido al cerrarse que hace que yo quiera llorar.
-Siento lo sucedido, pero necesito escuchar la historia para hacer justicia.
Un par de lágrimas recorren mi cara, las limpio rápidamente, respiro profundo lo miro a los ojos-. Todo empezó cuando anunciaron quienes serían los príncipes y princesas del baile de primavera.
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La noche que ella se fue
General FictionNadie merece vivir con miedo Nadie merece vivir con angustia Nadie merece que le prohíban la libertad Nadie merece que manos agenas toquen un indefenso cuerpo ageno Nadie merece que le arrebaten la pureza e inocencia del alma Y si eso pasa recordar...