CAPITULO I
Desperté de un golpe traumada; Regresaba a clases después de la semana santa del mes de Abril, psicosiada porque supuestamente llegaría tarde. Cogí mi reloj de la mesita de noche y me fijé en la hora. No podía ser, las 05:55 AM. Faltaban dos horas para irme al instituto. Se acercaba la graduación. Estábamos a solo semanas de ella. Es emocionante saber que por fin. Con tanto esfuerzo, llegadas tardes, llamadas por el director, llegar desvelados a clases, fiestas diversiones, amigos. Esos espectaculares momentos que pasamos con ellos en un instituto doce malditos y divertidos años, y saber que en unas pocas semanas, todos iríamos hacia caminos diferentes. A buscar lo que queremos, a estudiar lo que queremos. O simplemente perseguir nuestros sueños.
Soy amante a la música. Amo todo lo que tenga que ver con la música. Pienso que cantar y tocar un instrumento sea el que sea, nos lleva a otro mundo. Es algo más grande que aprender notas musicales, en saber leer pentagramas. Es más que eso. Tocar un instrumento, es llenar de alegría el dolor, es alegrarle el día a otro, es arreglar y perfeccionar momentos amargos y llenos de desdichas. La música es vida. Lo digo por que toco la guitarra, y eso es lo que siento cuando la toco, y canto junto a ella. En especial si es Rock. Sentir como una exquisita y angelical melodía (A mi manera) invade tus sentidos, con espectaculares versos que lleva una letra de cualquier canción... Eso. Eso es música.
En fin. Era lunes, odio los lunes, al menos era consciente de que no soy la única persona que lo hace, aún estaba oscuro y se veían unas cuantas estrellas y la luna despidiéndose de mi con el hermoso resplandor que le da el sol. Es como si luciérnagas la adornaran de color blanco, de un blanco que solo a ella le queda bien.Y más cuando está llena y el anaranjado la adorna. Más hermosa se vé aún.
Me levanté de la cama, me acerqué a la ventana y la abrí a respirar el limpio y fresco aire puro de la mañana, a pesar de que me había despertado exaltada por la hora que se suponía debía despertarme me sentía maravillosamente, me sentía bien conmigo misma, lo cual era muy raro.
Mi nombre es Thara Williams, edad 17 años. Soy delgada, de cabello a la espalda ondulado. Al menos eso creo, no sé qué forma tiene, a veces me gusta otras veces no. Mi piel es color trigo, ojos marrón oscuro, muy oscuro. Y con un lunar en la mejilla que me caracteriza...
Salí de mi habitación, cuando salí me dio un tremendo susto mi gato. Michiwi. si un nombre un poco extraño. Mi michiwí es un tipo egipcio, como el de Cat women. Así es, amo a todos lo animales, pero en especial los gatos... Los adoro.
- Buenos días mi amor. - Le dije.
El me respondió con su encantador ronroneo, el cual me daba muchas cosquillas. Me dirigí hacia la cocina, encendí la cafetera y la puse a funcionar. fui a lavarme los dientes. una vez limpios, pasé a la ducha, normalmente el agua es tibia, pero esta vez calló en mi como el hielo. Muy fría, ¡Fría! eso es poco. ¡Helada!. Como si me bañara en el Polo Norte.
- ¡Mierda!. - Chillé con la fea sensación. Esperé a que el agua pasara de un cubo de hielo, a tibia. Metí mi pie para asegurarme de que el agua estuviera tibia,
- Perfectamente tibia.
Metí mi cabeza al agua que caía, mojé mi cabello y el resto de mi cuerpo. Cogí mi shampoo con olor una mezcla de miel y trigo, lo pasé por mi cabello Impregnándolo de ese hermoso aroma. Lo mismo hice con el jabón de olor a fresas por todo mi cuerpo. Cuando salí del baño me crucé con mi madre:
-Buenos días má. - Le dije.
-Buenos días princesa. - susurró.
-Hay café. ¿quieres?.
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Mi don, Mi maldición.
Teen FictionLa vida es un misterio, un misterio que ni siquiera nosotros entendemos.