Capítulo 4

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Abrí mis ojos, y me di cuenta que no conocía el lugar en el que estaba. Me levanté del suelo y caminé hacia donde creía que habían personas. Cuando llegué el lugar era totalmente desconocido. Había una chica, estaba atada a un gran árbol y las sogas dejaban marcas en cada uno de sus brazos. 

Me acerqué evadiendo ciertas personas las cuales me causaban gran temor, al pasar a su lado mis vellos se levantaban por su mala energía y por la desconfianza que creaban en mí, Veía personas pero no las distinguía, a ninguna. Miré a mi derecha y había una chica, sus largas marcas de lágrimas negras teñían su blanca piel, su cabello rubio caía a lado izquierdo de su cuerpo. Volteé a mi lado izquierdo y en este había un chico, me acerqué para poder identificarlo, al verlo, un escalofrío surgió desde mi vientre hasta mis pies. Era Lucas.
Di un paso hacia atrás, el asombro y el miedo invadieron mi mente, mi cuerpo y mi corazón, ¿qué clase de persona hace esto contra otra? Apreté mi brazo con la mano y me enfoqué en mirar a la chica del centro, no la veía muy bien, en mi intento por reconocerla choqué con alguien y el temor aumentó en mi cuerpo, miré a quien había tropezado pero este parecía no verme, ni siquiera sabía si me había sentido. Eso me dio gran ventaja en acercarme a la chica. Cuando por fin logré acercarme lo suficiente, la sorpresa se apareció ante mí. Era yo. Pero ¿porque estaba yo allí? ¿Qué les había hecho para tenerme atada? Eran muchas preguntas sin respuestas. Respuesta que no tenía.

Un hombre alto con largo cabello negro, se acercó a mí. Su mirada detallaba cada centímetro de mí, estudiaba muy bien cada acción y cada reacción que tenía. Una asquerosa sonrisa se reflejó en su rostro, sabía que no era bueno, lo sentía. Miró hacia atrás y preguntó:

— ¿Están bromeando imbéciles?—Volvió su mirada hacia mi cuerpo atado al árbol.—Esta no puede ser la que tiene el don de ver la muerte. Es muy inferior, definitivamente no puede ser ella.

¿Don de ver la muerte? Eso más que un don sería una pesadilla. No sabía de qué hablaba. Todo era una total y completa locura.
Fue entonces cuando me golpeó el recuero de Caroline, la enfermera del hospital, la escena que tuve con ella en esa calle, el semáforo... el accidente.

—Es ella señor, la hemos seguido y definitivamente no hay duda de ello. - Respondió un hombre alto, cabello corto rojizo, piel pálida y algo musculoso.

— ¿Estás seguro Sam?
—Sí señor.

Que carajos...
¿Vigilado; que eran el FBI?
¿Cómo alguien te vigila y tú no lo presidentes?

—En ese caso—Dijo el hombre de cabello largo agarrando mis mejillas y apretándolas hasta que mi boca quedara en una "O" - dime niña ¿desde hace cuánto puedes ver la muerte en las personas?

—No te interesa — respondí con furia, una furia que a simple vista podía decir que nunca, hasta en ese momento la había sentido.

Me dio palmadas en la mejilla y dijo:
— Oh, claro que me interesa preciosa, me eres útil.

—No me jodas estúpido adefesio, Vete al diablo.

— ¡Uh! Así que muy agresiva - dijo danto un paso atrás-Voy a tener que reducir tu furia.

Miró su muñeca y en menos de un segundo vi como su mano hacia contacto con mi rostro. Me había golpeado.
Di un salto, el enojo se apoderó de mí, este imbécil se había atrevido a poner sus asquerosas manos sobre mí. Pero era inútil hacer algo al respecto, ellos no me veían ni sentían.

—Ahora dime, ¿Desde cuándo?

Levanté la mirada y reí sarcásticamente. Sentí miedo de mi misma, era totalmente diferente. Nunca pensé verme así, tenía una mirada desafiante, en mis ojos podía ver mi enojo, las ganas de vengar.

Mi don, Mi maldición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora