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Abrí los ojos lentamente acostumbrándome a la luz del sol que se filtraba por mi ventana. Me fui incorporando poco a poco y bajé de la cama. Caminé lentamente hasta encontrarme con el amor de mi vida, mi persona favorita.
De a poco, él fue abriendo sus ojitos azules y soltó una risilla. Eso hizo que una sonrisa se escape de mis labios. Un hijo es el mejor regalo que la vida te puede dar.
Extendió sus manitos hasta tocar mi cara con sus manos suavecitas. Balbuceó algo inentendible para los demás, pero para mí fue una muestra de cariño.
Lo cargué y lo llevé con su padre, quien era mi segundo amor, él lo miró con amor. Así lo había esperado hasta que nació. Nos tomamos una foto los tres. Se notaba lo felices que estábamos.
Unos años después, me encuentro con esa foto en mano preparada totalmente para darles una hermosa noticia. Me acerqué a ellos dos que jugaban a los superhéroes y lo declaré:
—Estoy embarazada ¡Vas a tener un hermanito o hermanita!
Lloré de emoción.
Ellos tres son los principales encargados de hacerme feliz día a día y sus miradas siempre expresan amor incondicional.
