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Estaba acostada boca arriba sobre su cama, apretando las suaves sábanas azules con pequeños dibujos de la película "Toy Story", y con sus pequeños dedos arrugándola sobre su palma que estaba contraída por la fuerza, la rabia que sentía y en sus nueve años de vida nunca la había sentido tan bien, tan malditamente bien.
Toda esa acumulación que tenía en su cuerpo quería explotar en el momento, que explotara como una chispa de fuego que desaparecía al instante, desesperado quería gritar, romper sus cosas que tenía en su dormitorio y poder sacarlo de su mente, sacar esos pensamientos.

Todas su energía se concentraban en el enojo, la ira, el rencor, la euforia, pero por sobre todo, la venganza.

El pequeño Park JiMin no podía calmarse, trataba de tomar la calma que alguna vez tuvo, pero su mente lo distorsionaba completamente que no veía lo que causaba, tampoco sentía físicamente, solamente se concentraba en su ira que tenía dentro y quería salir y todo lo que se le cruzara en su camino y poder destrozarlo hasta el más mínimo átomo que pudiera llegar.

Sólo imaginaba aquel rostro del hombre que sonría deseosamente de él.

Buscó en los cajones sus tijeras que tenía para recortar y hacer sus manualidades que tanto le gustaban, las agarró mientras su mano temblaba y mirándolas como si fuera su gran tesoro escondido o lo que siempre quiso. Colocó sus dedos dentro de los agujeros que tenía para poder manejarlas, suavemente las apretó para escuchar aquel sonido que hacían cuando están filosas, cerró los ojos e imaginaba la felicidad, no las tijeras que lo hacían feliz si no el sintiendo la felicidad, la paz sin temores, sin molestias.

Sin aquel hombre que lo hacía llamar, papá.

Tranquilamente sacó el pestillo de su puerta y apretando las dientes por el ruido causado, giró la manilla separando la puerta del marco y poder salir del dormitorio cuidadosamente para que nadie lo pudiera sentir.
Miró a ambos lados para poder si había alguien cerca y salió pisando delicadamente y con lentitud, guardó las tijeras entre su pantalón de mezclilla que le quedaban sueltos de pierna y su ropa interior de dibujos de constelaciones.

Bajó las escaleras escalón por escalón silenciosamente sin emitir algún sonido.
Cuando llegó al último escalón pudo ver como al hombre que dormía en el sofá muy tranquilo mientras que no habían señales de su mamá; sigiloso caminó en dirección donde estaba él y sacó las tijeras sin dejar de mirar a su papá que lo atormentaba todos los días, que se ofrecía a ayudarlo en sus cosas cotidianas o cuidar de él mientras su mamá no estaba y cuando apenas se iba se aprovechaba del pequeño JiMin.
JiMin siempre trataba de decírselo a su mamá de alguna manera que el no pudiera entender pero ella no entendía, ella creía que estaría mejor con su papá que con alguien más, pero se equivocó.

Todas esos impulsos de arrancar de casa o de golpearlo no lograba obtener aquella valentía que tenía en ese mismo momento, que a pesar de dudarlo o tener miedo, era la decisión que tomó.

Lo miró con el ceño fruncido y sus ojos rojos  e hinchados de tanto llorar, sus mejillas enrojecidas por las lágrimas que las recorrían y su rabia que la sentía recorrer por su sangre, por cada vena, por cada arteria. Apretó las tijeras con su mano envolviéndola dentro de su puño haciendo que temblara su mano derecha y sus nudillos blancos de la fuerza, sus lágrimas corrían silenciosamente frente a él sin que el pudiera notarlo. Acercó las tijeras al pecho del hombre pero sin tocarlo, solo a unos centímetros de él, centímetro de su muerte.

El hombre lentamente abrió los ojos encontrándose con la figura de su pequeño hijo JiMin, miró al niño confundido sin compresión y al ver las tijeras y sus ojos llenos de ira entendió la intenciones, lo que iba hacer.

—JiMin... —dijo con sus ojos bien abiertos y un miedo en su voz.

Jamás había visto a su padre con esa mirada, con esa voz temerosa de lo que iba a pasar, y al fin entendió y pudo sentir la manipulación, sintió el mando, lo que su papá sentía al tocar a JiMin.

—adiós... Papá... —habló con voz firme y una sonrisa ladeada.

Levantó su mano para tomar velocidad y fuerza y enterrarlas en su pecho, justo en su corazón enterró las tijeras filudas, podía sentir esa sensación de liberación, la sensación de la libertad sin miedos.
Volvió a repetir la misma acción unas cuatro veces en todo su pecho, la sangre del hombre salía desesperadamente por su pecho manchando las manos de JiMin, y su camiseta de dibujos animados manchándose también la camisa celeste pastel de su papá que se estaba tornando de un rojo oscuro al estar unos segundos en ella cayendo y esparciéndose en él al igual que el sofá de color burdeo con algunos bordeados de flores color dorado que había elegido su mamá hacía unos años atrás cuando se estaban mudando a su casa actual.

Unos minutos más tarde suelta sus tijeras y comienza a temblar todo su cuerpo, cae al suelo y se agarra ambas piernas con sus brazos rodeándolos, estaba asustado que estaba en shook, no podía asimilizar lo que había hecho, estaba en un transe de pánico. Lentamente se levantó y miró a su papá todo ensangrentado. Sus ojos cristalizados no lograban dejar verlo bien, tomó las tijeras y las observaba con temor.

JiMin

Miraba su rostro con miedo, no entendía que había hecho y al momento que llegara mi mamá ya no tendría opción, algo iba a salir mal.

A pesar de mi corta edad siempre fui un niño destacado por mi intelectualidad y mis grandes manualidades, yo sabía diferenciar lo bueno y lo malo, pero... Al momento de sentir esa energía negativa en mí apoderándose todo de mí con lujuria, pude percibir que se sentía muy bien, tal vez estaba enloqueciendo pero ese momento fue lo mejor que pude sentir. Cuando me puse en marcha ya no había vuelta atrás, ya sabía que iba a pasar pero por una extraña razón, lo ignoré, no me importó lo que pudiera pasar y solo quería acabar con esta tormenta que causaba mi papá.
Al ver su sangre salir de él sentí como si algo volvió en mí, como si todo se hubiera dado vuelta en mí y raccionara, sus ojos paralizados y abiertos me hicieron ver lo que no podía podía ver antes.

La muerte

Eso mismo hizo que se rompiera el lazo que nos unía, ese hilo rojo que nos mantenía juntos y se pudiera sentir tan odiable. 

Soft; [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora