Capítulo 3.
—Tae, mira, ¡ya puedo mover los dedos! —dijo emocionada su hermana.
Movía sus finos dedos con lentitud, casi era imperceptible el movimiento, pero el mayor los sentía revolverse con calma entre sus manos, como si fueran pequeñas lombrices haciéndole cosquillas. Sonrió. La niña estaba recuperando la movilidad de su brazo izquierdo —por los próximos dos meses enyesado— y eso le ponía feliz y, a su vez, le quitaba un gran peso de encima de sus hombros.
—Sí, Sungmin, ya verás que estarás cada vez mejor —le sonrió, besando sus delicados dedos.
—Estás distinto, oppa.
—¿Cómo así?
—Ya no te apartas de mí.
Esa oración había sido un puñal directo a su pecho, sabía a lo que se refería aunque se negaba a aceptarlo. Él mismo creaba una barrera contra su familia, alejándose de ellos poco a poco, pero no demasiado, lo suficiente para sólo tener que cargar con los gastos. Por eso le dolía tanto las palabras de su hermana, porque ella no se merecía eso, un hermano que la apartara y se hundiera en vicios sin pensar en todo lo que ella quería, sólo dándole lo necesario.
—Oppa ya no se apartará de ti, ¿entendido? —le sonrió sin mostrar los dientes, extendiendo su dedo meñique y juntándolo con el de ella.
Una mujer de baja estatura entró en la habitación con unas carpetas en la mano, vestida con un inmaculado traje azul marino y cargando consigo un reloj que parecía de plata, fijó su vista en una de las carpetas marrones para leer durante un segundo antes de volver la mirada a ambos hermanos.
—¿Señor Kim?
—Sí.
—Me informan que el encargado de su caso por parte de la Seguridad Social se encuentra en el despacho en estos momentos, necesita hacer la cita ahora y no dentro de dos días —explicó calmada la mujer—. Soy la asistente del Señor, Park Jilsoo.
—Pero no tengo los documentos a mano, no puedo ahora mismo.
¿Qué se creía esa gente? ¿La Reina de Inglaterra? ¿El Papa? ¿Por qué tenían que adelantar su cita sin siquiera informarle de antemano? No entendía y eso le molestaba, siempre era igual, por el simple hecho de no pertenecer a su misma clase social ya parecían contar con el derecho de zarandearlo de un lado a otro a su antojo. Como a una muñeca de trapo a la que podían manipular, pero Taehyung no era una muñeca, y mucho menos de trapo.
—En caso de que se niegue a la cita se pospondrá hasta el próximo cupo en la agenda disponible, su caso era de emergencia y por eso se le dio prioridad, pero la lista de espera es de cuatro meses.
Estaba en una encrucijada, esperar hasta la fecha siguiente era inútil, pues el plazo del pago era de un mes y como mucho —debido a su situación— se extendería a dos. Sería una pérdida total de tiempo, y la mujer parecía saberlo pues llevaba una sonrisa ladina que indicaba su superioridad ante ellos.
—¿Podría ir a buscar los papeles y volver? No me tomará más de una hora, por favor.
Lo que hacía era muy bajo, estaba de pie haciendo una reverencia realmente pronunciada en frente a Jilsoo, y lo que más le molestaba era que su hermana tuviese que presenciar aquello. Que tuviese que ver como no tenían los recursos para atenderla y que debía rogar por tan sólo tiempo, pero la sociedad funciona así, los pobres se arrodillan frente a los ricos, o frente a cualquiera, porque los pobres no poseen el derecho a queja.
—Treinta minutos —dijo, seca.
—¿Disculpe?
—Si en treinta minutos no está aquí, no le atenderemos. Le estaremos esperando en el despacho en la siguiente planta —habló antes de salir por la puerta, dejando a Taehyung sin poder decir nada más.
—Oppa —le llamó la menor a sus espaldas, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Te duele algo, Jungmin? —fue lo primero que se le vino a la mente preguntar.
—No, no, estoy bien —sonrió—. Si hace falta dinero tengo un poco guardado, el vecino Yoongi todos los días me da unos billetes, dice que yo los necesito más que él —hizo una pausa para tomar aire antes de seguir—. No es mucho, pero quiero dártelo.
Su pecho ardía y sentía las lágrimas acumularse en sus ojos, con delicadeza tomó a la menor entre sus brazos, hundiéndose ambos en uno de los más cálidos abrazos que él recordara haber tenido nunca. Acariciaba con lentitud los cabellos de la contraria, mientras empapaba su bata clínica con algunas gotas saladas que se le escapaban. Joder, como amaba a esa niña.
—Te quiero, pequeña —susurró con la voz entrecortada.
—Yo más.
Se separaron luego de un par de minutos, recordando que debía apresurarse a buscar los documentos necesarios antes de que se le agotase el tiempo. Salió del Hospital disparado cual bala y tomó el autobús 33 hasta la esquina más cercana a su hogar, sin pensarlo demasiado entró, saludando a su abuela que se servía un vaso de agua en la cocina y recogiendo los papeles del único estante en toda la casa. Miró de reojo una foto enmarcada en la estantería, donde se hallaba toda su familia sonriendo a la cámara, él tendría unos nueve años y juraba había sido la etapa más feliz de su vida, su hermana apenas contando con un año de haber nacido y su madre aún con vida.
Sacudió su cabeza tal como lo haría un cachorro recién bañado para apartar todos esos pensamientos de su mente, enfocándose en el ahora que era lo único importante para él. Salió por la puerta de madera, rogando para que un bus pasase lo más pronto posible mientras esperaba en la parada, y un recuerdo fugaz invadió su mente.
—No es momento para pensar en él, Taehyung —se dijo a sí mismo, con los ojos cerrados y las manos temblándole.Pasaron tres minutos y aún no había rastro del jodido transporte, miró la hora en su celular y con miedo observó que sólo quedaban seis minutos para la hora límite que le habían otorgado. Si corría con todas sus fuerzas quizá podría lograrlo, a pesar de que lo más lógico sería parar algún taxi, pero se negaba a gastar tanto cuando el pasaje en autobús le costaba menos de la mitad.
Y empezó a correr. Corría como si no hubiese un mañana. Sentía sus piernas flaquear y su vista nublada por la velocidad, chocaba con algunos transeúntes pero no volteaba a disculparse, siempre yendo al frente. Agradecía al cielo todos aquellos años practicando para el equipo de atletismo, de no ser por eso se habría rendido a la tercera cuadra del camino, pero ahora divisaba la instalación a sólo unos cien metros de él.
Y sonrió, pensando que sí podría lograrlo.
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Bussy ; vkook
FanfictionSe podría decir que las amistades de infancia son las que más perduran a través del tiempo, pues siempre está esa nostalgia y sensación de hogar al estar con ellos, pero que termina siendo sólo eso: nostalgia. Se dice que son amistades longevas y ve...