Frío.
Jungkook de tan sólo ocho años se encontraba en la estación de buses, esperando que pasara alguno de su ruta para poder llegar finalmente a su hogar luego de un largo día de escuela. Cargaba un bolso azul a su espalda, mientras con sus pequeñas manos se frotaba los brazos por sobre aquel ligero suéter de algodón, que no le proporcionaba el calor necesario, haciendo que tiritara del frío.
Tenía ya más de treinta minutos sentado sobre el banco de madera en la parada, y ningún bus parecía querer pasar, y es que comprendía, de la nada comenzó a caer una ventisca de nieve sobre el pueblo, no había sido pronosticada en las noticias por lo que a todos les tomó por sorpresa. Las calles estaban cubiertas de una capa de nieve y agua que dificultaba el tránsito por éstas, así que dudaba que alguna línea de autobús se arriesgara a someter, tanto a sus empleados como los autos, a tales condiciones.
Oye el crujir de la madera y siente como el viejo banco se hunde un poco, indicándole así que alguien más se había sentado a su lado. Giró el rostro en busca de la persona que le hacía compañía, feliz de poder ver a alguien más. Se encontró con un chico mayor que él, de piel bronceada aunque estuvieran en invierno, y de unos ojos chocolates que brillaban con luz propia.
—Hola —le saludó el extraño.
Se sobresaltó un poco ante la voz un tanto gruesa, aunque sólo parecía poco mayor.
—Hola —devolvió el saludo haciendo una pequeña reverencia.
Los ojos chocolates le observaron en silencio, parecía como si lo estuviera analizando, detallando el rostro infantil en su mente. Lanzó una pequeña risa cuando se dio cuenta de lo más obvio; el pequeño se estaba congelando del frío.
Se sacó su chaqueta negra mullida sin pensarlo dos veces, y se la tendió al contrario que lo miraba con los ojos tan abiertos que se hacían perfectamente circulares.
—No, no, no —comenzó a negar moviendo sus brazos de un lado a otro—, no puedo aceptar esto. Tú tendrás frío si me la das.
—Sabía que hoy nevaría, así que tengo doble suéter puesto. No te preocupes —insistió con una sonrisa sin mostrar los dientes. Al ver que el otro no respondía se la colocó por sobre los hombros.
—G-gracias... em... —murmuró el castaño.
—Soy Taehyung, un gusto —rió bajando su cabeza en una reverencia corta.
—Yo Jungkook —imitó su acción.
—¿Esperas a alguien? —indagó el extraño ahora con nombre, tratando de sacar conversación.
—El autobús.
—A tu edad no me dejaban ni cruzar solo la calle —rió.
—Mis papás trabajan todo el día, dijeron que con ocho ya era grande para ir yo solo —dijo el menor con cierto aire de superioridad.
—Sí, bueno, yo tengo diez y aún me da miedo la oscuridad, eres todo un hombrecito —dijo acariciando con suavidad los cabellos del niño.
Y así comenzó una fluida conversación, en la que ambos jóvenes hablaban de banalidades y cosas triviales sin importancia, pero que hacían el ambiente más ameno y cómodo para ambos, casi olvidándose de los que los rodeaba. Y no fue hasta casi una hora después que la nieve cesó, y luego de quizá treinta vieron el primer bus acercarse a la estación.
—Supongo que este es el adiós —dijo el menor con una mueca triste.
—Nos podríamos ver aquí en la parada otro día... —siguió Taehyung.
Ambos dos estaban decaídos, cuando se es niño es fácil entablar lazos y amistades, y esos dos no tenían la mínima intención de separarse el uno del otro y terminar su charla. Se pusieron de pie para despedir al que se fuera en esa ruta, sólo para sorprenderse de que los dos dieran un paso al frente cuando vieron el número 33 sobre la ventanilla.
Soltaron una pequeña risa ante aquel juego del destino, y subieron al autobús juntos, sentados el uno al lado del otro, en una extraña calma que irradiaba paz. El menor de los dos comenzó a cerrar sus ojos, apoyando su cabeza en el hombro del otro, hundiéndose en un profundo sueño. Taehyung sólo podía ver la escena con ternura, tomando entre sus dedos la pequeña mano del menor, en un acto de amistad, prometiéndose a sí mismo que protegería a aquel niño de cabellos castaños.
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Bussy ; vkook
FanfictionSe podría decir que las amistades de infancia son las que más perduran a través del tiempo, pues siempre está esa nostalgia y sensación de hogar al estar con ellos, pero que termina siendo sólo eso: nostalgia. Se dice que son amistades longevas y ve...