Jonathan:
Seis años. Exactamente seis años pasaron desde que me enamoré de Sherwin. Y aún lo estoy. Aún estoy enamorado de ese chico pelirrojo, de incontables pecas y tiernos sonrojos.
Para mi mala suerte, cuándo cumplió dieciséis su padre y él debieron mudarse de Wisconsin a California.
No lo he visto durante estos cuatro años, puesto que ahora cuento con veinte al igual que él. Pero, tengo una sorpresa.
Apretó el agarre que tengo a las valijas, observando la escalera mecánica delante de mí. Volteo para ver a mamá, ella está a punto de llorar a mares.
- ¿Estarás bien? –le preguntó, acercándome. Ella asintió con la cabeza.
- Tú tienes que seguir tu corazón, sé que de verdad quieres a ese chico. –ella me sonrió, tomando mis manos. – Pero no me defraudes, Jonathan.
Reí, dándole un abrazo. Luego de unos minutos abrazados me separo y le sonrío, ahora agachándome frente a Emily, mi hermana menor. Porque sí, han pasado muchas cosas en estos seis años. La pequeña ahora contaba con cuatro años.
- ¿Vas a volver? –preguntó, mientras sostenía su osito de peluche contra su pecho. Asentí con la cabeza. –¿Traerás a Shedwin? –volvió a preguntar, ahora más emocionada. A Emily le afectó muchísimo el hecho de que Sherwin se mudara puesto que lo había conocido.
- Así es. –afirmé, sonriendo. – Y volverás a mirar películas de Disney con él, ¿te parece pequeña? –ella asintió, ahora con una sonrisa que mostraba su falta de dientes.
Abracé a Emily antes de tomar mis valijas de nuevo y subir las escaleras mecánicas. Tenía todo preparado, había alquilado un departamento allí y un amigo de mamá me daría trabajo. Sabía dónde residía Sherwin y prácticamente todos sus horarios.
No, no soy un acosador.
Subí al avión y me coloqué los cinturones tal cómo la azafata lo había dicho. Sentí la emoción correr por mis venas cuándo por fin estábamos volando en el cielo.
Vería de nuevo a Sherwin, luego de cuatro años.
El resto del viaje no pude ni siquiera dormir a causa de la emoción, tampoco cuándo llegué al hotel. Así que, probablemente sorprendería a Sherwin luciendo cómo un zombie.
Me levanté de la cama y me tomé un pequeño desayuno con las provisiones que había comprado antes de llegar al departamento.
Me vestí "adecuadamente" y tomé mi mochila. Gracias a mi papel y varias preguntas a las personas de allí, logré encontrar el complejo de apartamentos dónde supuestamente vivía Sherwin. Según su padre me había dicho.
Porque sí, su padre formaba parte de esto y estaba feliz de que fuera a hacerlo, de que fuera a reencontrarme con el pelirrojo, porque lo notaba apagado y triste desde que se mudaron.
Y no podía soportar la idea de Sherwin no siendo él mismo por mi culpa.
Piso tres, apartamento número setenta y seis. Allí vivía él.
Di tres golpes con una melodía particular, que probablemente reconocería. Esperé unos minutos y no conseguí una respuesta así que volví a llamar.
Mi respiración se cortó al verle, ahora su cabello pelirrojo estaba un poco más corto y sus pecas cubrían casi todo su rostro, no sólo sus mejillas. Una sonrisa tiró de mis labios al ver cómo tallaba sus ojos de manera infantil y tierna.
- ¿Qué necesitabas? –levantó la cabeza y puso una de sus manos sobre la puerta. Alcé una ceja, ¿acaso no me reconocía? - ¿Te sientes bien?
- ¿A-acaso no me reconoces? –pregunté con una pizca de nerviosismo. Sherwin ladeó la cabeza tiernamente confundido, para luego negar con ésta.
- Lo siento, no me suenas de nada. –se encogió de hombros, restándole importancia.
Genial, por su mala memoria mi sorpresa de película de romance se arruinó.
Traté de buscar una forma de que me recordara, pero simplemente no la encontraba. Suspiré, rindiéndome.
- Si no necesita nada más, debo cerrar la puerta y... -trató de cerrar su puerta pero lo detuve.
- Espera, espera, espera. –tomé su muñeca y él trató de zafarse pero se lo impedí. Sonreí. – Hola, Sherwinnie.
Sus ojos pasaron de ser de un opaco marrón a brillar cómo si hubiera visto una maravilla. Una sonrisa tiró de sus labios y pasó sus brazos por alrededor de mi cuello para abrazarme.
- ¡Johnny, Johnny, Johnny, Johnny! –chilló y sonreí, pasando mi brazo por su espalda para tranquilizarle.
- ¿Me extrañaste? –pregunté, una vez nos separamos. Él asintió con la cabeza, y sin darme tiempo a reaccionar pegó sus labios a los míos, claramente correspondí el beso con gran gusto.
- No te das una idea. –habló entre besos.
- No vuelvas a irte. –le pedí, cuándo sentí que sonreía en el beso.
- Nunca, Johnny. –apretó más el agarre a mi cuello, ahora dando un brinco y enredando sus piernas en mi cintura.
Me metí a su apartamento y empujé con mi pie la puerta. Llevé mi boca a su cuello, sintiendo ese particular olor que siempre estaba junto a él.
Estando realmente feliz de poder volver a estar junto a Sherwin.
Wacho me voy a llorar, demasiado hermoso para mí.