No Te Puedo Olvidar. (Yaoi)

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Estaba estudiando, como siempre.
Quería terminar con los criminales, pero no se sentía con ganas...

-¿Ejem, Light?

-¿Eh? ¡Ah! ¡Ryuk! ¿Qué sucede?

-Pareces muy afligido por lo que paso con Lawliet (o mejor dicho por lo que hiciste) así que quiero darte una cosa.

-¿Qué es?

-La Death Eraser.

-La... ¿Qué?

-Es una goma para revertir los efectos de la libreta. Sólo tienes que borrar el nombre de la persona que murió y ya está... Volverá a la vida.

-Pero... Él recordara todo lo que ya sabía, ¿no es así?

-Sí, así es.

-¿Entonces? ¡No se puede hacer nada! ¡No puedo traerlo a la vida para que me lleve con la policía!

-Oh, eso es cierto, pero podemos hacer un trato.

-¿Qué? ¿Un trato?

-Te ayudare a que L despierte sin sus recuerdos.

-¿Eh? ¿Eso... Eso es posible?

-Sí.

-¿Cuál es el precio?

-Tres cuartas partes de tu vida se reducirán.

-¡¿Cómo?! ¡¿Qué dices?! ¡No puedo hacer eso!

-Es tu decisión Light, piénsalo.

-.-.-

No, no podía hacerlo.
Sí, había que admitir que extrañaba a L, pero, ¿y si volvía a descubrir quién era? ¡Tendría que matarlo de nuevo y esto no habría servido de nada!

No, no podía.

Pero su corazón le decía otra cosa. ¿Y si el detective no lograba descubrir quién era? ¿Y si..? ¿Y si renunciaba a...? No, eso jamás.
No renunciaría a la libreta. ¡No renunciaría a ser el Dios del Nuevo Mundo!

Pero esa noche Light soñó con L una vez más.

-Con esta ya son 4 veces en una semana... ¡Vamos! ¿Qué me pasa? Jamás había sentido esto por nadie... ¿Qué me sucede?- pensó al despertar a media noche, saliendo del sueño.-

Pero en medio de la oscuridad llamó al Shinigami.

-¿Ryuk?

-¿Si, Light?

-Hagamos el trato.

-¿Eh? ¿Estás seguro?

-Sí, estoy seguro. Vamos, hazlo ahora antes de que me arrepienta.

-Ah, muy bien. Toma la goma. -le dijo mientras se la entregaba- Ahora sólo tienes que borrar el nombre y volverá. No te preocupes por los recuerdos, una vez que despierte, todo será eliminado de su cabeza.

-Bien. Entonces... ¿Sólo tengo que borrar?

-Sí, pero apresúrate.

-.-.-

En el ataúd de L, se escucharon leves jadeos.
Luego uñas que, desesperadamente, buscaban la salida.

Lawliet había regresado.