Capítulo 6

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La mayoría de los habitantes de San Francisco recibían el sábado con una sonrisa en sus rostros, los más afortunados tenían el fin de semana sin obligaciones y los menos, solo tendrían que trabajar por la mañana, siendo libres al caer la tarde. Sin embargo, desde hacía ocho meses a Lauren le daba igual en qué día de la semana se encontraba, si seguía habitando el planeta era por pura inercia. Per nvertido en el centro de sus pensamientos. Por una parte, la idea de acabar con su vida se había vuelto su principal objetivo, ya no podía aguantar más su miseria, seguía sin trabajo, seguía sin hablar con sus seres queridos y el hábito de la bebida estaba conquistado su cuerpo y su mente por completo, se había transformado poco a poco en su padre. Se sentía como un ser débil, se sentía estúpida e inservible y aun encima una hipócrita por no haber entendido a su padre y ahora hacer lo mismo que él. Le había dado la espalda a su progenitor y se estaba dando la espalda a sí misma. El dinero se le había acabado, no había ni unas tristes monedas en los bolsillos de su pantalón de chándal y hasta las numerosas latas que había en la nevera se habían reducido a tres, ¿cómo iba a conseguir ser valiente para suicidarse si con tres tristes latas no se ponía ni medio borracha y no podía comprar más? Por otro lado, un poderoso foco luminoso se estaba abriendo paso a puñetazos a través de su oscuridad. Desde que Camila había entrado en su vida, Lauren había vuelto a sonreír. Lauren era consciente de que la presencia de Camila había frustrado todos sus intentos de suicidio, la chica la había salvado sin tan siquiera pretenderlo. Su nueva vecina estaba intentando disipar la idea que estos últimos días se había estado gestando en su mente.

Lauren se levantó esa mañana de sábado sobresaltada, unos nudillos estaban piqueteando en la puerta a las nueve de la mañana. La chica de ojos verdes se apresuró a salir de la cama y sin tan siquiera mirarse al espejo para adecentarse un poco el pelo, abrió la puerta con gran urgencia. Ella sabía que solo podía ser Camila, por lo que algo grave estaría pasándole a su vecina, pues era demasiado temprano como para una visita, así que Lauren no quería perder el tiempo, cuanto antes abriese, antes la podría ayudar.

-¡Buenos días, Lauren! ¿Qué haces sin vestir todavía? ¡Vamos, aligera! ¡Que hemos quedado! – Camila entró y comenzó a darle empujoncitos en dirección a la habitación de la chica de ojos verdes.

Lauren se dejó empujar totalmente extrañada, no le había dado tiempo ni a saludar a su vecina de vuelta.

-Espera, espera. –Dijo Lauren por fin agarrándose del marco de la puerta de su habitación, frenando su entrada en seco. - ¿Cómo que hemos quedado? ¿No pretenderás ver una película y comer palomitas a las nueve de la mañana? –Lauren se rio suavemente.

-No me parece una idea tan disparatada, pero no, no es eso, he decidido que vamos a pasar el día juntas, iremos a ver un poco San Francisco, llevo tiempo sin hacer turismo por aquí. Luego vendremos a casa a ver la peli. ¿Qué te parece? ¿No trabajas hoy, no?

-¿Has cogido la cámara de fotos? Creo que aún me faltan algunos ángulos del Golden Gate por fotografiar. – Tras decir esto, Lauren fue hacia el baño a ducharse y cuando terminase y se vistiese iba a ser la primera vez en ocho meses que volvería a los vaqueros ajustados y a las camisas. No llevaría su vestido de muerte ni su uniforme de todos los días: el chándal.

Una vez que Camila se quedó sola, miró a su alrededor, estaba nerviosa e inquieta, quería descubrir algo que fuese determinante, algo que esclareciese sus pensamientos, pero ¿qué iba a encontrar?, una nota en el frigorífico que pusiese:

"-Leche
-Tomates
-Suicidio a las 11:30"

Era poco probable, pero quizá sí que podría encontrar una nota de suicidio si registraba un poco el salón. Camila sabía perfectamente que lo que estaba haciendo estaba mal, estaba atentando contra la privacidad de Lauren, pero se excusaba pensado que su vecina podría estar planeando un atentado contra su vida y eso era todavía peor, así que se sentía con derecho a intervenir. Camila vio en la mesilla cercana al sofá un montón revistas apiladas perfectamente así que las hojeó y sacudió por si había una nota dentro de alguna. No encontró nada. Se fue hasta los cajones de la cocina, pues era un clásico guardar papelujos en alguno de ellos. No tardó mucho tiempo en dar con el cajón indicado, justo en el tercero se encontró un montón de hojas, había facturas y cartas. La chica de ojos marrones las cogió y sacó de uno de los sobres abiertos una carta del banco. Camila se pensó un momento si leerla, seguramente ahí no hubiese una nota de despedida, pero por su mente pasó la idea de que quizá Lauren no iba muy bien de dinero, así que la desdobló y comprobó que la cuenta de Lauren estaba a cero. Sudores fríos recorrieron el cuerpo de Camila inmediatamente, pero no podía parar de hurgar entre las cosas de su vecina, necesitaba saber más, así que cuando oyó el grifo de la ducha y se dio cuenta de que Lauren se estaba bañando todavía, siguió mirando y vio una notificación del paro en la que ponía que este mes era el último en el que recibiría el subsidio del Estado. Justo cuando estaba a punto de dejar de registrar, encontró una nota bastante arrugada y decidió desdoblarla:

Con la muerte en los talones [Camren Mini-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora