Cuando Camila Cabello no estaba tejiendo calentitas bufandas o haciendo preciosos collares, iba a una residencia de ancianos a prestar sus servicios como voluntaria para cuidar a esas entrañables personas. Camila era buena escuchando las historias alegres de las más joviales señoras e intentando brindar un rayito de esperanza a las historias más deprimentes de algunos de los internos. Ayudaba a bañarlos, a cambiarles los pañales y a darles su medicación. Pero últimamente la residencia donde estaba no tenía muchos fondos y eso era algo que preocupaba a Camila, porque al no haber dinero el trato que recibían los ancianos era peor y no se cubrían sus necesidades al cien por cien. Desearía que su negocio fuera viento en popa y tener todo el dinero del mundo para poder ayudarlos a todos, sobre todo con las medicaciones, que eran bastante caras y las pensiones que recibían del gobierno muchas veces no eran suficientes.
Cuando Camila acabó esa mañana de asistir a sus ancianitos y fue a casa de sus mejores amigas Dinah y Ally a comer. Allí les contó que su nuevo piso era muy acogedor, que aunque no tenía mucha luz era perfecto para ella, les dijo que aún le quedaban cosas por trasladar y que tenía mucho que limpiar, pero que dentro de poco lo convertiría en un auténtico hogar y celebrarían allí una comida para inaugurarlo. No les comentó nada de Lauren, su extraña vecina.
Lauren llevaba cinco días intentando suicidarse y era muy frustrante para ella que ni siquiera eso podía conseguir en su vida. Se había librado por los pelos de que Camila bebiese café con veneno, pero sobre todo se había librado por los pelos de que Camila descubriese la intención que tenía Lauren de acabar con su vida.
La chica de ojos verdes pasó por cinco farmacias diferentes aquel día, recogiendo de todas ellas un tarrito de bupropión, las pastillas que le asegurarían un viaje al más allá. Menos mal que tenía unas cuantas recetas atrasadas que le hizo su antiguo psiquiatra hacía algunos meses, cuando todavía iba a consulta para tratarse su depresión. Pero llegó un punto donde Lauren dejó de ir, pensó que la cerveza le curaría todos los males y que no tenía que estar contándole nada a nadie, se curaría sola con ayuda de ese líquido dorado. Estaba genial que papi pagase su seguro médico todavía, aunque dentro de nada ese chollo también se acabaría porque su padre no iba a poder pagar la cuota anual del seguro, ya que tenía casi menos dinero del que disponía Lauren ahora.
Lauren llegó a casa y sacó los cinco tarritos de la bolsa y los dejó sobre la mesa camilla del salón. Sonrió al verlos en fila, cómo le gustaba la sensación de morirse por fin. Todavía iba con su chándal puesto, echó un vistazo a su alrededor y vio su mugrienta casa. Ya que iba a ser Camila quien la encontrase, el único favor que le podía hacer a la chica era por lo menos crear un entorno más acogedor. Así que hizo lo que no había hecho en ocho meses de depresión, cogió la escoba y el cogedor y se puso a barrer toda la casa. Quitó el polvo de todos los sitios y echó mil productos de limpieza al agua de la fregona para eliminar por completo las manchas de bebida que había en los ladrillos, tan negras y empegotadas. Tiró todas las latas de cerveza y todas las botellas de ginebra vacías, llenando varias bolsas y teniendo que hacer varios viajes a los contenedores. Cuando llegó el momento de quitar toda la grasa de la encimera, Lauren casi lloró, pero no lo hizo, no lo había hecho en ocho meses no iba a hacerlo ahora por un simple gesto simbólico.
Al cabo de cinco horas, la casa de Lauren estaba impecable y olía de maravilla. La chica no se lo podía creer, incluso tiró por fin la planta marchita. Miró a su alrededor y tuvo una sensación extraña, como si quisiera aprovechar un día más su casa limpia, pero enseguida descartó esa idea, era hora de morir.
Se duchó lavándose el pelo y se puso su vestido negro junto con sus medias. Seguía sin zapatos, pero ahora no se le pegaban los pies al suelo cada vez que daba un paso, qué sucio había estado todo. Sacó la mitad de la botella de ginebra de la buena y se sirvió un vaso. Le encantaban los gintonics, iba a ser lo que más de menos echaría de estar viva. Había recogido sus pastillas cuando había limpiado y las había dejado en la bolsa de plástico donde las había traído, encima del sofá. Ahora las sacaría, cuando fuera un poco más borracha. Lauren sonreía sentada en su sofá, mirando la tele apagada y viendo cómo había usado un posavasos para apoyar su bebida. ¡Qué limpio estaba todo! No llevaba ni dos sorbos cuando su telefonillo sonó. "¡Qué extraño!", pensó Lauren levantándose para abrir.
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Con la muerte en los talones [Camren Mini-fic]
FanficEsta historia cuenta los días más difíciles que pasó Lauren Jauregui en su vida, que, por extraño que parezca, a la larga también van a ser los mejores porque la conoció a ella. Desde que su madre murió, nada le ha salido bien. Esta mala racha parec...